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El naufragio del Costa Concordia

Un siglo después del hundimiento del Titanic, otro crucero inscribió su nombre en la dramática historia de los naufragios: el Costa Concordia. En la noche del 13 de enero, después de una maniobra imprudente del capitán Francesco Schettino, la nave golpeó los arrecifes frente a la Isla de Giglio, en la Toscana italiana. Las siguientes horas, aunque no tan azarosas como las vividas por los pasajeros del buque británico en 1912, demostraron el elevado costo de la ineptitud y la cobardía en situaciones de desastre. El Costa Concordia hacía un viaje de rutina entre las ciudades de Civitavecchia y Savona, en la ribera italiana del Mar Mediterráneo, con 3206 vacacionistas a bordo y 1023 tripulantes, entre marineros y  personal de servicio. A pesar de la proximidad de la tierra y la capacidad de los botes salvavidas, la impericia de la tripulación y en consecuencia la tumultuosa evacuación resultaron en la muerte de 32 personas. El proceso judicial contra los presuntos responsables del accidente proseguirá en 2013. Recostado a unos metros del puerto de Giglio, el Costa Concordia reposa como un gigantesco pez de hierro a la espera de una operación de rescate que lo despierte de su letargo. Luego será conducido a tierra y su orgullosa armazón será vendida como chatarra, para borrar quizás el vergonzoso epílogo de su existencia.