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(FOTOS) Luces de esperanza en medio de la oscuridad que agobia a Venezuela

Por Milagros Socorro – Caracas, Venezuela

El último día de noviembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) por fin reconoció que en Venezuela hay una crisis humanitaria. Las autoridades de esta instancia internacional no llegaron a esa conclusión solo por la falta de alimentos que desde hace varios años aqueja a este país suramericano, sino porque además, hay una alarmante expansión de la malaria, enfermedad que se está propagando en la nación desde el año 2008.

Con 240.613 registrados en 2016, año en que el gobierno de Nicolás Maduro redujo su gasto en control de la malaria a 2,2 millones de dólares (de 10 millones de dólares en 2010 que invertía en 2016), Venezuela acumuló la cifra de incidencia por esta enfermedad más alta de su historia. Cabe recordar que Venezuela había sido ejemplo en el continente, cuando se convirtió en la primera nación en ser declarada libre de malaria, en 1961.

Para los venezolanos, esta consideración de la OMS supone una pequeña esperanza de que sus penurias sean percibidas por el mundo y suponer un atisbo de alivio para una población que cada día ve dificultarse su acceso a medicinas y alimentos. La escasez se comida, que ya venía en alza, se agravó en 2016. Una encuesta encargada por la Asamblea Nacional de Venezuela, en agosto de 2016, reveló que más de un 15%, unas 4,5 millones de personas, de los consultados hurgan en la basura para buscar comida. Para ese año, el desabasto de alimentos y medicinas sobrepasaba el 85%.

La Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), presentada en febrero de este año, y realizada sobre 6.500 familias por las principales universidades del país, reveló que el 82% de los hogares venezolanos vive en la pobreza, por lo que este país petrolero se ha convertido en el “más pobre de América Latina”.

Ante la indiferencia de las autoridades venezolanas, que niegan la crisis y atribuyen estas cifras a “manipulaciones de la derecha”, muchos venezolanos han creado emprendimientos sociales para mitigar los efectos del brutal deterioro. Las iniciativas son muchas y de muy diversas magnitudes. Aquí mostramos unos pocos ejemplos de estas luces en medio de la espesa oscuridad que agobia a Venezuela.

Alimenta la solidaridad

Roberto Patiño Guinand es un ingeniero de producción egresado de la Universidad Simón Bolívar (USB), magíster en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard y militante del partido político Primero Justicia, nacido en Caracas, en 1988. En 2010, cuando era líder estudiantil, recibió el Premio al Coraje Democrático,​ en Indonesia, por el Movimiento Mundial por la Democracia (WYMD, por sus siglas en inglés).

Patiño es fundador del movimiento socio-cultural ‘Caracas Mi Convive’, en cuyo marco lleva el proyecto Alimenta la Solidaridad, un plan de alimentación para atender a niños de bajos recursos, que, debido a la crisis alimentaria del país, presentan cuadros crítico de desnutrición.

“Con la ayuda de un nutricionista –explica Patiño- hicimos un menú económico y balanceado y les brindamos una comida al día, de lunes a viernes, a casi 1000 niños, en diez comedores en siete zonas de Caracas. Además, se han incorporado actividades de formación en valores para los niños, así como para las madres, que buscan el empoderamiento y la sostenibilidad del programa”.

Un ex gobernador se suma al programa

Henrique Capriles Radonski es uno de los líderes fundamentales de la oposición venezolana. Ha sido alcalde, gobernador del estado Miranda, que incluye una parte de Caracas, y candidato a la Presidencia de la República en dos oportunidades. En octubre de este año terminó su periodo como gobernador. Ha podio tomarse unos meses de descanso o dedicarse en exclusiva a labores de organización de su partido, Primero Justicia. En vez de eso, Capriles concentró sus energías en buscar apoyo internacional para el plan Alimenta la Solidaridad.

“Ya que el régimen se niega a permitir la apertura de un canal humanitario –explicó Capriles- reforzaremos este plan de ayuda, creado para apoyar a los niños en situación de desnutrición. Lo ampliaremos para incluir a los abuelos y atender también sus necesidades en materia de salud. Hemos sumado un equipo preparado para eso”.

“Los venezolanos que están sufriendo, necesitan una respuesta inmediata. Hay que agotar todas las instancias, hay que tocar todas las puertas para que el país pueda encontrar una solución y eso es precisamente lo que estamos haciendo con este programa”. Agregó que están buscando voluntarios que quieran incorporarse. La dirección electrónica del programa es: alimentalasolidaridadinfo@gmail.com.

A puñetazos contra el mal camino

En los jardines de la Universidad Metropolitana, en Caracas, se arma un ring de boxeo. Los contendientes son niños, y también niñas, que se afanan sobre la lona. Es evidente que a pesar de su corta edad tienen aplomo y entrenamiento. Son alumnos de la Escuela de Boxeo “Jairo Ruza”, fundada por un andino del mismo nombre que un día se planteó un problema muy serio: cómo evitar que sus hijos, que estaban creciendo en el barrio José Félix Rivas, en Petare, Caracas, zona de alta incidencia de violencia, se fueran por el mal camino. En su primera juventud había sido boxeador; y aunque no había llegado muy lejos en este disciplina sí se había formado como entrenador. Decidió, entonces, crear una escuela de boxeo para entrenar a sus hijos y, quizás, a unos pocos más del barrio. Pero tenía otro problema: carecía de gimnasio y de terreno para levantarlo. Optó, pues, por construirlo en el techo de su casa. El 15 de noviembre de 2014, con ayuda de amigos solidarios, abrió su escuela. Muy bien acondicionada y completamente gratuita, para los niños del sector.

Tres años después, Ruza, que da clases en un gimnasio privado hasta el mediodía y por las tardes suda la gota gorda en el techo de su casa, entrena más de 60 niños y adolescentes, a quienes instruye no solo en las artes de Cassius Clay y de Morochito Hernández, sino también en disciplina, urbanidad, autoconfianza, constancia. “Claro que quisiera llevar un joven de estos hasta la selección nacional, pero mi propósito es mantenerlos bien lejos del mal camino”.

Trazando espacios

Ana Cristina Vargas es una joven arquitecta caraqueña que acaba de ser invitada a la Cumbre de Impacto Latino 2017 en Nueva York. No es el primer reconocimiento internacional que recibe. Su labor es tan valiosa y original, que ya en 2014 mereció el Premio Internacional por Mejores Prácticas, otorgado por el Reino de Dubai y el Programa de la Naciones Unidas para el Hábitat.

Su proyecto es Trazando el Espacio Público, una iniciativa que parte de desarrollar un catálogo fotográfico de espacios públicos para definir la identidad del lugar y contribuir a mejorarlo. Lo excepcional es que Vargas trabaja con niños y adolescentes de zona vulnerables, que elaboran un mapa de sus vecindarios, identifican su especificidad cultural y proponen soluciones prácticas de implementación sencilla.

“El objetivo del proyecto –explica Ana Vargas- es producir un mapa que traza posibles rutas de caminería, para ayudar a la comunidad a imaginar nuevas intervenciones físicas, que pueden hacer de su localidad un mejor lugar”.

Después de aplicar su idea en la India, Ana Cristina regresó a su país, donde ha hecho trabajo de campo en las poblaciones de Osma, Juan Moreno, Naiguatá y Petare Sur. Allí ha dictado talleres cuyo resultado ha derivado en ideas y propuestas en maquetas, que fueron expuestas a los vecinos y sometidas a votación en la comunidad.

Las ideas planteadas por los alumnos en las maquetas fueron traducidas en planos constructivos y manuales; y luego aplicados, por ejemplo, en la intervención del suelo con tapas plásticas reusadas y pintura de alto tráfico; en bancos de mampostería, para que los vecinos puedan reunirse y disfrutar del espacio bajo la sombra de una cubierta hecha con telas de colores.

Coser para abrazar

Muchos niños venezolanos, la inmensa mayoría, no tendrá juguetes diciembre. Simplemente, los almacenes no recibirán mercancía. Frente a tan desolador panorama, Isabel Cisneros concibió el proyecto Coser para Abrazar, que consiste en elaborar un juguete hecho a mano.

Los interesados en colaborar adquieren un paquete que trae las telas ya marcadas para cortar, coser y bordar, así como las instrucciones de elaboración. También puede se puede donar telas y materiales para armar nuevos paquetes.

“Sabemos que hay niños en la calle pidiendo –dicen las organizadoras- hurgando para comer, acompañando a sus padres a hacer colas”. Cuando todo parece amenazador o incierto, un juguete blando puede ser un compañero amigable y confiable, algo que permite proyectar esperanzas para un futuro mejor y recordar que la paz existe. Los niños abrazan juguetes de peluche buscando compañía y seguridad.

Se trata coser uno o varios de estos muñecos, llevarlo consigo y entregarlo. La información está en: https://www.facebook.com/coserparaabrazar También puede escribirse a: coserparaabrazar@gmail.com

Roberto Patiño Guinand es un ingeniero de producción egresado de la Universidad Simón Bolívar (USB), magíster en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard y militante del partido político Primero Justicia, nacido en Caracas, en 1988. En 2010, cuando era líder estudiantil, recibió el Premio al Coraje Democrático, en Indonesia, por el Movimiento Mundial por la Democracia (WYMD, por sus siglas en inglés).
(Foto: Cortesía)

Patiño es fundador del movimiento socio-cultural “Caracas Mi Convive”, en cuyo marco lleva el proyecto Alimenta la Solidaridad, un plan de alimentación para atender a niños de bajos recursos, que, debido a la crisis alimentaria del país, presentan cuadros crítico de desnutrición.

“Con la ayuda de un nutricionista –explica Patiño- hicimos un menú económico y balanceado y les brindamos una comida al día, de lunes a viernes, a casi 1000 niños, en diez comedores en siete zonas de Caracas. Además, se han incorporado actividades de formación en valores para los niños, así como para las madres, que buscan el empoderamiento y la sostenibilidad del programa.
(Foto: Cortesía)

Henrique Capriles Radonski es uno de los líderes fundamentales de la oposición venezolana. Ha sido alcalde, gobernador del estado Miranda, que incluye una parte de Caracas, y candidato a la Presidencia de la República en dos oportunidades. En octubre de este año terminó su periodo como gobernador. Ha podio tomarse unos meses de descanso o dedicarse en exclusiva a labores de organización de su partido, Primero Justicia. En vez de eso, Capriles concentró sus energías en buscar apoyo internacional para el plan Alimenta la Solidaridad.

“Ya que el régimen se niega a permitir la apertura de un canal humanitario –explicó Capriles- reforzaremos este plan de ayuda, creado para apoyar a los niños en situación de desnutrición. Lo ampliaremos para incluir a los abuelos y atender también sus necesidades en materia de salud. Hemos sumado un equipo preparado para eso”.

“Los venezolanos que están sufriend, necesitan una respuesta inmediata. Hay que agotar todas las instancias, hay que tocar todas las puertas para que el país pueda encontrar una solución y eso es precisamente lo que estamos haciendo con este programa”. Agregó que están buscando voluntarios que quieran incorporarse. La dirección electrónica del programa es: alimentalasolidaridadinfo@gmail.com.
(Foto: EFE)

(Cortesía)

En los jardines de la Universidad Metropolitana, en Caracas, se arma un ring de boxeo. Los contendientes son niños, y también niñas, que se afanan sobre la lona. Es evidente que a pesar de su corta edad tienen aplomo y entrenamiento. Son alumnos de la Escuela de Boxeo “Jairo Ruza”, fundada por un andino del mismo nombre que un día se planteó un problema muy serio: cómo evitar que sus hijos, que estaban creciendo en el barrio José Félix Rivas, en Petare, Caracas, zona de alta incidencia de violencia, se fueran por el mal camino.

En su primera juventud había sido boxeador; y aunque no había llegado muy lejos en este disciplina sí se había formado como entrenador. Decidió, entonces, crear una escuela de boxeo para entrenar a sus hijos y, quizás, a unos pocos más del barrio. Pero tenía otro problema: carecía de gimnasio y de terreno para levantarlo. Optó, pues, por construirlo en el techo de su casa. El 15 de noviembre de 2014, con ayuda de amigos solidarios, abrió su escuela. Muy bien acondicionada y completamente gratuita, para los niños del sector.

Tres años después, Ruza, que da clases en un gimnasio privado hasta el mediodía y por las tardes suda la gota gorda en el techo de su casa, entrena más de 60 niños y adolescentes, a quienes instruye no solo en las artes de Cassius Clay y de Morochito Hernández, sino también en disciplina, urbanidad, autoconfianza, constancia. “Claro que quisiera llevar un joven de estos hasta la selección nacional, pero mi propósito es mantenerlos bien lejos del mal camino”.
(Foto: Alumnos de la Escuela de Boxeo “Jairo Ruza”. Cortesía)

Ana Cristina Vargas es una joven arquitecta caraqueña que acaba de ser invitada a la Cumbre de Impacto Latino 2017 en Nueva York. No es el primer reconocimiento internacional que recibe. Su labor es tan valiosa y original, que ya en 2014 mereció el Premio Internacional por Mejores Prácticas, otorgado por el Reino de Dubai y el Programa de la Naciones Unidas para el Hábitat.

Su proyecto es Trazando el Espacio Público, una iniciativa que parte de desarrollar un catálogo fotográfico de espacios públicos para definir la identidad del lugar y contribuir a mejorarlo.
(Foto: Jóvenes y facilitadores trabajando en las maquetas de propuestas. Diana Ruiz Hueck)

Lo excepcional es que Vargas trabaja con niños y adolescentes de zona vulnerables, que elaboran un mapa de sus vecindarios, identifican su especificidad cultural y proponen soluciones prácticas de implementación sencilla.

“El objetivo del proyecto –explica Ana Vargas- es producir un mapa que traza posibles rutas de caminería, para ayudar a la comunidad a imaginar nuevas intervenciones físicas, que pueden hacer de su localidad un mejor lugar”.
(Foto: Participantes exponiendo las propuestas a la comunidad para la Plaza Bolívar. Diana Ruiz Hueck)

Después de aplicar su idea en la India, Ana Cristina regresó a su país, donde ha hecho trabajo de campo en las poblaciones de Osma, Juan Moreno, Naiguatá y Petare Sur. Allí ha dictado talleres cuyo resultado ha derivado en ideas y propuestas en maquetas, que fueron expuestas a los vecinos y sometidas a votación en la comunidad.

Las ideas planteadas por los alumnos en las maquetas fueron traducidas en planos constructivos y manuales; y luego aplicados, por ejemplo, en la intervención del suelo con tapas plásticas reusadas y pintura de alto tráfico; en bancos de mampostería, para que los vecinos puedan reunirse y disfrutar del espacio bajo la sombra de una cubierta hecha con telas de colores.
(Foto: Diana Ruiz Hueck)

Muchos niños venezolanos, la inmensa mayoría, no tendrá juguetes diciembre. Simplemente, los almacenes no recibirán mercancía. Frente a tan desolador panorama, Isabel Cisneros concibió el proyecto Coser para Abrazar, que consiste en elaborar un juguete hecho a mano.
(Imagen tomada del sitio web de la organización)

Los interesados en colaborar adquieren un paquete que trae las telas ya marcadas para cortar, coser y bordar, así como las instrucciones de elaboración. También puede se puede donar telas y materiales para armar nuevos paquetes.
(Imagen tomada del sitio web de la organización)

“Sabemos que hay niños en la calle pidiendo –dicen las organizadoras- hurgando para comer, acompañando a sus padres a hacer colas. Cuando todo parece amenazador o incierto, un juguete blando puede ser un compañero amigable y confiable, algo que permite proyectar esperanzas para un futuro mejor y recordar que la paz existe. Los niños abrazan juguetes de peluche buscando compañía y seguridad”.
(Imagen tomada del sitio web de la organización)

Se trata coser uno o varios de estos muñecos, llevarlo consigo y entregarlo. La información está en: https://www.facebook.com/coserparaabrazar También puede escribirse a: coserparaabrazar@gmail.com
(Imagen tomada del sitio web de la organización)