El flamenco ‘Yo Quiero’ de Sonia Franco
Hay una sola manera de entregarse a la tarea de reseñar un espectáculo como “Ser.Rana”. Entregarse es la palabra a utilizar, porque la obra de Sonia Franco se resiste a ser analizada si no le has dejado saber antes que tu “entrega” como espectador es absoluta.
Además, la nota de prensa promoviendo su presentación define a “Ser.Rana” como un presagio y si no crees en el arte de la adivinación, las claves de su disfrute se hacen inexpugnables.
Sonia Franco es una exponente de ese nuevo baile flamenco -obligado a vivir entre la propuesta “de autor” y la comercial- que nos hace recordar la famosa afirmación de Santo Tomás de Aquino: “Para alguien que tiene fe, no es necesaria ninguna explicación. Para aquel sin fe, no hay explicación posible”.
Así las cosas, y como un acto de fe, aquí está la reseña de la primera noche de “Ser.Rana” en el Aventura Arts & Cultural Center.
La breve estancia de Franco en Miami fue una visita programada dentro de su exitosa gira norteamericana organizada por Spain Flamenco Arts en asociación con la Federación de Comunidades Andaluzas Centro España (FECACE) y sus dos funciones fueron la máxima atracción de la serie FL.Flamencos 2024 de FUNDarte, patrocinada en parte por la iniciativa “away from home” del Miami-Dade County Auditorium, lugar donde antes se presentaba y que ahora se encuentra en remodelación.
En el teatro musical, la gran mayoría de las canciones pertenecen a una de las siguientes categorías: la canción “Yo Soy” y la canción “Yo Quiero”. Desde este lado, asociaciones probablemente consideradas insólitas en otras latitudes son las que con frecuencia nos ayudan a entender lo que se hace en la otra orilla.
La canción “Yo Soy” establece la personalidad del personaje mientras que la función de una canción “Yo Quiero” es dar a conocer sus deseos.
El título “Ser.Rana” es un juego de palabras con el nombre de un palo de flamenco (la “serrana”) y tomando en consideración la capacidad que tienen las ranas para adaptarse a cualquier medio. En una entrevista reciente, Sonia nos había dicho que su trabajo “ha tenido esa característica siempre. Soy capaz de adaptarme a diferentes lenguajes, culturas y estilos”.
Si transportamos el concepto “Yo Quiero” a “Ser.Rana” descubrimos su esencia: Sonia Franco proclama que esto es lo que siempre ha hecho y quiere seguir haciendo. En otras palabras, quiere seguir siendo versátil y recorrer su propio camino.
En la tarea, tiene esta vez el apoyo de dos músicos extraordinarios (Alejandro Peralta en la guitarra y El Pepi en la percusión) y dos cantaoras/actrices (Rosa Linero y Cristina Soler) dispuestas a mantener la esencia pura del cante, mientras incorporan con gusto otras referencias estilísticas.
Hay oportunidades de lucimiento individual para todos, mayormente en los momentos en que Franco desaparece para tomar un respiro y cambiarse de vestuario. El solo de El Pepi es una experiencia mística inenarrable, el intercambio humorístico entre Linero, Soler y Peralta es un aparte delicioso. La hermosísima música original y el sonido que emana de la guitarra de Peralta merecen una mención aparte porque son armas de conquista que acarician y desarman al espectador.
Al mismo tiempo, todos se muestran igualmente espléndidos en los momentos que interactúan con Franco proyectando un afecto genuino que hace de “Ser.Rana” un ejercicio insuperable en consistencia.
Dividida en partes fácilmente reconocibles, la puesta en escena avanza con garbo y no tiene un solo paso en falso. Poco a poco, Franco se establece como una versión actualizada de la legendaria serrana española -una figura literaria favorita de los poetas de tiempos inmemoriales- a la manera de las que encontramos en los poemas del Marqués de Santillana: airosa y ufana.
Pero las palmas de la noche son para su dueto con Peralta -que los abandonados instrumentos de percusión de El Pepi presencian en silencio- donde los atributos definitorios de su manera de moverse al bailar, que hasta ese momento han hecho su aparición de manera súbita y esporádica disfrazados de acentos insolentes y cierres transgresores, adquieren una eficacia comunicativa alucinante.
El tutú largo de color amarillo nos recuerda que Franco es bailarina antes de ser bailaora. La elocuencia de sus brazos es todo un descubrimiento y la pose final de ambos juntos es la imagen de “Ser.Rana” destinada a permanecer en la memoria.
Un poco más tarde, con su vestido que se transforma en bata de cola, Franco sorprende a los espectadores del Aventura Center y algunos incluso aplauden la ocurrencia.
Este homenaje quizá involuntario al dogma “tienes que tener un truco” de las bailarinas de vodevil presentes en la “Gypsy” de Styne y Sondheim, es todo un alarde de astucia, como metáfora coreográfica de la metamorfosis que le permite a la rana vivir tanto en el agua como en la tierra.
Por último, hay que reconocer que abrir un espectáculo de baile flamenco con una serrana es un atrevimiento y cerrar con una soleá por bulerías en lugar del acostumbrado fin de fiesta puede parecer una mala idea porque el resultado es un final abierto y lo más probable es que una buena parte del público se encuentra esperando algo mucho más espectacular y definitivo.
Pero “Ser.Rana” es una propuesta valiente y Franco la termina como ella quiere, porque de eso se trata cuando eres rana. Lo que es decir, cuando decides ser símbolo de transformación y crecimiento.
La función concluye y el público, ligeramente desconcertado, espera un instante para comenzar a aplaudir, pero una vez que se pone de pie, lo hace para premiar por igual a todos los participantes en “Ser.Rana” con una larga ovación y expresiones de aprobación.
Definitivamente, el flamenco “Yo Quiero” de Franco ha logrado su objetivo y su triunfo reafirma la validez de la archiconocida máxima bíblica: Querer es poder.
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