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Feliz día para las administradoras de los hogares

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Economía surge de la combinación de dos palabras griegas: oikos (casa) y nomo (administración), de manera que en el Día de la Madre nada mejor que reflexionar sobre el rol crucial que la mujer cumple, en la economía del hogar y de la familia. Que no es el único, por cierto.

Por eso entrevisté a la norteamericana Carolyn Shaw Bell (1920-2006), quien tuvo graves dificultades al leer La riqueza de las naciones, de Adam Smith, porque no conocía la diferencia entre el inglés americano y el “inglés-inglés”, ni tampoco la diferencia terminológica entre los siglos XVIII y XX (¿qué nos queda para nosotros, entonces?). A partir de 1946 cursó el doctorado en la Escuela de Economía de Londres. Testimoniando que inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra era un país triste y apesadumbrado, que el daño provocado por la guerra era visible, y que nadie parecía haber mejorado mucho entre 1946 y 1949.

–Usted fue pionera en la cuestión de la discriminación por género, dentro de la profesión.

–Fui la primera presidenta de un Comité creado en 1971 por la Asociación Americana de Economía (AEA), para investigar la cuestión y recomendar medidas correctivas; y en 1998 la AEA instituyó el premio que lleva mi nombre, para galardonar a la persona que hiciera avanzar más a las mujeres dentro de la profesión.

–¿Cuál es su posición básica al respecto?

–Parto de la base de que una mujer puede hacer todo lo que puede hacer un hombre, excepto por diferencias en las funciones biológicas. Nunca participé de la idea tonta de que la economía es un campo de estudio masculino. Mi hija fue criada bajo la idea de que los varones pueden hacer todo lo que pueden hacer las mujeres, excepto gestar bebés, y que las mujeres pueden hacer todo lo que pueden hacer los varones, excepto el aporte que ellos hacen para que haya bebés. Algunos colegas me ven como una economista mujer, pero sostengo que soy una economista profesional, casualmente mujer.

–¿Cómo plantea su rol, como profesora?

–Aunque en mi niñez había pensado que enseñar sería lo último que me gustaría hacer, en el Wellesley College encontré que me gustaba mucho. Desde muy temprano aprendí que enseñar no es el término correcto. Nadie le puede enseñar nada a nadie, todo lo que podemos hacer es ayudar a aprender. Induje en mis clases todo tipo de discusiones abiertas, en mis cursos es obligatorio hablar, porque esto genera verdadero aprendizaje.

–Hablemos del rol de la mujer, en el hogar.

–Según usted me contó, su padre trabajó durante toda su vida, pero le entregaba a su esposa el sueldo y el producido de las changas, y su mamá tenía que arreglárselas con lo que había. La mujer es la que está a cargo, porque es la que tiene que dar respuesta. En la mesa familiar debe haber comida, no explicaciones. Quienes en la Argentina ganan $150.000 mensuales, no pueden imaginar “cómo se puede vivir” con $30.000 mensuales. A propósito: los pobres adoptan decisiones de manera más cuidadosa que los ricos, porque cuando aquellos se equivocan no comen.

–Rol subestimado.

–En las estimaciones de las cuentas nacionales, ciertamente. Por eso Paul Anthony Samuelson solía decir que el jefe que se casaba con su secretaria cometía el antipatriótico acto de reducir el PBI.

–La mujer, en el hogar, no sólo administra sino que también aporta.

–Y no de ahora. Antes de la Revolución Industrial existía lo que se llamaba putting out system, por el cual la esposa del agricultor complementaba los ingresos familiares, tejiendo o cosiendo. Pero la incorporación masiva de la mujer a la fuerza laboral, se dio principalmente durante el siglo XX. También ocurrió en los planos cívico, educativo, etc.

–Y demográfico.

–Ciertamente. Gary Stanley Becker afirmó que a medida que aumenta lo que gana la mujer dentro del hogar, sube el costo de criar hijos, una actividad muy intensiva en tiempo, por más que se cuente con ayuda. Lo cual explica la fortísima reducción de la tasa de natalidad. Hoy, en el denominado Primer Mundo, la población no crece y en países como Japón disminuye en términos absolutos. Desde hace un buen número de años, todo el aumento poblacional del mundo se verifica en los denominados países en vías de desarrollo.

–Lo cual torna inevitable la migración internacional.

–Así es. Migración habrá, porque los nativos de los países económicamente más adelantados, no quieren realizar ciertas tareas. La cuestión es si la migración se realizará de manera civilizada o de la otra.

–¿Qué fue primero, la simplificación de la preparación de los alimentos y la limpieza del hogar, o la irrupción de la mujer en la fuerza laboral?

–Seguramente que fue una interacción. Sería muy difícil para las mujeres, desarrollar una profesión teniendo que limpiar las verduras como se hacía a mediados del siglo XX, cocinar a carbón, tener que ir todos los días a los comercios, por la ausencia de heladeras, etc. En esta explicación, la demanda impulsó la invención de la heladera, la licuadora y el lavavajillas. Pero también tiene que haber ocurrido lo contrario; que invenciones como las que menciono generaron tiempo libre en muchas mujeres, que aprovecharon para salir a trabajar.

–Las estadísticas muestran que, en promedio, las mujeres ganan menos que los hombres. ¿Cómo interpretar este hecho?

–Las ministras ganan igual que los ministros, y esto ocurre en muchos puestos de trabajo. ¿Cómo se concilia este hecho con el que usted menciona? Porque la mayoría de los ministros son varones. La cuestión, entonces, no tiene tanto que ver con “igual remuneración, por igual trabajo”, como con la distinta participación femenina en los diferentes puestos.

–¡Discriminación!

–No la descarto, pero tampoco nos pasemos del otro lado, y mucho menos pretendamos resolver la cuestión replicando de manera obligatoria en cada puesto de trabajo la proporción de hombres y mujeres que existe en cada país. Que salvo guerras o migraciones, está muy cerca de 50% y 50%.

–Lo que se denomina acción afirmativa.

–En la teoría del comercio internacional, desde John Stuart Mill para acá se acepta que durante un cierto período exista protección, mientras los productores locales aprenden a fabricar los diferentes productos. Es el denominado argumento de la industria infantil. Algo parecido se puede plantear con respecto a los cupos, por género u otras razones.

–Explíquese, por favor.

–Es fácil decirle a un discriminado que muestre lo que vale y compita como en los juegos olímpicos, donde todos los corredores arrancan del mismo lugar; pero esto ignora la fuerza de la inercia, la aversión a correr riesgos, etc. Por lo cual tiene algún sentido que, durante cierto tiempo, existan cupos. El problema se plantea cuando algo justificable de manera transitoria, termina existiendo de manera permanente.

–Doña Carolyn, muchas gracias.