“Por favor no me pese”: la campaña para evitar que la consulta médica sea una tortura

Las tarjetas
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“Por favor no me pese, a menos que sea (realmente) médicamente necesario”, se lee en el frente de unas tarjetas creadas por la página web More-love.org, originaria de California, Estados Unidos. “Si realmente tiene que pesarme, por favor dígame por qué para que yo pueda darle mi consentimiento informado”, continúa. El objetivo de las tarjetas es reducir el estrés de las personas que luchan contra un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), para quienes ver su peso en la balanza puede desencadenar una recaída o generar incomodidad. Aunque se pensaron para personas con TCA, los expertos coinciden en que el peso no debería ser lo más importante en una consulta con un profesional, ya que no ofrece demasiada información sobre la salud del paciente.

El contexto sociocultural tiene que ver con cómo nos sentimos a la hora de subirnos a una balanza, el estigma y la discriminación de los cuerpos que no entran en la hegemonía puede traer mucho estrés”, explica Jesica Lavia, licenciada en Nutrición, asesora en el Ministerio de Salud de la Nación y coautora del libro Pese lo que pese, contra la hegemonía del cuerpo ideal. “Pasa en toda la población. Culturalmente y socialmente le damos demasiada importancia al peso y al tamaño de los cuerpos, lo cual genera estrés y ansiedad y esto está potenciado en personas que sufren un TCA”, asegura la nutricionista.

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En el dorso de la tarjeta se explican las razones por las cuales no hace falta pesar al paciente, una de ellas dice: “La mayoría de las condiciones de salud pueden ser abordadas sin saber mi peso”. El doctor Lucio Criado, profesor en el posgrado de Diabetes y Metabolismo de la Universidad Católica Argentina y presidente de la Sociedad Argentina de Medicina, coincide con que en el estado actual de las ciencias médicas, el peso ya no ofrece demasiada información: “El número de la balanza es una convención, no puede decirme si el paciente está saludable. Hay gente flaquísima que está metabólicamente enferma, y gente con ‘sobrepeso’ que es muy sana”. En otro de los ítems de la tarjeta se lee: “Yo busco comportamientos saludables sin importar mi peso actual”.

Mirada integral

Lavia opina: “Es muy importante que quienes trabajamos en la salud empecemos a tener una mirada integral sobre las personas y dejemos de pensar que las personas son un número en una balanza. Hay que tener una mirada integral y respetar todas sus partes: la salud física, psíquica, social y emocional. Entender que en la singularidad de cada persona se habita una salud que es diferente a la de las otras”.

Criado enfatiza que en países como los Estados Unidos, las consultas están muy estructuradas, signadas muchas veces por la tecnología, donde en la sala de espera el paciente debe llenar su historia clínica en una tableta. “La consulta debería empezar siempre con una conversación, y ahí el paciente puede pedir lo que necesite, y el médico debería construir sobre esto, siempre con el paciente”, reflexiona.

Las tarjetas pueden comprarse por la página y se hacen envíos internacionales; están disponibles en inglés, francés y español
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Las tarjetas pueden comprarse por la página y se hacen envíos internacionales; están disponibles en inglés, francés y español (more-love.org/)

Los especialistas coinciden en que la balanza es una herramienta útil, como cualquier otra en la medicina, y que puede ser usada de vez en cuando. El problema radica en que el peso sea el centro de la consulta y en lo que se centre un tratamiento. Cuando se le consulta sobre en qué ocasiones debería ser pesado un paciente, Criado afirma que al menos una vez al año, pero no para centrarse en el peso, sino para conocer las fluctuaciones: “si una persona baja mucho de peso en un año hay que saberlo, porque puede tener consecuencias en la salud”. Por su lado, Mónica Katz, médica especialista en nutrición y fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios del Hospital Durand coincide con que pesar a un paciente es algo que debe evaluarse en la singularidad de cada consulta. También explica que en algunos casos, es importante pesar, como ocurre en trastornos alimentarios asociados con desnutrición, aunque el peso no es nunca el único factor a tener en cuenta.

En la página web, la creadora, Ginny Jones, explica que la tarjeta fue gratis durante dos años, pero debido a la alta demanda, tuvo que empezar a cobrar por los gastos de producción. Las tarjetas se consiguen en inglés, español y francés, y se realizan envíos a todas partes del mundo.

Para los profesionales, la existencia de las tarjetas es una señal de alarma que lleva a preguntarse por qué las personas deben llevar un pedido escrito, por qué no sienten que puedan decirlo: “Las tarjetas están buenísimas, pero lo ideal sería no necesitarlas, como profesionales de la salud debemos revisar nuestras prácticas y preguntarnos por qué le estamos dando tanta importancia a la balanza, dejar la automatización”, reflexiona Lavia. “Hay que educar a los colegas para que sean más sensibles con respecto al peso, ya sea por obesidad o por trastornos alimenticios. Es raro que haya que llevar una tarjeta, eso habla de la falta de empatía de los profesionales de la salud”, concluye Katz.

Al respecto de la controversia que surgió a raíz del uso de las tarjetas Jones escribió: “Nuestras tarjetas son una forma respetuosa y educada de afirmar una preferencia en el consultorio y de buscar consentimiento informado sobre ser pesado, si esto fuera realmente necesario para el cuidado y el tratamiento. Al final del día, estas tarjetas son un humilde vehículo para empezar una conversación entre un paciente y su médico. Lo que suceda después está entre cada paciente y su doctor”.

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El fin del Índice de Masa Corporal

El Índice de Masa Corporal (IMC) fue creado por el estadístico belga Adolphe Quetelet hace 200 años, que relaciona el peso con la altura de una persona. En la actualidad, el índice se sigue usando para diagnosticar el sobrepeso y la obesidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el sobrepeso se define con un IMC igual o superior a 25, y la obesidad como un IMC igual o superior a 30. El Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos afirma en su página web que el índice “es un método de evaluación fácil y económico para la categoría de peso: bajo peso, peso saludable, sobrepeso, y obesidad”. Sin embargo, muchos profesionales están dejando de lado esta práctica, al considerarla incompleta y poco útil. “Hubo una época totalmente pesocéntrica que estuvo signada por este índice, que hoy sabemos que no dice nada. Un jugador de rugby es, según este índice, una persona obesa, porque no tiene en cuenta la relación de músculo y grasa”, explica Criado, quien prefiere hablar de “peso biográfico” en el que se busca una armonía entre el peso, músculo y agua.

Para Lavia, el problema con IMC es que “no tiene en cuenta no solo la composición de ese peso, pero tampoco tiene en cuenta su historia, la edad, los antecedentes, la genética, su relación con su propio cuerpo y alimentación. Son muchas cosas las que constituyen aquello que llamamos salud”.

La nutricionista critica este abordaje: “La definición de la OMS sobre la salud se contradice con el uso del IMC para diagnosticar y definir la obesidad. Hay mucha violencia y estigmatización al definir una enfermedad a través de un IMC. Al final, lo que logra es alejar a las personas del sistema de salud. Es necesario cuidar a las personas que temen ir a una consulta”. La OMS define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.