Familias aguardan identificación de soldados argentinos

BUENOS AIRES (AP) — El cuerpo de José Antonio Reyes Lobos yace en las Islas Malvinas junto con los de más de cien soldados no identificados. Y su madre, de 79 años, no quiere irse de este mundo sin antes dejar una flor en una tumba que lleve el nombre de su hijo muerto en combate.

María Antonieta Lobos dice que por más de 30 años no ha podido hacer el duelo por José Antonio, caído durante la guerra que en 1982 libraron Argentina y Reino Unido por el archipiélago del Atlántico sur al que los ingleses llaman "Falklands".

"¿A quién le hago duelo yo? ¿A quién le hago duelo?", se pregunta Lobos, una chilena quien parece cansada de la espera. "¿A mi hijo? ¡Si no lo vi!", se lamenta.

Ahora, sin embargo, se ha abierto una esperanza para que Lobos cumpla su deseo.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) inició un proceso para dar nombre a los 123 soldados inhumados sin identificar, luego de un acuerdo firmado en diciembre por Argentina y Gran Bretaña. Ambos gobiernos han dejado a un lado sus diferencias sobre la soberanía del archipiélago para abocarse a esta tarea humanitaria.

Laurent Corbaz, el responsable del equipo del CICR instalado en las Malvinas, dijo a The Associated Press durante una visita a las islas que comenzó la etapa de preparación y logística, y a partir de junio los forenses esperan exhumar los cuerpos en el cementerio de Darwin donde permanecen en tumbas separadas y tomar muestras de los tejidos.

En una tercera y última etapa, que el comité espera concluya a finales de 2017, un laboratorio de la provincia argentina de Córdoba establecerá los perfiles de ADN para compararlos con las muestras de referencia de los familiares. Posteriormente, dos laboratorios de España y Gran Bretaña realizarán cotejos cruzados, según establece el acuerdo firmado por los dos países.

Las muestras de tejido serán extraídas en el mismo lugar de las exhumaciones y de inmediato los restos serán vueltos a sepultar.

"Estamos extremadamente contentos de que podemos avanzar y esperemos que podemos aportar la mayor cantidad posible de respuestas a las familias", dijo Corbaz.

La guerra de las Malvinas terminó con la derrota del país sudamericano y un saldo de 649 soldados argentinos muertos, de los cuales casi la mitad perecieron en el hundimiento del crucero General Belgrano. Un total de 255 británicos murieron.

En un aislado paraje, cerca del puerto Darwin, está el camposanto con 230 tumbas, de las que cada una de las 123 sin nombre tiene una placa con la leyenda "Soldado argentino solo conocido por Dios". En uno de estos sepulcros se cree que están los restos de José Antonio Reyes Lobos, quien murió el 14 de junio de 1982, día en que finalizó la guerra.

Gran Bretaña habilitó en 1983 el cementerio para sepultar a combatientes argentinos enterrados previamente por sus propios compañeros en los campos de batalla. Hasta ahí han llegado familiares de los caídos en diversos viajes acordados por las autoridades británicas y argentinas.

"Pero yo le digo (a mi madre) 'puede estar como no estar, y vos tenés que estar preparada para las dos cosas; porque si no estuviera, es la verdad y la verdad es la que libera", dijo Cecilia, hermana de José Antonio.

La madre y las tres hermanas de este soldado visitaron el cementerio isleño en 1992. Pero, como otras familias, no fueron avisadas de que iban a encontrar decenas de tumbas sin nombre.

"Las mamás nos parábamos (ante las sepulturas). Recorrimos tumba por tumba buscando una señal, algo", recordó Lobos sobre el amargo momento en que tuvo que elegir una de las sepulturas sin nombre para rezar por su hijo.

Unas 110 familias, incluida la de José Antonio, han firmado para que se lleve a cabo la identificación, dijo a la AP Julio Aro, un ex combatiente que desde hace años impulsa el proyecto a través de la fundación "No me olvides".

Según Aro, el plan tomó realmente forma cuando en 2012 el músico inglés Roger Waters convenció a la entonces presidenta Cristina Fernández (2007-2015) de que se involucrara, luego de hacerle llegar la carta de la madre de un soldado argentino que deseaba que su hijo fuera localizado.

Hay algunos familiares, sin embargo, que se lamentan de la tardanza para identificar los cuerpos y temen que removerá viejas heridas. Se quejan, además, de que su opinión no se tomó en cuenta a la hora de definir el proceso.

"Es el lugar donde están descansando; remover todo ahora después de 35 años no es el momento oportuno, ni para los cuerpos, ni para los papás y hermanos que tenemos el dolor encima y estamos elaborando el duelo", dijo Said Massad, padre de Marcelo Daniel Massad, cuyos restos permanecen sin identificar.

Dalal Abd, esposa de Massad, señaló a su vez que ha pedido a la cancillería argentina que los familiares puedan tener un contacto más directo con el proceso para asegurar un manejo cuidadoso de los restos.

La Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur, de la cual Abd es secretaria, propuso la participación de un forense argentino que es veterano de la guerra en el proceso, el cual contempla a dos peritos de esa nacionalidad, dos de nacionalidad británica y varios de la CICR.

"El mejor acto de soberanía que existe es ponerles nombre", dijo Aro al salir al paso del temor de varios familiares de que la identificación desemboque en un pedido masivo de sus parientes de trasladar los restos a la Argentina continental.

Y es que para algunos, los restos de los soldados son el único vestigio argentino en las islas.

Según Abd, si los restos comienzan a ser trasladados "perdemos todo". "No pudimos recuperar las islas pero esa sangre es emblema (argentino)", sostuvo.

Lobos no tiene dudas al respecto: desea que el cuerpo de su hijo descanse en Malvinas.

"Quiero que se quede allí porque allí eligió morir", dice la anciana, quien espera que en su cumpleaños 80 "pueda viajar para allá" e iniciar ante la tumba con el nombre de su hijo el duelo que no ha podido realizar por más de tres décadas.

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Contribuyeron con esta nota los periodistas de The Associated Press Triaghana Smith, en Malvinas, y Paul Byrne, en Buenos Aires.