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Explican cómo el cerebro responde a la 'ropa provocativa' y no hay excusa

A raíz del escándalo del Club de Presidentes, de los numerosos testimonios contra el productor Harvey Weinstein y de todos y cada uno de los casos de acoso y abusos sexuales que se han convertido en el día a día de los medios de comunicación, en The Guardian, Dean Burnett, que está a punto de sacar un libro sobre la excitación sexual, ha escrito una columna en el periódico británico explicando cómo responde el cerebro ante la excitación sexual generada por la imagen de alguien vestido con “ropa provocativa”.

El cerebro cuenta con un complicado funcionamiento ante un estimulo visual excitante y sistemas de autocontrol del deseo. (Foto: Paula Bronstein /Getty Images)
El cerebro cuenta con un complicado funcionamiento ante un estimulo visual excitante y sistemas de autocontrol del deseo. (Foto: Paula Bronstein /Getty Images)

En un artículo extenso lleno de literatura y contextualización, la parte central del mismo es donde se encuentra la explicación que se promete en el titular, How ‘provocative clothes’ affect the brain – and why it’s no excuse for assault (¿Cómo la ‘ropa provocativa’ afecta al cerebro y por qué esto no es una excusa para asaltar?). Ahí es donde el autor explica cómo funciona el cerebro ante la imagen que recibe de una persona que viste lo que sería ropa ‘sexy’, por decirlo de alguna manera, y que algunos definirían como ‘ropa provocativa’.

Burnett, que ha realizado una profunda investigación para su próximo libro, explica que aunque aún se está lejos de una “comprensión profunda”, hay una clara evidencia de que la excitación o el deseo acarrean consigo “muchos componentes cognitivos, más allá de las características físicas básicas”. Explica que se ha observado cuando el cerebro recibe el estímulo –en este caso el de la imagen de una mujer vestida con un tipo de ropa concreto-, la corteza prefrontal se encarga de determinar si es de naturaleza sexual. Lo hace “mediante enlaces a los sistemas emocionales de recompensa más fundamentales”.

Si ese estímulo es considerado sexual, capta la atención y la amígdala junto con el giro cingulado se encargan de activar los “procesos emocionales y de motivación”. Es un proceso tremendamente complejo que el autor del artículo intenta simplificar para que se pueda entender. “Es increíblemente complejo en los detalles, pero los sistemas neurológicos que regulan la excitación y el deseo tienen muchos efectos potentes a través de regiones importantes de nuestro cerebro”, resume.

Llegados a este punto se explica la teoría de que los hombres son “más vulnerables a ser excitados sexualmente por la apariencia”. Algo que, según él, tiene cierta base. Si bien puntualiza que quizá una explicación para esto se encuentre en el entorno que rodea al ser humano. “Tal vez es el resultado del hecho de que nuestros deseos sexuales y los sistemas que los sustentan se desarrollan junto con el resto de nuestro cerebro, por lo que están influenciados por el mundo que nos rodea”.

A lo que añade que “en el mundo que nos rodea, la forma femenina sexualizada se presenta con tanta frecuencia en casi todos los medios que es esencialmente un tipo. Podría argumentar que la razón por la cual los hombres tienen un elemento visual más fuerte para su excitación sexual es porque vivimos en un mundo donde las imágenes sexys para que los hombres se vean están en todas partes, mientras que las mujeres tienden a necesitar ser más creativas y el cerebro se desarrolla en consecuencia.

Llegado a este punto, al de que efectivamente parece que el hombre se excita más visualmente que la mujer llega la gran pregunta. ¿Significa eso que puede llegar a perder el control? La respuesta es que “no exactamente, no”. El cerebro cuenta con mecanismos de autocontrol en este sentido. Por ejemplo, el cortex orbitofrontal participa en la regulación y supresión del comportamiento sexual. Además, esta la zona del cerebro que indica lo que es una buena idea y lo que no.

Aquí la amígdala vuelve a cobrar especial relevancia, porque se cree que es ella la que decide en este sentido. Pone como ejemplo dos situaciones. La de una mujer desnuda en una habitación o en un supermercado con un cuchillo. La amígdala intervendría en el proceso cerebral que ayudo al individuo a discernir lo que es bueno y lo que es malo.

Aunque hay ocasiones en las que los sistemas de control y restricción se pueden ver comprometidos, como una alta ingesta de alcohol que afectaría a la corteza orbitofrontal, eso no exime al hombre de responsabilidades si la decisión que toma no es la adecuada. “Es posible que estos sistemas de restricción se vean comprometidos. El alcohol puede obstaculizar las áreas más altas y complejas, como la corteza orbitofrontal, al tiempo que deja intactos los impulsos más primitivos que gobiernan la excitación“, dice.

La conclusión a la que llega Burnett es que ante la evidencia de que los hombres son más vulnerables a una excitación visual que las mujeres, existen mecanismos de control del cerebro para controlar ese deseo y saber qué es correcto y qué no. De ahí que usar la excusa de la ‘ropa provocativa’ para justificar un asalto no sea válida. Además de por todo lo obvio, el comportamiento del cerebro explicado por Burnett lo rebate.

En ese mismo sentido, una exposición inaugurada recientemente en Bruselas desmontaba también los prejuicios de la ropa que llevaban las víctimas de violaciones. Llegada desde Estados Unidos, la muestra tira por tierra cualquier teoría de las que giran en torno a la indumentaria de las víctimas.