El eternauta: un proyecto atado por un buen tiempo a las especulaciones

¿Qué adaptación de El eternauta veremos por Netflix? ¿Cómo se verá en el siglo XXI desde una plataforma abierta a múltiples pantallas una historia del siglo XX, escrita en 1957, que todavía merece ser calificada como la gran historieta argentina de todos los tiempos?

Hasta que los anuncios de esta semana se conviertan en precisiones y datos concretos se abrirán decenas de conjeturas. Las primeras giran alrededor del único dato cierto: la adaptación que dirigirá Bruno Stagnaro será contemporánea a nosotros y no al tiempo histórico en la que fue escrita por Héctor G. Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López. Aquel Eternauta original de fines de los años 50 partía de un retrato social y económico de la Argentina de entonces (más concretamente de una Buenos Aires que se suma al relato como actor clave). Juan Salvo y sus amigos (Favalli, Lucas, Polsky) tenían en la historieta perfiles que forzosamente tendrán que rehacerse si la adaptación se ubica, tal como fue anunciado, en la actualidad.

En la memoria de muchos, quizás más que la historia original, queda el último tramo de la vida de Oesterheld. La publicación de una segunda parte de El eternauta con una carga ideológica muy explícita, fruto de su militancia en Montoneros, y el terrible final que lo sumó en 1977 a la lista de personas desaparecidas. Sus cuatro hijas sufrieron el mismo destino. ¿Tendrá el futuro Eternauta de Netflix alguna de estas señales postreras de la obra más importante de Oesterheld?

Todo indica a priori que la serie se abocará a la recreación en clave de serie de la trama original. De la primera parte. Y en Netflix hay un antecedente muy cercano que permite imaginar una toma de distancia respecto de alusiones políticas más bien precisas, de esas que siempre provocan controversias, reacciones e incomodidades. Cuando empezó a hablarse del proyecto de Triple Frontera, el guión de Mark Boal (que iba a dirigir Kathryn Bigelow) contemplaba temas como el terrorismo, el narcotráfico y otros negocios turbios en el enclave compartido por la Argentina, Paraguay y Brasil con cabecera en Ciudad del Este.

Después de varios años de contramarchas, incertidumbres y quejas preventivas de autoridades locales, el proyecto se trasladó a otra triple frontera, más cercana a la zona andina, y sin la carga política del proyecto original. Así ocurrió en 2019.

Más allá de todas las presunciones, llevar a la pantalla una historia como la de El eternauta tiene elementos de extraordinario potencial y constituye todo un desafío para sus responsables. Pensemos en la concepción visual de la invasión y el diseño de los extraterrestres y la maquinaria que se pone en movimiento para ocupar la ciudad (en especial por el lado de los ya míticos cascarudos gigantes). También en la puesta en escena de situaciones decisivas como la batalla de la cancha de River Plate y el enfrentamiento del Puente Pacífico.

Estamos ante un proyecto que va a requerir un enorme despliegue de logística y de recursos de producción y que seguramente convertirá a la Capital Federal en un gigantesco set de filmación. Y que en el plano artístico descansará en la destreza y el talento de Bruno Stagnaro, cuyos sólidos antecedentes se acercan a aquella idea central de las aventuras de Oesterheld, la del héroe que solo adquiere su condición de tal cuando actúa de manera colectiva.