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Este pequeño país asiático le da una lección al mundo sobre cómo eliminar las emisiones de dióxido de carbono

Aunque su extensión territorial abarca apenas 47,000 kilómetros cuadrados, Bután, un pequeño país asiático, ha conseguido convertirse en la primera nación del mundo con emisiones negativas de carbono (CO2), lo que significa que absorbe de la atmósfera más gases de efecto invernadero que los que emite.

Localizado entre China y la India, y con solo cerca de 797,000 habitantes, este paraíso es un líder ecológico no solo gracias a sus bosques que cubren el 70% de su superficie y actúan como sumideros de carbono natural, sino también a su plan de acción que busca mantener un equilibrio medioambiental.

Bután (AFP Photo/ARUN SANKAR)
Bután (AFP Photo/ARUN SANKAR)

Su poco desarrollo infraestructural y el hecho de que la mayoría de su población trabaje en los sectores de la avicultura y agricultura, ha sido un factor importante en las bajas emisiones de CO2.

Las cifras indican que cada año expulsa a la atmósfera menos de 2.5 millones de toneladas, y por si fuera poco, elimina el triple de lo que produce.

Pero además de ser un país privilegiado por la naturaleza, su gobierno se ha enfocado en la protección del medio ambiente y para ello, durante los últimos 46 años, ha implementado una serie de medidas que buscan reducir la emisión de dióxido de carbono.

Una de ellas es que en la Constitución aparece que el 60% de la tierra total de Bután debe permanecer bajo una cubierta forestal. A esto se le suma que en 1999 decidieron eliminar la exportación de madera.

Bután apuesta por un turismo sostenible y cobra distintos cargos al turista por día, pero los locales siguen preocupados por la influencia negativa sobre los ecosistemas. (Wikimedia Commons).

El país no permitió el turismo hasta 2002, y ahora cobra un impuesto de 250 dólares diarios por persona para asegurar que los visitantes no dañen en equilibrio ecológico.

Según explicó Juergen Nagler, del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas en Bután, el país está concentrado en convertir a la naturaleza en su fuente de vida.

“Es el único país del mundo que, por su propia constitución, protege sus bosques”, aseguró.

Siguiendo esta línea, también podemos resaltar que el país genera energía hidroeléctrica mediante los arroyos de sus montañas, y es tan grande la producción que puede venderle a los países vecinos. Todo este proceso compensa anualmente la emisión de hasta 4.4 millones de toneladas de CO2.

Nagler agregó que aunque las proyecciones muestran que la emisión de CO2 podría duplicarse para el año 2040, Bután se mantendrá siendo un país de carbono negativo si mantiene activas las iniciativas gubernamentales que “aprecian la armonía con el ambiente natural”.

Turbinas eólicas en la aldea de Rubesa (AFP Photo/ARUN SANKAR)
Turbinas eólicas en la aldea de Rubesa (AFP Photo/ARUN SANKAR)

Y si bien los esfuerzos de Bután parecen motivar a los gobiernos de otros países europeos, sus iniciativas no han logrado llegar a Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump continúa apoyando a la industria del carbón -uno de los principales contaminantes del medio ambiente-, dejando de lado el peligro del cambio climático.

Además, Estados Unidos bajo Trump se retiró de Pacto de París para reducir las emisiones de CO2.

Sin importar que aumenten considerablemente las expulsiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero, la administración lanzó un plan que le permitiría a las centrales eléctricas más flexibilidad y despreocuparse de las cuestiones ambientales, lo que aleja cada vez más al país de los objetivos del acuerdo climático de París de 2015.