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Esta imagen es una señal de lo que siempre es una señal, que el poder primitivo le tiene pavor a la inteligencia

Miles de libros fueron destruidos en un incendio en una universidad venezolana
Miles de libros fueron destruidos en un incendio en una universidad venezolana (Twitter @UDO_ve)

Si usted no sabe dónde ocurrió la imagen en la que prenden en llamas al conocimiento, de una cosa sí puede estar seguro, y es que el mensaje siempre es el mismo: tenemos miedo.

Quemar libros ha sido una acción tomada desde el poder desde que el libro mismo existe. Porque el libro es desde su nacimiento el primer vehículo masivo que encontró el conocimiento para esparcirse más allá de su autor. Y el conocimiento es la duda.

Quien tiene motivación por investigar, elucubrar, descubrir, es porque tiene una intuición: que las cosas no son necesariamente lo que parecen. Ese es el gran motor de la ciencia y el pensamiento.

Es decir, que pocas cosas hay más orgánicamente anti totalitarias que el conocimiento. El conocimiento es el espejo de la inconformidad, y la gasolina para más inconformidad.

El mundo no es apenas lo que vemos, y apenas también es que estamos empezando a descubrirlo. Mientras más sabemos, también se multiplica lo que ignoramos. Y ese viaje a través del cual ponemos en duda lo que parece y nos aventuramos a explorar qué nuevas causas, formas y significados tendrá, es la expresión más prístina del espíritu de libertad del hombre.

¿A quién podría incomodar un libro?

¿A quién podría incomodar un libro? Fácil, al que ha instituido una verdad única y el poder que usufructúa depende de esa verdad. Ese no quiere que nada se sepa, que nada se discuta, que nada se mueva.

El que quema libros, prohíbe hablar, censura medios, cierra periódicos, compra estaciones de radio. ¿Alguna vez ha ido a Cuba? Es como ir a una gran iglesia: ahí solo se sabe una sola verdad. Las especulaciones, las discrepancias, las discusiones, las preguntas, están prohibidas. Viven en los rincones. Se susurran (porque el ser humano es así, aunque ellos quieran instaurar uno nuevo que esté sometido).

Eso es lo que significa la quema de los libros en la biblioteca de la Universidad de Oriente de Venezuela (...) y el chavismo ni siquiera ha tenido el gesto hipócrita de condenarlo

Eso es lo que significa la quema de los libros en la biblioteca de la Universidad de Oriente de Venezuela, una de las universidades del sistema público de educación superior más tradicionales del país. Ocurrió el 1 de junio y el chavismo ni siquiera ha tenido el gesto hipócrita de condenarlo.

El asedio al saber se instauró desde que Chávez se montó en el poder. Desde entonces, las universidades estorban, estorba la academia, la discusión, el cuestionamiento. Hace mucho que las dejaron sin presupuesto, las amenazaron, las judicializaron y construyeron un sistema paralelo, chavista, donde se imparte una verdad única.

Pero el miedo que tienen es tan grande que no les basta. Necesitaban la imagen, la del libro quemándose. Para decirle a sus pares que si piensan, terminarán incinerados.

Es el horror del miedo, el mismo que cundía en la Inquisición, en el que terminan convirtiéndose todas las dictaduras, de derecha o de izquierda, totalitarias o autocráticas, narco-contrabandistas o fraudulentas.
Quemar libros es una práctica que hacían los chinos 200 años antes de Cristo.

Lo han hecho religiones de todas las culturas, para no mostrar que las creencias sobre las que estaba basado su poder, era falible. Lo han hecho los regímenes militares, en Europa y en América Latina: para la España en tiempos de Franco, o la Alemania de Hitler, para la Argentina de Galtieri, la Cuba de los Castro y el Chile de Pinochet, los libros eran censurados, quemados, discriminados.

Enemigos de la libertad

Quien es enemigo de los libros, no sólo es enemigo de la educación, de la pluralidad, de la curiosidad y de la cultura. Es enemigo de la libertad. Porque la libertad lo pone en cuestión, y ellos dependen de una verdad absoluta: la que ellos propongan.

Es un tema increíblemente discutido en Fresa y Chocolate, aquella película basada en el cuento El bosque, el lobo y el hombre nuevo, de Senel Paz, premio Juan Rulfo. Una forzadamente hipócrita élite intelectual y revolucionaria, se preguntaba en los rincones cómo era posible que hubiesen censurado la llegada de libros de Mario Vargas Llosa.

Pero quizás la más universal de las ignominias al conocimiento es aquella que en 1933, en la plaza de Bebelplaz, Berlin, comenzó con la quema de libros que los nazis consideraban "antialemanes". Fue, aquella quema, un evento que se repitió sistemáticamente por toda Alemania hasta 1945.

Aunque no lo parezca, el horror es una expresión extrema de lo que sienten los poderosos fanatizados ante la indómita fortaleza del conocimiento, que no es sino la característica única e indestructible de la esencia de los seres humanos.

Así que, para el infortunio de los piromaníacos, aunque sean muchos los libros que quemen, tarde o temprano, el poder de su verdad será enjuiciado. El conocimiento siempre regresa. Y los libros, los que hicieron cenizas, y muchísimos más, nuevos, se imprimen y distribuyen por el mundo en formato digital.

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