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Lecciones necesarias tras el 'compadreo' entre Espinosa de los Monteros, Iglesias y Arrimadas

Iván Espinosa de los Monteros, Pablo Iglesias e Inés Arrimadas
Iván Espinosa de los Monteros, Pablo Iglesias e Inés Arrimadas

La imagen de Iván Espinosa de los Monteros, Pablo Iglesias e Inés Arrimadas grabada mientras disfrutaban de su mutua presencia en un tono distendido durante la celebración del Día de la Constitución ha sido calificada como un acto de traición por parte de muchos de los seguidores de cada uno de los protagonistas. ¿Realmente estos enemigos que se descalifican sin piedad cada vez que pueden se estaban echando unas risas como si fueran íntimos? ¿Cómo es posible que se relacionen de esa manera con estos ‘fascistas’? ¡Cómo pueden compartir con estos ‘comunistas’ que quieren romper a España! En fin, todos esos argumentos que hacen del país una tierra rica, diversa e inclusiva…

Detrás de ese momento de complicidad entre la derecha, la izquierda y el centro, hay una normalidad que ya podría trasladarse al tablero del juego político. Pero no interesa, porque donde se gana es en la polarización, en identificar a la ciudadanía con el verde, con el rojo, con el azul, el violeta o el naranja, y en exprimir sus posicionamientos sin dejar ni pulpa. Es a través de los discursos del odio como se recaudan votos y es en la crispación donde el juego de la política llega a su clímax.

Aquellas risas en el Congreso de los Diputados entre Espinosa de los Monteros, Iglesias y Arrimadas mostraron la humanidad escondida detrás de los comportamientos robóticos de la clase política. Y no es que ese compadrazgo signifique que se vayan a tomar cañas después de las sesiones parlamentarias, simplemente es un diálogo distendido entre personas que trabajan en lo mismo y se pueden permitir la licencia de echarse unas risas en los descansos. ¿Acaso no hay algo más humano que eso?

El nivel de los debates ha bajado de una manera alarmante (Pablo Blazquez Dominguez)
El nivel de los debates ha bajado de una manera alarmante (Pablo Blazquez Dominguez)

Claro, que luego los vemos en las tertulias, en los canutazos y en los debates, y la manera en la que se desprestigian los unos a los otros es diametralmente opuesta a esa camaradería ‘vacacional’. Se produce entonces una desconexión en nuestros cerebros porque percibimos una contradicción difícil de asumir. Al fin y al cabo, todo es un juego y la política es para tomársela en serio pero con una sonrisa, por eso, quizás haya más de una lección, y de dos, que aprender tras la imagen de los tres representantes.

En lugar de criticar el ‘buenrrollismo’ entre ellos y catalogarlo de traición, puede que sea más efectivo desprestigiar los momentos mayoritarios de crispación, porque sus ataques mutuos son trasladados a la ciudadanía y se repiten hasta la saciedad con discursos llevados al límite. Básicamente, generan problemas, o los avivan, entre amigos, desconocidos e incluso familiares. Incluso el ansia por desprestigiar a sus rivales políticos ha provocado que el nivel de los debates en el Congreso haya bajado de una manera alarmante con respecto a los que se celebraban antaño. Si existiera un contador de horas perdidas en echar en cara errores o debilidades del adversario en lugar de argumentar con la elocuencia de aquellos que deberían ser intelectuales…

La crispación prima en la política española. (PIERRE-PHILIPPE MARCOU)
La crispación prima en la política española. (PIERRE-PHILIPPE MARCOU)

Hacer política es debatir, diferir, argumentar, pero también es luchar por el interés común de la ciudadanía, y ese es un elemento en extinción. Por eso es tan importante que esas risas en el descansillo sean más habituales y también se trasladen a la esfera de la toma de decisiones. Hace falta más humanidad en la manera de hacer política - y en el liderazgo en general - porque la escisión entre la élite gubernamental y el pueblo es cada vez mayor. Si en lugar de sentirnos identificados con ideas llevadas a los extremos que son amplificadas por personajes que, en muchos casos, no son ejemplo de nada, lo hiciéramos con una actitud de consenso y un deseo de llegar a conclusiones efectivas, quizás los niveles de compromiso y de participación democrática serían mayores. Un 30 por ciento de abstención como el registrado en las últimas elecciones es una bofetada a la democracia. Si con la estrategia de la polarización no se consigue llevar a la ciudadanía a las urnas, ¿por qué no cambiar de táctica?

Una actitud donde se dé prioridad a la aquiescencia, menos centrada en alcanzar el poder por beneficio personal o por la mera aprobación de unas ideas y más enfocada en intereses comunes generaría un contexto menos revuelto. Si esa distensión mostrada por Espinosa de los Monteros, Iglesias y Arrimadas fuera la tónica general y propiciara una gobernabilidad más consensuada, quién sabe, quizás se gane en eficiencia y todos salgamos beneficiados.

Crispar es tan sencillo como inefectivo, eso ha quedado claro, lo difícil es serenar, calmar, relajar el tono. El reto está en reír más y echar menos humo por las orejas. Puede que así se piense con más claridad y se ejecute con menos necedad.

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