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La espera que desespera: historias de trabajadores del tenis y el golf aficionados, aturdidos por la inactividad y la incertidumbre

Cinco meses sin clases de tenis y sin trabajar han sido un impacto enorme en la comunidad del tenis argentino. También el golf -otro deporte individual y con riesgo mínimo de contagio- ha sufrido la cuarentena. Parte de los profesores, raqueta en mano, han podido regresar paulatinamente a sus tareas: son los que se desempeñan en veinte provincias en las que se habilitó la práctica de clases y actividad recreativa individual, de la mano de un protocolo sanitario presentado por la Asociación Argentina de Tenis (AAT) y aprobado por las autoridades. Sin embargo, un número significativo de profesores, que trabajan en la región metropolitana (Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, el AMBA) continúa a la deriva.

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La espera lleva casi 150 días, mientras la desazón se combina con el enojo que generan declaraciones como la del ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán, que no dudó en considerar al tenis como "una actividad riesgosa" y en declaraciones a América 24 consideró: "He hablado con gente que juega al tenis y me dice «estamos lejos, no tenemos contacto físico». Y yo le dije: «Todo jugador de tenis se seca la nariz y la frente con la mano, agarra la pelota que va al otro jugador, y después la agarran los chicos que alcanzan las pelotas. Entonces, no me digan que no hay contacto físico, porque están manoseando las pelotas con las mismas mucosidades. Hay que tener cuidado: ya son seis o siete las personas que pueden llevarse el contagio a casa". Palabras que evidenciaron desconocimiento, ya que en el tenis recreativo no hay ball-boys, y el protocolo sanitario marca claramente que sólo el profesor tiene acceso a las pelotas con las que se realiza la clase, entre otras medidas de precaución.

La mayoría de las partes coincide en que son cerca de 2500 los profesores de tenis más afectados, que son los que solían desempeñarse en el denominado AMBA. Son profesionales independientes, que dependen casi exclusivamente de las clases: si llueve, no pueden trabajar; si hay cuarentena, tampoco hay condiciones para conseguir ingresos. La gran mayoría es monotributista; son muy pocos los que trabajan en relación de dependencia en clubes. Así, la red de contención es mínima. Algunos han debido apelar a los ahorros para subsistir; los más, acostumbrados al día a día, debieron trabajar "de otra cosa", al menos temporariamente, para llevar el pan a su casa.

Dentro del ambiente se sabe que hay profesionales de extensa trayectoria que vendieron sus raquetas -su material de trabajo- para subsistir; otros se dedicaron a incursionar en rubros muy lejanos, como la venta de vino y bebidas alcohólicas por Internet, manejar un Uber o un taxi, reparto de verduras, delivery de comida rápida, etc. "Estoy esperando a que se abra la actividad. Mientras, me las rebusco. Hay varios alumnos que quieren volver, que ya me pidieron horas para cuando esto pase. Pero ahora estoy dedicándome a la personalización de logos y textos para cubiertas de autos, algo que aprendí en Diseño Industrial; pedí un préstamo, que me ayudó para no estar con la soga al cuello, y arranqué con eso", cuenta Juan Manuel Buldine, que es egresado del Profesorado Sudamericano, y trabaja como profesor de tenis desde 2002; antes de la cuarentena se desempeñaba en el Club Alvear y en Nueva Chicago. Su caso es similar al de otros cientos de colegas.

Algunos dan un paso más lejos: se van del país. Es lo que hizo Luciano Cabeiro, entrenador desde hace casi 21 años en el circuito ATP, WTA e ITF Juniors, certificado por la Federación Internacional de Tenis. Fue coach, por ejemplo, de la alemana Anna-Lena Grönefeld (14° de la WTA en 2006). También es abogado, recibido en tres años en la UBA. Antes del inicio de la cuarentena, Cabeiro entrenaba a dos juniors nacionales: Valerio Aboian (18 años; 138° del ranking) y Matías Iturbe (18; 257°), entre el Darling Tennis Club y Arsenal de Sarandí. Sus padres, jubilados, le ofrecieron "bancarlo", pero Cabeiro tiene 41 años y entendió que no era justo. Dejó su vida, su casa. Y emigró. Está en Saltillo, México, donde le ofrecieron trabajo. Y no como entrenador, sino como administrador y encargado de logística de un club de pádel.

"Hace un mes tomé la decisión. Fue durísimo. Vengo a sobrevivir. Esto no es para lo que me formé. Me da bronca. En la Argentina me quitaron mi trabajo, mi forma de vida, mi círculo social. Empiezo de nuevo", masculló, ante LA NACION. No sabe cuánto tiempo se quedará en México, ni cuál será el costo psicológico que pagará. "No sé cuánto va a aguantar mi cabeza, no sé cuáles serán las secuelas. Me encanta trabajar y desde los ocho años siempre tuve una pelota y una raqueta en la mano. Mucha gente se cree que el profesor de tenis es el del canasto y nada más, y no es así. Yo dejé toda una estructura, con preparador físico y psicólogo. La Argentina sigue expulsando recursos humanos: yo me formé en el país, pero me tuve que ir".

Julián Pezzarini, profesor de tenis desde 1993, coordinador de la escuela municipal de Tigre, importador de Head y a cargo de una empresa de gerenciamiento deportivo, evalúa: "El rubro tenis no está muy regulado, los profes son monotributistas no tienen un sueldo fijo, no acceden al IFE ni al crédito a tasa 0. Los clubes tienen que mantener la estructura, las canchas, los sueldos, los servicios, con un gasto de mínima de 300.000 pesos por mes y con 0 ingresos. Los locales especializados hoy venden por Internet, pero la facturación es menos del 30 por ciento que cuando todo era normal. Hoy el reclamo más firme es que la industria pueda volver a girar".

No hay, por otra parte, una agrupación fuerte que contenga a los profesores, más allá de que la AAT cuenta con una Subcomisión de Profesores. Una de las entidades que buscó incorporarlos es la APTA (Asociación de Profesionales del Tenis Argentino), fundada por Esteban Palombo hace cinco años. "En esto hay que hacer un mea culpa, no hay una defensa gremial, está faltando un sindicato. Falta unión en nuestro trabajo, y al ser un deporte individualista y trabajar todos de manera independiente, es difícil lograr la cohesión que sí hay en otros deportes", sostiene Palombo, que fue uno de los profesores que en junio pasado marchó de manera pacífica a la quinta de Olivos para "pedir trabajar". Habrá otra manifestación similar este domingo.

Nos encontramos con escasas respuestass. Ahora están saliendo a reclamar, pero lo hicieron muy tarde, con poca fuerza. Que vuelva el fútbol y no pueda volver el tenis es ridículoEsteban Palombo, profesor de tenis

Palombo apunta sus cañones contra la AAT y los funcionarios: "Nos encontramos con escasas respuestas, débiles. Ahora están saliendo a reclamar, pero lo hicieron muy tarde, con poca fuerza. Que vuelva el fútbol y no pueda volver el tenis es ridículo, y no tengo nada contra el fútbol, pero no tiene nada de lógica. Nosotros hicimos una marcha con un petitorio y luego fuimos a cada municipio; nos escucharon, pero nos dijeron que dependía de lo que dijera la Provincia (de Buenos Aires). Entonces hicimos una carta con un pedido de 124 clubes del Gran Buenos Aires, dirigida al gobernador Axel Kicillof. La respuesta que tuvimos fue que el tenis producía contagio a través de los ball-boys, lo que dijo Gollán. A partir de ahí, la AAT empezó a ser un poco más insistente".

Del lado de la AAT, el vicepresidente Mariano Zabaleta conversó con LA NACION y explicó: "Desde el primer momento de la pandemia buscamos una solución. El 23 de abril se presentó el protocolo que trabajamos con infectólogos y profesionales de la salud, y eso permitió la reapertura en 20 provincias. La postergación de la semana pasada en la Ciudad fue un baldazo de agua fría porque estábamos muy ilusionados, pero acá dependemos de lo que diga el Presidente (Alberto Fernández)".

Se espera que en la próxima fase de apertura llegue el anhelado permiso. En el Gran Buenos Aires, la situación es más compleja, y la vuelta de las clases de tenis no sería antes de fines de septiembre o principios de octubre, por lo menos.

En este punto, hay que establecer una diferencia: después de varias reuniones con la AAT, la Ciudad de Buenos Aires tenía previsto abrirle la puerta al tenis el lunes pasado, pero esa decisión se postergó luego de la última reunión tripartita entre el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta, Kicillof y el presidente Alberto Fernández. Se espera que en la próxima fase de apertura llegue el anhelado permiso. En el Gran Buenos Aires, la situación es más compleja, y la vuelta de las clases de tenis no sería antes de fines de septiembre o principios de octubre, por lo menos.

"Creemos que desde el 16 el tenis se va a activar en CABA, pero igual vamos a seguir porque los profes están en una situación desesperante. Después de la apertura no tuvimos ninguna consecuencia negativa en otras provincias. Está demostrado que el tenis es el deporte que menos riesgo tiene. También es cierto que muchas provincias estaban con pocos casos de contagio, no podemos comparar con lo que es el AMBA o Ciudad. En el Gran Buenos Aires hay muchos municipios que tienen pocas camas de terapia intensiva, casi desbordados, y nadie quiere que haya más infectados ni muertos".

Zabaleta amplió la visión de la situación: "Hace 30 años que conozco a la mayoría de los profesores y nosotros somos los primeros que queremos que esto abra. Me parece que tienen que organizarse los profes. Es una demanda histórica que nunca se concretó. Desde la AAT vamos a brindarles capacitación y aptitudes para que ellos puedan desempeñarse. En el país tenemos unos 5000 profesores y estamos haciendo por primera vez un registro nacional".

Palombo, a cargo de la concesión del tenis en el club Banco Nación, mira más allá y alerta sobre el día después: "Hay que ver qué pasa cuando se permita la actividad. Va a estar raro, porque algunos van a seguir con lo que están haciendo ahora, son muchos meses que ya le dedicaron a eso. Quizás el profe dice: 'Mirá si vuelve la cuarentena, ¿para qué voy a dejar lo que ahora tengo?' Es difícil. El número que tenemos es que 70.000 familias vivimos de la industria del tenis, lo que incluye a los profesores, cancheros, administrativos, las casas de deportes, las moliendas (para las canchas de polvo de ladrillo). Es una actividad relativamente grande".

Otros afectados, en tanto, son los clubes. Por un lado, están los clubes sociales, que tienen varios deportes y pueden contar con la ayuda de su masa societaria; luego, los countries y barrios privados, con sus propias canchas de tenis, y por último los clubes privados, que son una suerte de comercio de cercanía, y son los que más en riesgo están. "Es sencillo: si no alquilamos las canchas, no tenemos ingresos. Hay una estructura, yo sigo pagando impuestos, luz, gas y agua con tarifa comercial como si todo fuera normal, con gastos fijos por encima de los 100.000 pesos, las cargas de polvo de ladrillo (de 15 a 20.000 pesos cada una) pero mi ingreso desde hace casi cinco meses es cero. Y eso que soy propietario, peor están los que encima tienen que pagar alquiler", cuenta Horacio García, propietario hace 37 años de Tennis Pro, en San Isidro.

Y agrega: "Yo accedí al crédito a tasa cero, pero eso sólo me sirvió para pagar una parte, y estamos endeudándonos a valores siderales. Sólo en este club tenemos seis profesores que no pueden trabajar. Presentamos cartas en el municipio, pero nos dijeron que esto es una ley nacional y provincial, y por eso no nos pueden habilitar. Hemos tenido momentos de auge y de crisis, como el país. Pero esto es diez mil veces peor que la crisis de 2001. ¿Cómo se volverá? Es una incógnita. Hablo con la gente, y unos me dicen que tienen miedo, que volverán recién cuando salga la vacuna; otros están desesperados por jugar, y otra parte está con problemas económicos. La estimación que hacemos con otros dueños de clubes es que va a venir entre un 30 y un 40 por ciento de lo que habitualmente venía".

En pos de la unión de los que enseñan tenis está Gustavo Parodi, que recientemente fundó la APyETA (Asociación de Profesores y Entrenadores de Tenis de Argentina), una agrupación que cuenta con Oscar "Cacho" Coria (el padre de Guillermo) y la ex doblista Laura Montalvo dentro de la conducción, y la meta de conseguir la unidad esperada. "Los otros intentos de agrupar a los profes fallaron porque iban en contra de alguien o de algo, y cuando la tormenta pasaba, el profesor dejaba de pagar la cuota y se desafiliaba, y la asociación civil se caía por no estar bien preparada. Nosotros debemos ser el puente entre la AAT y los profesores. La idea es que esto tenga una matrícula, como otros profesionales, y que el profesor esté bien contenido", cuenta Parodi, que apunta al consenso y a una acción federal, con mucha presencia del interior.

Dirigente, periodista y también profesor de tenis, Parodi inició conversaciones con Agustín Calleri, el presidente de la AAT, y el secretario legal César Francis. "Ellos entendieron que ese lugar está disponible, que si se podía armar este ente, cuando tengamos la personería jurídica vamos a cubrir el vacío que hay. Hemos desperdiciado una oportunidad atrás de la otra: la época de Vilas, de Sabatini, la Legión, la Copa Davis. Terminamos siempre en el mismo lugar, a diferencia de otros deportes que sí aprovecharon sus momentos de gloria", cuenta. Y se esperanza: "En las provincias en las que se volvió a jugar al tenis, los profesores están tapados de trabajo, en el buen sentido, porque gente que hacía mucho que no jugaba, volvió, y otros que empezaron con esta actividad por no poder hacer otros deportes". Sin embargo, ese cielo todavía no está despejado en la Ciudad y el Gran Buenos Aires.

Las penurias del golf, desde los driving hasta los clubes tradicionales

El trabajo de una academia de golf, en un driving range emplazado a minutos del centro de la Ciudad, es un gran termómetro. El mejor reflejo de la prosperidad de este deporte se ve allí, como también una medida de los vaivenes de la economía y los alcances del bolsillo de la gente. Sucede que hoy nadie se anima a aventurar una recuperación rápida para el sector cuando llegue la habilitación de la disciplina, que sigue retrasándose.

El semáforo verde para que los golfistas vuelvan a la práctica en todo el país será una activación, pero lejos representará un salir a flote. Eso llevará tiempo. Mientras tanto, este domingo a las 12 habrá una marcha de los deportes individuales hacia la Quinta de Olivos, en donde se reclamará que las actividades vuelvan el martes 18 de este mes. Es cierto, también, que varias provincias y en ciertas localidades de la provincia de Buenos Aires ya se juega normalmente.

La gran crisis del golf amateur local, como en todos los otros rubros, arrancó el 19 de marzo pasado, cuando se decretó la primera cuarentena. Significó una bisagra, un antes y un después. Un tobogán que a los fines comerciales de la docencia, llevó las ganancias de los profesores a cero de la noche a la mañana. Así, la reinvención se orientó en algunos con inmediatas acciones a través de las redes sociales. "Obligados por la coyuntura planteamos entregas diarias con consejos express, tips, lecciones más profundas, capacitaciones, ejercicios sencillos para hacer en casa, análisis de videos, zooms, noticias y hasta humor para entretener a nuestros alumnos, todo como parte de campañas de fidelización, ofreciendo también suscripciones por entregas personalizadas", comenta Luis Frydel, Director de la Academia Golf con Clase, en el Complejo Costa Salguero.

Un número interesante de profesores eligió mantenerse ocupado. Sin embargo, nadie quedó exento de notar en la gente que, a partir de los 80 días de cuarentena, el ánimo generalizado se desbarrancó. Y hoy van para cinco meses de quietud obligada. "En forma sostenida, todos entramos en una gran parálisis, agravada en la medida en que día a día sobrados estudios ratificaron al golf como deporte de escasas posibilidades de contagio de Covid-19", acota Frydel.

El efecto directo de la prohibición de la actividad fue el desplome de los ingresos para los profesionales docentes. Por el carril paralelo de los alumnos y jugadores, el daño central se notó en el plano emocional, con muestras de depresión y ansiedad en niveles preocupantes. "La situación, de incertidumbre y reiteradas postergaciones de una apertura que se clama a gritos, es desesperante. Soy cultor del optimismo, aunque el carretel de promesas, viciado de trascendidos, hicieron de esto una agonía demasiada larga para una disciplina al aire libre de muy bajo riesgo de contagio", menciona el profesor del driving.

La problemática dentro del golf se multiplica. Diego Privitello es starter de Olivos Golf Club y apunta: "Nuestra entidad se preocupó en todo momento de que sus empleados cobraran su sueldo. Los socios están colaborando con el pago de la cuota mensual; en ese sentido, todo impecable". Sin embargo, describe la crisis: "No hay ingresos porque no hay torneos abiertos, ni alquiler del campo; tampoco certámenes corporativos. Llevamos cinco meses parados y todo resta, pero lo bueno es que el club sigue poniendo el hombro".

El tema viene más por el lado político, como si dijeran: 'Esta gente bien del golf puede esperar un poco para volver a jugar'. Desde hace 20 años que el golf no es un deporte elitistaDiego Privitello,, starter del Olivos Golf Club

Privitello entiende que hay una razón muy fuerte para que no se concrete la tan esperada reanudación: "El tema viene más por el lado político, como si dijeran: 'Esta gente bien del golf puede esperar un poco para volver a jugar'. La realidad es que el golf era antes un deporte elitista, pero desde hace 20 años está alcance de una persona con trabajo estable y que puede comprarse un juego de palos a un precio módico. Además, hay un montón de canchas disponibles que no necesariamente son countries. Es mucho más accesible".

El starter se refirió a los caddies: "En Olivos tenemos cuarenta: veinte de ellos están durante toda la semana y los otros veinte trabajan de manera alternativa, porque fueron buscando otros oficios en fábricas. En realidad, el caddie es una especie en extinción en la mayoría de los clubes, y sobre todo a partir de la pandemia".

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Juan Carlos Cabrera tiene 74 años y sufre las penurias de no poder dar clases en el Ranelagh Golf Club. Fue caddie de esa entidad entre 1957 y 1966, se hizo profesional, ganó torneos para la institución y para el Jockey Club y su vida es el fairway y el green. De un día para otro se vio obligado a recluirse en su casa, a diez cuadras de la cancha: "Estoy adentro viendo torneos y telenovelas. De un plumazo me quedé sin nada, no estaba prevenido para esto", se lamenta.

Jubilado y socio honorario del Ranelagh -el segundo hogar del Maestro Roberto De Vicenzo- Cabrera daba un promedio de tres clases por día cada semana, de martes a domingo: "Siempre estoy con energía y ahora no puedo hacer lo que me gusta, además de observar el ir y venir de la gente en club. No venía jugando, aunque ahora me agarraron ganas de jugar de nuevo". Para combatir la incertidumbre, asegura que ensaya tiros de approach con las 20 yardas que tiene de espacion en el jardín de su casa. "Será mejor pensar que esto va para largo; es para no desilusionarse pronto".

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San Isidro Golf Club es una entidad exclusiva de golf. Su presidenta, Gabriela Varese, revela el impacto que tuvo el coronavirus: "Hay un porcentaje del 30 % de gente que no está abonando la cuota mensual, ya sea por un tema económico, por dificultades en el desplazamiento o por el hábito de pagar en ventanilla. Mientras tanto, hay que seguir haciéndoles frente a la reposición de maquinaria, gastos de fertilizantes, sueldos de mano de obra y oficina de golf. Además, hace algunos meses que ya no contamos con el ATP del Gobierno".

El club permanece cerrado desde el comienzo del aislamiento, pero las dudas persistirán cuando todo regrese a la normalidad. "Al reiniciar el golf luego de seis meses de pausa estaremos todavía más retrasados y tememos una deserción. Entre que nos cuesta encontrar asociados, pueden ser muchos los "free lance" que practicarán y jugarán torneos en distintas canchas", comenta Varese, que apunta que el mantenimiento de la cancha sigue siendo el mismo de siempre, pero bajo una modalidad diferente: "Se encargan las mismas 15 personas aunque no a tiempo completo, sino con turnos rotativos para evitar posibles contagios".