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Entre escándalos y política, los jóvenes polacos pierden la fe en la Iglesia católica

Un grupo de monaguillos durante la celebración del icono de la virgen negra en Piaski, Polonia, el 19 de septiembre de 2022. (Maciek Nabrdalik/The New York Times).
Un grupo de monaguillos durante la celebración del icono de la virgen negra en Piaski, Polonia, el 19 de septiembre de 2022. (Maciek Nabrdalik/The New York Times).

BIDGOSTIA, Polonia — Karol, un católico comprometido que fue monaguillo desde la infancia, de joven soñaba con ingresar al seminario en su pueblo natal al norte de Polonia y convertirse en sacerdote.

“Tenía una fe profunda y el deseo ardiente de servir a la Iglesia”, explicó Karol, que ahora tiene 26 años, cuando relató que le habló de su esperanza de convertirse algún día en obispo a su mentor espiritual, un sacerdote de la Iglesia de la Divina Providencia en la ciudad de Bidgostia.

Pero eso fue antes de que el sacerdote lo violara.

“La Iglesia entera está envenenada”, se lamentó Karol en una entrevista. Pidió que The New York Times no utilizara su nombre completo.

Su historia, una de las muchas que desde hace algunos años han causado indignación en los medios noticiosos polacos, forma parte de una cascada de escándalos de abuso sexual que tienen sumida a la Iglesia católica romana de Polonia en una profunda crisis y han acabado con la confianza de los jóvenes. Los jóvenes polacos también ven con cierto recelo la relación, que consideran simbiótica, entre la Iglesia y el partido gobernante Ley y Justicia, conservador hasta el tuétano.

Un informe dado a conocer en noviembre pasado por CBOS, agencia de encuestas financiada por el Estado, reveló que solo el 23 por ciento de los polacos menores de 25 años asisten con regularidad a la iglesia, un tercio del número que lo hacía hace tres décadas. La Agencia Católica de Informaciones informó que solo el 20 por ciento de los jóvenes en la actualidad considera que está mal tener relaciones sexuales antes del matrimonio. El arzobispo Wojciech Polak, primado de la Iglesia polaca, se lamentó de la situación, que describió como un “devastador” declive de las prácticas religiosas entre los polacos más jóvenes.

Este verano pasado, el seminario de Bidgostia, al que Karol planeaba asistir, cerró por falta de nuevos estudiantes.

La Iglesia de Santa Ana después de la misa del domingo por la noche en Varsovia, Polonia, el 18 de septiembre de 2022. (Maciek Nabrdalik/The New York Times).
La Iglesia de Santa Ana después de la misa del domingo por la noche en Varsovia, Polonia, el 18 de septiembre de 2022. (Maciek Nabrdalik/The New York Times).

Una de las mayores estrellas pop de Polonia, Dawid Podsiadlo, de 29 años, anunció el mes pasado que, a pesar de ser todavía un creyente, había decidido abandonar formalmente la Iglesia. “Tengo un problema con la institución”, explicó, debido al “creciente número de casos de pedofilia y su intervención en problemas políticos e ideológicos”.

Andrzej Kobylinski, profesor de la Universidad Cardenal Stefan Wyszynski en Varsovia y crítico declarado de la Iglesia por su incapacidad de resolver los problemas de abuso sexual, indicó en una entrevista que la “insidiosa secularización” de Polonia ahora “va a toda marcha”. Añadió que “se trata de una bomba de tiempo que iba a explotar tarde o temprano”.

En comparación con casi todos los demás países europeos, Polonia todavía es un bastión de la fe, pues casi el 94 por ciento de la población se identifica como católica, según la Oficina Central de Estadística.

La Iglesia, profundamente arraigada en la sociedad gracias a sus más de 33.000 sacerdotes en 10.382 parroquias, mantiene una línea muy similar a la del gobierno polaco. Dominado desde 2015 por Ley y Justicia, el gobierno ha aplicado cambios apreciados por la Iglesia: la prohibición casi total del aborto, la prohibición para las tiendas de abrir en domingo, el uso generalizado de una ley que prohíbe la “blasfemia” y un gran interés en hacer desaparecer conductas que condena por ser “ideología LGBT”.

Pero para muchos jóvenes, la “Iglesia sencillamente es triste”, reconoció el sínodo católico en Polonia en un informe reciente que se quejaba por “los lugares vacíos en las bancas de las iglesias”.

La pandemia del coronavirus, que comenzó en 2020, también hizo que muchas personas perdieran la costumbre de ir a la iglesia, pues debido a los cierres de actividades del principio de la pandemia, se prohibieron las reuniones de grupos grandes.

En Bidgostia, el número de feligreses que asistían a la celebración de la misa aumentó un poco el año pasado cuando se calmaron los temores en torno a las infecciones, pero aun así solo era de alrededor del 20 por ciento, en comparación con el 33,5 por ciento de 2019, les dijo el obispo local, Krzysztof Wlodarczyk, a medios noticiosos polacos este mes.

Para Tomasz Terlikowski, filósofo católico a cargo de una comisión dedicada a investigar el abuso de religiosas y otras mujeres a manos de un fraile dominicano declarado culpable de violación en septiembre, la “mayor amenaza para la Iglesia en este momento es la indiferencia”; los jóvenes pierden el interés en una institución marcada por el escándalo y envuelta en sospechas por su posible alianza con los intereses políticos de Ley y Justicia.

Mientras caminaba una mañana reciente frente al seminario de Bidgostia (que ahora está cerrado), Michal Malada, de 23 años, relató que solía asistir a misa con regularidad con su abuela, pero dejó de hacerlo porque “ahora se trata demasiado de política”. Luego añadió: “No he perdido la fe, pero me parece que la Iglesia, como institución, no representa a Dios como debería”.

El obispo de Bidgostia se negó a hacer comentarios para este artículo.

Cuando el líder de Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, y otros funcionarios presidieron la inauguración de un canal en septiembre, se les unió Slawoj Leszek Glodz, arzobispo desacreditado a quien el Vaticano le impuso un castigo en marzo de 2021 por negligencia “en casos de abuso sexual cometidos contra menores por ciertos religiosos” y le prohibió predicar en su diócesis anterior.

Terlikowski, presidente de la comisión investigadora de los abusos en la orden dominicana, comentó que los políticos de derecha en general no les dan importancia a las pruebas de mala conducta de los sacerdotes, pues las catalogan como “solo otro ataque contra la Iglesia” de parte de sus enemigos políticos.

Algunos católicos mayores han denunciado la podredumbre de la Iglesia y exigido que se tomen medidas al respecto.

En respuesta a estadísticas del año pasado según las cuales la Iglesia había recibido quejas de abusos en contra de 368 niños y niñas en un periodo de dos años hasta 2020, Polak, el primado, les pidió “perdón” a “los agraviados y a las personas impactadas por el mal encontrado en la Iglesia”.

Karol dijo que los abusos en su contra comenzaron cuando tenía unos 14 años. Explicó que lo habían violado varias veces, pero no les dijo nada a sus padres ni a nadie más en ese entonces porque “sentía vergüenza y no entendía lo que estaba pasando”.

La jerarquía de la Iglesia reconoció que le había fallado a Karol solo cuando un tribunal de la ciudad de Gdansk resolvió en 2021 que las diócesis de Bidgostia y Breslavia eran culpables de negligencia porque “los obispos estaban enterados de la pedofilia de su sacerdote”. El tribunal les ordenó a ambas diócesis pagarle daños y perjuicios a Karol por una cantidad aproximada de 60.000 dólares.

Los dos obispos responsables de intentar encubrir el delito no han recibido ningún castigo. Uno de ellos ya murió y el otro, tras iniciarse una investigación del Vaticano, renunció el año pasado.

Karol afirma que todavía cree en Dios, pero no le interesa tener ninguna relación con la Iglesia católica.

“La institución en su conjunto debería abolirse”, opinó. “Solo se basa en mentiras e hipocresía. Es maligna”.

© 2022 The New York Times Company