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El equipo de futbol era lo único que le daba alegría a un pueblo de Cisjordania; el virus también se llevó eso

Un estadio de futbol inconcluso en Wadi al-Nis, en Cisjordania, el 22 de julio de 2021. (Samar Hazboun/The New York Times).
Un estadio de futbol inconcluso en Wadi al-Nis, en Cisjordania, el 22 de julio de 2021. (Samar Hazboun/The New York Times).

WADI AL-NIS, Cisjordania — Las gradas estaban casi vacías, el entrenador no estaba y los jugadores se desanimaron al sufrir otra derrota aplastante.

Una sensación de pesimismo invadió la cancha de futbol, en las afueras de Jerusalén, mientras el equipo de futbol Taraji Wadi al-Nis jugaba el penúltimo partido de su peor temporada en décadas.

La perceptible frustración de los jugadores en sus brillantes uniformes azul y blanco tenía mucho que ver con que sabían que su club de futbol legendario y semiprofesional (el orgullo de un pueblo diminuto y dedicado al pastoreo con solo 1400 residentes, casi todos pertenecientes a la misma familia extendida) en la próxima temporada descendería a la vergüenza de la segunda división.

Para los residentes de Wadi al-Nis, en la ocupada Cisjordania, la decepcionante temporada del equipo era un ejemplo más (uno particularmente doloroso) de cómo el coronavirus ha agravado las ya difíciles circunstancias en el poblado, en el cual muchas personas sufren pobreza y empleo irregular.

Desde que la pandemia llegó al poblado el año pasado, las familias de escasos recursos han reducido su consumo de carne, los jornaleros que trabajan en Israel y los cercanos asentamientos israelíes en ocasiones no han podido llegar a sus empleos y algunas personas que se han enfermado de COVID-19 han acumulado costosas cuentas médicas.

“El coronavirus ha sido devastador para nuestro pueblo”, dijo Abdullah Abu Hamad, de 46 años, miembro del consejo local y presidente del equipo de futbol, mientras miraba el panorama rocoso de la aldea. “Ha sacudido la vida de todos, desde los constructores hasta los granjeros y los jugadores”.

A pesar de lo dura que es la vida para muchos en Wadi al-Nis incluso antes de la pandemia, lo que desde hace tiempo les daba alegría y había marcado una diferencia con respecto a aldeas similares que experimentan circunstancias difíciles en los territorios ocupados era el éxito desmedido de su equipo de futbol que es una potencia tradicional de Cisjordania.

Una vista de Wadi al-Nis, en Cisjordania, el 24 de julio de 2021. (Samar Hazboun/The New York Times).
Una vista de Wadi al-Nis, en Cisjordania, el 24 de julio de 2021. (Samar Hazboun/The New York Times).

No obstante, el coronavirus también se llevó eso.

La crisis financiera estimulada por el virus ha truncado los patrocinios para muchos clubes palestinos, según Susan Shalabi, alta directiva en la Asociación Palestina de Futbol. Para el equipo en Wadi al-Nis, cuya diminuta base de fanes significaba que el dinero siempre era escaso, la pérdida de alrededor de 200.000 dólares en patrocinios del gobierno y la iniciativa privada fue devastadora.

En vez de entrenar en campos rentados en pueblos vecinos, ahora los jugadores suelen correr durante horas por caminos de terracería al lado de viñedos y huertos de olivos.

Aunque los tropiezos del equipo han deprimido el ánimo de casi todos en la aldea, sus residentes más pobres tienen preocupaciones que van mucho más allá de las derrotas en la cancha.

Haijar Abu Hamad, de 64 años, una viuda, depende de familiares y amistades para solventar sus gastos básicos, como comida y las cuentas del agua y la electricidad, pero pocos la han podido apoyar debido al virus.

“Hay días en que solo como una rebanada de pan para la cena”, dijo, sin poder disimular su preocupación. “Es una sensación terrible: abres el refrigerador y está casi vacío”.

Abu Hamad (el apellido de casi todos en la aldea es Abu Hamad) tiene dos hijos y cuatro nietos que nacieron con discapacidades auditivas. Ella dijo que la familia no podía costear la reparación del aparato auditivo de uno de sus nietos.

Así como el futbol ha sido la principal opción de entretenimiento del pueblo, su primordial motor económico han sido los trabajos en Israel o en los asentamientos vecinos.

No obstante, durante las primeras semanas del brote, los trabajadores palestinos enfrentaron restricciones adicionales para cruzar a Israel. En general, a las personas de más de 50 años no se les permitió el ingreso, mientras que algunos jornaleros en asentamientos no pudieron llegar a sus trabajos.

“Fue un momento devastador”, dijo Ghaleb Abu Hamad, de 39 años, quien trabaja como conductor de un tractor en un asentamiento cercano y desde hace tiempo ha jugado como defensa en el equipo de futbol de la aldea. “A diferencia de los israelíes que tienen fondos de desempleo, nosotros estamos por nuestra cuenta”.

No obstante, como muchas otras poblaciones de Cisjordania, el futuro político de Wadi al-Nis está vinculado a uno de los conflictos más difíciles del Medio Oriente. Además, carece de infraestructura básica como caminos pavimentados adecuadamente, parques públicos, drenaje e iluminación pública decente. El transporte público pasa durante el día de forma poco frecuente; solo hay una tienda en el centro del pueblo.

Durante años, los líderes locales han intentado convencer a la Autoridad Palestina y a los donantes internacionales de invertir en desarrollar la zona, pero han logrado poco.

La Sociedad Caritativa Wadi al-Nis, que brinda servicios al poblado, dijo que históricamente había enfrentado obstáculos para recolectar dinero, pero que el virus había generado aún más contratiempos.

“Básicamente, no recibimos nada este año”, dijo Walid Abu Hamad, de 46 años, director de la sociedad. “El virus nos ha llevado a la crisis más profunda de nuestra historia”.

El kínder de la organización tiene dificultades para comprar los suministros esenciales para el plantel escolar, tales como bolígrafos y papel. Su asistencia financiera para personas de escasos recursos ha sido recortada. Los planes que tienen desde hace mucho tiempo para construir un centro comunitario de calidad parecen más lejanos que nunca.

No obstante, cuando se trata de futbol, los habitantes están optimistas en que el club ascenderá de nuevo… algún día.

Ahmad Abu Hamad, de 33 años, un defensa veterano, prometió que el equipo regresará en los próximos años. Sin embargo, aceptó que el fracaso de la temporada pasada había juntado las miserias de un periodo espantoso en su pueblo natal.

“Nos llamaban el Rey de los Campeonatos. Ganamos copa tras copa y las celebrábamos en el centro del pueblo como lo hacemos durante las bodas”, dijo mientras estaba sentado al lado de cuatro parientes que también juegan para el club. “Ahora, las calles están vacías y silenciosas y la sensación de desesperación es palpable”.

© 2021 The New York Times Company