La otra epidemia


Nora D. Volkow, M.D. es directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de los Estados Unidos (NIDA). Su trabajo ha sido fundamental para demostrar que la adicción a las drogas es un trastorno cerebral, y como psiquiatra e investigadora ha sido pionera en la implementación de imágenes cerebrales para estudiar la forma en que el uso de sustancias afecta las funciones del cerebro.

Su camino hacia el liderazgo de una de las entidades de salud más importantes de los Estados Unidos inició con estudios de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.

“En esa época la revista Scientific American publicó un artículo sobre un estudio de esquizofrenia que se realizó captando imágenes de un cerebro humano vivo”, relata desde sus oficinas en Maryland. “Esto era algo completamente nuevo; hasta ese momento cuando los pacientes con esquizofrenia morían se estudiaba su cerebro y no se encontraban anomalías, así que esta investigación abrió nuevas posibilidades; en ese momento decidí aprender a manejar esa tecnología”.

En la Universidad de Nueva York había un equipo trabajando con esta técnica. Volkow tomó un avión para presentarse ante el director del departamento de psiquiatría. El hecho de que no lo conocía y que no tenía cita con él no fue un obstáculo. “Cuando tengo una misión no paro hasta lograr lo que me propongo. El comprender el funcionamiento del cerebro humano ha sido mi pasión desde niña; como en México no había esta tecnología decidí tomar el riesgo, y al final logré hacer mi residencia en esta universidad”.

Más tarde aceptó una oferta de la Universidad de Texas, en Houston para hacer estudios sobre imagenología. En esta institución no trabajaban con casos de esquizofrenia, pero admitían a pacientes con psicosis agudas por consumo de drogas, especialmente cocaína. Su vocación de investigadora encontró un nuevo reto: “Mi estudio reveló que la cocaína estaba produciendo daños muy severos en el cerebro a pesar de que en esa época se consideraba una droga segura. Los resultados generaron mucha controversia; pero hoy en día se sabe que esta droga puede dañar significativamente los vasos sanguíneos, lo que puede ocasionar parálisis o ceguera, provocados por una hemorragia cerebral”.

Drogas
53% de los reclusos en las prisiones estatales de EE. UU. tienen un trastorno por consumo de drogas. Menos del 15% reciben tratamiento. “Comprender el funcionamiento del cerebro humano ha sido mi pasión desde niña”.

Brookhaven National Laboratory le brindó la oportunidad de ampliar sus conocimientos de imagenología y drogadicción, por lo que regresó a Nueva York. “Durante 15 años documenté desde este laboratorio no solo los efectos tóxicos de las drogas, sino también su impacto sobre las facultades mentales, como la pérdida de autocontrol, lo que es aún más importante desde un punto de vista psiquiátrico. Estos estudios son los que me motivaron a formar parte del NIDA, porque yo tenía dos misiones: utilizar la ciencia para cambiar la manera en la que tratamos a las personas que sufren de adicción, y transformar un sistema que le da prioridad a la penalización antes que al tratamiento. Lo que tenemos qué hacer es darle el apoyo necesario a estas personas para que se recuperen”.

Según la organización The Sentencing Project, desde la implementación de la política de la Guerra Contra las Drogas en 1980 la cantidad de estadounidenses encarcelados bajo estas ofensas se disparó de 40,900 a 430,926 en 2019. Hoy en día, reportan, hay un número alarmante de personas cumpliendo condenas por cargos de drogas, y de estas, 456,000 están en prisión por delitos no violentos, como cargos de posesión. Para Volkow la penalización, lejos de ser una solución, es una gran parte del problema: “El encarcelar a estas personas sin ningún tipo de intervención terapéutica, asumiendo que en prisión no tienen acceso a drogas y que esto es suficiente para tratar sus lesiones cerebrales, es totalmente erróneo. Cuando estos individuos se encuentran en el sistema penal su patología se acelera, pues suben sus niveles de estrés y se degrada su autoestima. Es por esto que el uso de drogas y las sobredosis aumentan considerablemente después de un período de encarcelamiento. Además, desde el punto de vista económico, los costos asociados con la penalización son mucho más altos que los costos de rehabilitación, así que la criminalización de la adicción no está justificada en ningún nivel”.

“Es muy difícil cambiar la cultura del sistema penal”, reconoce Volkow. “Y la única forma es dar a conocer la evidencia científica. Hay que cambiar la percepción de que la adicción es algo que las personas eligen, a algo que las personas sufren. No es un defecto de carácter. Es una enfermedad cerebral, un trastorno crónico derivado de cambios en las redes neuronales que son necesarias para la autorregulación y que se caracteriza por recaídas compulsivas y el uso continuo de drogas, a pesar de las consecuencias dañinas para los que usan sustancias adictivas, y de sus mejores esfuerzos para disminuir o detener el uso”.

La crisis actual de sobredosis por drogas ha sido tan profunda que se ha denominado una epidemia. Según un informe de la Casa Blanca, más de 104,000 estadounidenses murieron por sobredosis de septiembre del 2020 a septiembre del 2021. El estrés experimentado durante la pandemia, mayores niveles de aislamiento, la subsecuente depresión y ansiedad, y una nueva clase de drogas son todos factores determinantes. “Desgraciadamente estamos viviendo una situación muy difícil, y esto se debe en gran parte a la expansión de las drogas sintéticas como el fentanilo, que además de ser fácil de producir tiene efectos placenteros muy potentes, y por lo tanto eficaces para producir una rápida adicción. Esta droga inhibe los centros respiratorios, al punto de asfixia, por lo que desde la pandemia hemos visto un aumento del 30 por ciento de muertes por sobredosis. Muchas personas buscan en estas drogas una forma de escape ante las presiones y, con demasiada frecuencia, la vergüenza y el estigma alimentan la adicción y evitan el tratamiento hasta que es demasiado tarde”.

“La función principal del cerebro es ayudarnos a sobrevivir, pero su complejidad es tal que a veces toma caminos inesperados”, reflexiona. “Para los adictos el no tener acceso a drogas es el equivalente a no tener aire para respirar, es así de poderoso, y por eso hacen todo por obtenerlas. Por otro lado en cada uno de nosotros existe el potencial de hacer un análisis de nuestra conducta y proyectarla al futuro para poder decir ‘esto no tiene sentido, me estoy haciendo daño’ y lograr tener un plan para controlar nuestras emociones y deseos, de tal manera que nos lleve a una solución óptima. Esta dualidad existe en todos los seres humanos, y esta es la gran paradoja y contradicción del estudio de las enfermedades mentales y neurológicas. Pero hay algo de lo que estoy completamente segura, y es que el reemplazar el juicio con compasión puede salvar vidas”.

Para Volkow, las nuevas tecnologías son prometedoras. “Una área fascinante es nuestra habilidad de recopilar Big Data”, explica. “En el 2015 iniciamos un estudio para monitorear a 12,000 niños, de 9 a 10 años de edad, durante un periodo de por lo menos 10 años. Esto nos está ayudando a determinar la manera en que las circunstancias únicas de cada individuo influyen en su desarrollo cerebral, sus conductas y finalmente su salud mental. La capacidad de coordinar estos estudios con otros investigadores ha acelerado nuestro entendimiento del desarrollo del cerebro humano. Las tecnologías de neuro-modulación, a través de las cuales podemos estimular áreas específicas, como aquellas que controlan conductas como la autorregulación, serán también de gran beneficio no solo en el tratamiento de las adicciones, sino, en todo el campo de la salud mental”.

Mientras más aprende sobre el funcionamiento del cerebro humano, más fascinantes encuentra sus redes y circuitos, una atracción que desde los siete años ha guiado su destino. “En una de mis clases de primaria diseccionamos un conejo, para mí era algo muy emocionante, y aunque adoraba a los animales, la ciencia me ganó y quise ver su cerebro. Al examinarlo no podía asimilar cómo este órgano es el que determina quiénes somos. En ese momento me di cuenta que hay algo que no tenemos la capacidad de comprender, y hasta el día de hoy es un misterio que me sigue motivando en todo lo que hago”. N