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Energía renovable y sin aviones: cómo viven los fundamentalistas climáticos en Estados Unidos

WASHINGTON.- Evitar tomar aviones, eliminar los productos de origen animal y extender la vida útil de las cosas al máximo. Esas son algunas de las reglas que toman los denominados revolucionarios del clima en Estados Unidos para intentar incorporar alternativas más amigables con el ambiente.

Un ejemplo es el de Peter Kalmus, un científico californiano que en 2012 tomó la decisión de no subir a un avión porque sintió que estaba "robando" el futuro de sus hijos. Tres años antes, cuando era estudiante, comenzó la preocupación de Kalmus por un posible desastre climático. "Tomaba a la gente y los sacudía, publicaba largos textos en Facebook, pero realmente no conseguía nada", reflexionó y agregó: "Al final, me di cuenta que quizá debería alinear mis acciones con mis creencias".

De esta manera, calculó cuál era la emisión de carbono de distintas acciones cotidianas. Por ejemplo, descubrió que el consumo de electricidad era muy inferior en relación con los viajes en avión. "Empecé a enfocarme en volar menos. Probé ser vegetariano por un mes y me gusto más", contó Kalmus.

Algo similar empezó a implementar Tarek Maassarani, un docente de dos universidades en Washington y consultor para el Instituto por la Paz de Estados Unidos. Desde que sus hijos se mudaron a Utah, hace dos años, él vive en casas de amigos. Se mueve casi exclusivamente en bicicleta e intenta evitar comprar productos nuevos, es decir, que utiliza elementos que otros descartan.

"Extiendo la vida de las cosas mucho más allá que la mayoría de la gente", explicó. Esas cosas pueden incluir teléfonos, computadoras, entre otros artefactos. A la hora de alimentarse, recurre a lo que se denomina "dumpster diving" ("zambullida al basurero"), que consiste en buscar en los contenedores de desperdicios de supermercados y comercios alimentos que están en perfecto estado, pero que se descartan porque pasaron su fecha de vencimiento.

Otro de los espacios donde se abastece de comida son las sobras de los catering de las conferencias a las que concurre. Maassarani se consideró como un "vegano de oferta y demanda". "No compro productos de origen animal, trato de no crear ninguna señal de demanda de productos de origen animal", argumentó. Aunque si lo único que encuentra es carne, la consume.

Para él, es posible hacer ese estilo de vida porque vive en una "sociedad de consumo excesivo". "Soy consciente, claro, que si el exceso no estuviera allí no funcionaría", dijo.

Otro ejemplo es el de Elizabeth Hogan, quien trabaja como consultora para mitigar el impacto de los plásticos en la vida marina. Ella y su marido instalaron paneles solares en su casa en Washington, con los que estiman cubrir 80% de sus necesidades energéticas. El 20% restante lo cubrirán con energía eólico que compran a su proveedor de electricidad.

Entre las alternativas que encontró para cuidar el ambiente, Hogan decidió no ser vegana, principalmente porque le gusta mucho el queso. Sin embargo, sí consigue los productos lácteos en una granja local que utiliza botellas de vidrio reciclables.

El motivo por el que "los revolucionarios del clima" decidieron cambiar sus hábitos es porque buscan evitar un desastre meteorológico. Kalmus advirtió que para alcanzar las metas requeridas se precisa "una rápida transformación cultural". Según él, los actos individuales de rebeldía ayudan a esa transformación.

"La razón por la que todos están despertando es porque ha habido un gran movimiento popular en los últimos dos años", sostuvo. Y explicó que una de las formas en las que la gente puede contribuir a ese movimiento es contarles a otros las acciones que llevan adelante. "Entonces cuando dices 'esto es realmente urgente', tus palabras están respaldadas por la verdad de tus acciones", argumentó.

Agencia AFP