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El encontronazo de dos vidas en Central Park que sacudió a todo EEUU

Amy Cooper con su perro, Henry. (Alison Faircloth vía The New York Times)
Amy Cooper con su perro, Henry. (Alison Faircloth vía The New York Times)

NUEVA YORK — Christian Cooper comenzó el Día de los Caídos como la mayoría de las mañanas del mes de mayo, en busca de reinitas de pecho naranja, pirangas escarlata y otras aves cantoras que revolotearan por Central Park.

En su apartamento del Lower East Side, Cooper, de 57 años, se colgó al cuello su más preciada posesión, un costoso regalo que le dio su finado padre cuando cumplió 50 años: unos binoculares Swarovski. Dejó a su novio todavía dormido en la cama y pedaleó casi cinco kilómetros en su bicicleta para llegar a la sección semisilvestre del parque, denominada el “Ramble”.

Más o menos al mismo tiempo, Amy Cooper, de 40 años, quien no tiene ningún parentesco con Christian Cooper, salió de su apartamento ubicado en el Upper West Side, a orillas del río Hudson. Iba con su perro, Henry, un “cocker spaniel” de pelo dorado que adoptó de un albergue y cuyas aventuras por la ciudad están registradas en crónicas publicadas en una cuenta de Instagram especialmente creada con ese propósito.

Justo en la sección del “Ramble” ocurrió el encontrón entre las vidas de estos dos Cooper cuyo estruendo, a pesar de ser breve, resonó por toda la ciudad de Nueva York y más allá, y ha dado pie a terribles conversaciones en torno al racismo y la hipocresía en una de las ciudades más progresistas de la nación.

Solo unas horas más tarde ocurrió el asesinato de George Floyd en Minneapolis, cuando un oficial de policía mantuvo demasiado tiempo su rodilla sobre el cuello de Floyd mientras lo sometía. Los dos incidentes del Día de los Caídos capturaron en video dos facetas del arraigado racismo que enfrentan las personas negras: uno ilustra el horror de la violencia policiaca y el otro, las humillaciones y amenazas rutinarias de la vida diaria.

Justo antes de que dieran las ocho de la mañana, los gritos de Amy Cooper, que llamaba a su perro, distrajeron a Christian Cooper del sosiego con que observaba aves, según relató. Enseguida, le pidió a la dueña que le pusiera la correa a Henry, como indican las reglas del parque, a lo que ella se negó.

Intercambiaron palabras y, mientras él grababa el altercado en su teléfono, ella amenazó con denunciar a “un hombre afroestadounidense que está amenazando mi vida”, una acusación falsa. Entonces, mientras Christian Cooper seguía grabando, la mujer llamó al 911.

El video muestra que antes de hacer la llamada al 911 y durante la misma, Amy se refirió a Christian Cooper como “afroestadounidense” en tres ocasiones. Más tarde, la hermana de Christian Cooper publicó el video en Twitter, donde ha tenido más de 40 millones de reproducciones.

Desde entonces, sus vidas tomaron rumbos diametralmente opuestos. Amy Cooper fue despedida de su excelente trabajo en finanzas, tuvo que devolver a su perro por un tiempo y se ha convertido en la personificación del racismo y los privilegios de la raza blanca. Christian Cooper ha aparecido en programas como “The View” y ahora es tan reconocido que un candidato del Bronx al Congreso anunció que contaba con el respaldo de Christian Cooper.

Antes de ese día, tanto Christian Cooper como Amy Cooper eran profesionistas exitosos que habían cursado estudios en instituciones prestigiosas, ambos amaban a los animales y por eso estaban en esa área de Central Park, un refugio dentro de la ciudad. Sin embargo, si observamos sus vidas con más detenimiento, resulta evidente que su encuentro, en cierta medida, sacó a la luz un reflejo muy revelador de la personalidad de cada uno de ellos.

Christian Cooper es todo un “nerd”: memoriza cantos de aves y aprende frases del idioma klingon de Star Trek. No obstante, también tiene algo de activista, pues no se queda callado ante las injusticias de la sociedad.

Christian Cooper en Central Park en Nueva York, el 27 de mayo de 2020. (Brittainy Newman/The New York Times)
Christian Cooper en Central Park en Nueva York, el 27 de mayo de 2020. (Brittainy Newman/The New York Times)

En cierta ocasión, fundó su propio grupo sin fines de lucro para respaldar en unas elecciones a los demócratas, y su afición por los libros de cómics le ayudó a romper barreras cuando creó uno de los primeros personajes homosexuales de Star Trek.

Los observadores de aves de Central Park lo consideran un mentor, incluso aquellos que no están de acuerdo con su táctica preferida para proteger el santuario de aves: usa golosinas para atraer a los perros que andan sin correa y obligar a sus dueños a sujetarlos (durante el encuentro en Central Park le ofreció una de esas golosinas al perro de Amy Cooper).

Amy Cooper, inmigrante originaria de Canadá, es atenta y amable, según sus amigos. Por desgracia, su personalidad también parece desplegar una faceta conflictiva. Sus vecinos describieron cierta tendencia a tener conflictos personales.

Su vida personal llegó en una ocasión a los tribunales. Hace algunos años, según una demanda que promovió, se involucró con un hombre casado al que le prestó 65.000 dólares. Cuando el hombre se negó a abandonar a su esposa por ella, presentó la demanda en Manhattan para recuperar el dinero; el caso se resolvió con un acuerdo.

Aunque Amy Cooper publicó una disculpa dirigida a Christian Cooper tras su encuentro, desde entonces no ha hecho ninguna declaración en público. Las autoridades consideran la posibilidad de acusarla de presentar una denuncia falsa a la policía.

Amy Cooper no respondió ninguna de nuestras solicitudes de comentarios.

La paseadora de perros

El edificio de Amy Cooper en el Upper West Side antes se conocía como Trump Place, pero los residentes liberales dejaron de utilizar ese nombre como una expresión simbólica de rechazo al presidente.

La gente del edificio conocía a Amy Cooper por su apego a su “cocker spaniel”. La describieron como una presencia constante en las caminatas matutinas y los cumpleaños de los perros.

“Por lo que veía, era muy dedicada a sus animales”, comentó Maria Meade, de 60 años, quien vive en un edificio cercano. “Lo único que puedo decir es que nunca le hablaba directamente a las personas. Siempre hablaba a través de su perro, con voz de bebé. Era muy extraño”.

No es posible determinar en qué medida los recuerdos que tienen las personas del comportamiento de Amy Cooper se han visto influenciados por las noticias sobre su altercado en Central Park. De cualquier forma, algunos residentes afirmaron que mantenían su distancia porque, según dijeron, su comportamiento con otros paseadores de perros y el personal del edificio era un tanto provocador.

Otra vecina, Marisol de Leon, de 40 años, dijo que Amy Cooper solía pasear a Henry sin correa y se enfadaba cuando alguien le decía que no lo hiciera. “Daba la impresión de que se sentía con todo el derecho a hacerlo”, explicó De Leon.

Antes de mudarse a Nueva York, Amy Cooper vivía en Ontario, Canadá, donde asistió a la Universidad de Waterloo. Obtuvo una maestría en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago, según dice su CV.

Trabajó en Lehman Brothers, Citigroup y AIG, según su CV. Trabajaba en Franklin Templeton desde hace cinco años, donde logró ocupar el cargo de vicepresidenta de Gestión de carteras de seguros, con la responsabilidad de realizar inversiones para aseguradoras.

Un día después de que el video se hiciera viral, en algunos comentarios de internet se decía que la cuenta de Instagram dedicada a Henry documentaba lesiones sufridas por el perro. Esa noche, la presión ya era tal que Amy Cooper se vio obligada a devolver el perro al albergue Abandoned Angels Cocker Spaniel Rescue.

El 3 de junio, la organización declaró que había devuelto a Henry a Amy Cooper, a solicitud de esta, después de que el veterinario dictaminó que su estado de salud era bueno.

El observador de pájaros

Durante un viaje por carretera con su familia cuando tenía 11 años, Christian Cooper recibió una copia del libro “The Birds of North America” para mantenerse ocupado. Para cuando concluyó la excursión en una camioneta Volkswagen con su hermana, Melody, y sus padres, dos maestros de Long Island, ya había memorizado todo el texto, dijo, y lograba identificar a las aves que pasaban volando.

Tenía la misma afición por los cómics, que aprovechó para arrancar su carrera después de graduarse de Harvard como licenciado en Ciencias Políticas.

“Los ‘X-Men’ eran una alegoría perfecta para la experiencia homosexual”, le explicó a la revista Wired durante una entrevista en 1998. “Los X-Men se veían como el resto de las personas, pero en la adolescencia descubrían un gran secreto que los hacía diferentes”.

A finales de la década de 1980, Christian Cooper formó parte del consejo de administración de GLAAD, la antigua Alianza gay y lésbica contra la difamación, y estableció su propio comité de acción política con el objetivo de apoyar a los demócratas en la contienda por el Senado de Nueva York, según una biografía transmitida en “Gay USA”, programa de noticias televisado dedicado a temas homosexuales, en el que Christian Cooper algunas veces era el conductor.

En 1998 lanzó “Queer Nation”, un vanguardista cómic gay en la web cuyos superhéroes LGBTQ combatían el flagelo de un orden mundial de ideología derechista. Según le comentó a Wired, sus padres inspiraron en parte este proyecto, pues participaron activamente en el movimiento en defensa de los derechos civiles.

En la actualidad, Christian Cooper es editor sénior en Health Science Communications, una agencia de relaciones públicas para la industria de los servicios de salud. Sin embargo, algunas personas han señalado que su CV no le resta nada a la universalidad de su experiencia como hombre negro.

“No tengo dudas de que, si la policía hubiera aparecido en el Ramble, una zona boscosa del parque donde Chris había ido a observar aves, ni el título de mi hermano emitido por una universidad de la Ivy League (Liga de la Hiedra) ni su impresionante currículo lo habrían protegido”, escribió su hermana, Melody, en un artículo de opinión publicado en The New York Times el 31 de mayo.

El Ramble

Las mayores constantes en la vida de Christian Cooper han sido los tordos, gorriones y golondrinas de Central Park.

Justo al lado de la calle 79 transversal, la sección semisilvestre del parque llamada Ramble es un refugio en esta época del año para las aves migratorias.

En esa zona existen reglas especiales para protegerlas, como por ejemplo que los perros deben llevar su correa en todo momento; se trata de un microcosmos apartado de las tensiones de la ciudad: un espacio medio entre la naturaleza y la vida urbana, entre la soledad y la socialización.

Christian Cooper es una presencia conocida en ese lugar, un mentor para los observadores neófitos que les inspira gran respeto por ser consejero de la Sociedad Audubon en la ciudad de Nueva York.

“Tiene su propio método para lidiar con los perros. Suele decir: ‘¿Por favor podría ponerle la correa a su perro?’ y si la persona se rehúsa comienza a darles golosinas a los perros”, señaló Zach McDargh, de 29 años, quien es investigador. “A los dueños les molesta mucho”.

Alrededor de las ocho de la mañana el Día de los Caídos, Henry saltaba por el Ramble; su dueña se negó a ponerle la correa como es debido después de que Christian Cooper se lo pidió, así que este buscó en sus bolsillos una de esas golosinas.

“Pues si usted hace lo que quiera, yo también voy a hacer lo que yo quiera, pero no le va a gustar”, recuerda haber dicho, según relata en su publicación de Facebook sobre el incidente, y a continuación sacó su teléfono para grabar el comportamiento indebido.

En el video, se observa cómo Amy Cooper arremete contra él y amenaza con llamar al 911 para decir que el hombre amenazaba su vida.

Algunos oficiales de policía respondieron a una denuncia sobre un ataque que nunca ocurrió. Más tarde, la policía clasificó el incidente como un “conflicto verbal”.

“Estaba muy consciente de que en ese momento me había convertido en blanco de los policías, y eso no quiere decir que fueran a matarme necesariamente”, dijo más tarde Christian Cooper. “Pero nunca es una situación agradable ser negro y que exista alguna sospecha”.

Esa mañana, consciente de que era muy probable que la policía apareciera pronto, Christian Cooper grabó con gran claridad en su memoria sus siguientes acciones.

Tomó de nuevo los binoculares Swarovski que colgaban de su cuello y siguió buscando áreas donde aparecieran plumas en las copas de los plátanos de sombra.

“Yo seguí en lo mío”, dijo Christian Cooper. “Me desentendí con la observación de aves, como es mi costumbre”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company

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