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Encontrar la paz en un refugio para mujeres en un México machista

México, 25 nov (EFE).- Jenny contempló quitarse la vida desesperada por los maltratos y el sometimiento de su entonces pareja. Pero ahora, que está en un lugar seguro junto a sus hijos en Ciudad de México, pide a las mujeres violentadas que no desistan, pues siempre hay una vía de escape.

"Anteriormente estaba decidida a colgarme, a matarme, pero hablé con algunas personas y me dijeron que hacía mal porque les iba a hacer falta a mis hijos", dijo este miércoles Jenny en entrevista con Efe.

La mujer, de 28 años, vive desde hace tres meses en la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en la capital mexicana, que fue ocupada por el colectivo feminista Bloque Negro.

El pasado lunes, Jenny logró llevar a este mismo lugar a sus hijos, quienes antes vivían con su padre, y gracias a los cuales se dio cuenta de que debía seguir luchando.

Su historia es la de muchas en México. Según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016, el 66 % de las mujeres mexicanas han sido víctimas de alguna forma de violencia a lo largo de su vida, y el 44 % a manos de su pareja actual o en su última relación.

DEJAR ATRÁS EL CALVARIO

En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, Jenny quiso dar un mensaje de esperanza a las mujeres que están padeciendo violencia del género.

"Yo les quiero decir el día de hoy que no permitan que las maltraten, las humillen o les hagan de menos. Somos mujeres, valemos mucho. Tienen que pedir ayuda y hay lugares donde las pueden ayudar", expresó.

Y su tranquilidad, ahora que está junto a sus hijos en su nuevo hogar provisional, llegó gracias a que se decidió a buscar ayuda cuando ya no podía soportar los golpes y vejaciones por parte del que era entonces su pareja.

En 2003 lo conoció. Era un hombre amable y cariñoso, pero pronto se la llevó a vivir con él, algo de lo que Jenny no pudo escapar porque, por si fuera poco, temía que su padre se enfadase.

Con eso llegaron los celos, que derivaron en tirones de pelo, bofetadas y más tarde en todo tipo de maltratos.

"Vengo de agresiones por parte de mi expareja y es algo que no le deseo a ninguna mujer, que la golpeen, que la maltraten físicamente. Es una situación muy fea. Varias veces estuve a punto de morir", explicó la joven.

Dentro de esta espiral de violencia, su expareja se quedó sin empleo y Jenny se puso a trabajar. Sin embargo, algo que podría haber sido una liberación para ella, terminó por ser un infierno.

"Le gustó que le llevara el dinero, tan pronto llegaba se lo daba todo. Él no trabajaba, solamente se quedaba a cargo de los niños. Pero luego se celaba más y más y yo empecé a ver que no quería esa vida. En ocasiones hasta tuvieron que pagar por defenderme", indicó.

Además, él se quejaba cuando ella llegaba tarde de trabajar pero a la vez juraba, entre golpes e insultos, que jamás buscaría trabajo porque para eso la tenía a ella.

Jenny recordó que los peores momentos fueron en octubre de 2019, cuando no pudo soportar más las agresiones y decidió pedir ayuda a través de sus jefes.

Entonces logró acudir a un refugio para víctimas de violencia de género pero allí tampoco estaba segura porque él la vigilaba, así que llegó a casa de su padre y de nuevo no tuvo el apoyo que necesitaba en un momento de tal desamparo.

"Me sentí desamparada. No tengo una red de apoyo y estoy sola con mis hijos. Son por los que tengo que seguir luchado", expresó.

Pero su vida dio un vuelco cuando un contacto la animó a viajar de la periferia capitalina a la Ciudad de México y buscar la exsede de la CNDH.

"Cuando llegué decía: '¿dónde estoy? ¿dónde me trajeron?'. Pero es un lugar donde uno puede salir... es toda una casa. Es bonito tener amigas que te digan que no estás sola, que las tengo a ellas. Me apoyan en todo lo que pueden y les agradezco mucho", explicó.

Ahora anhela encontrar un trabajo que le permita ahorrar y rentar una casa donde vivir con serenidad, sin miedo y junto a sus hijos, la vida que merece.

LA PANDEMIA AGRAVA LA SITUACIÓN

Además de la casa refugio creada en lo que era la sede de la CNDH, son muchas las organizaciones civiles que trabajan a diario para que las mujeres que vivan en situación de violencia en México puedan salir del lugar donde conviven con su agresor y llegar a un lugar seguro.

Es el caso de la Red Nacional de Refugios (RNR), una organización feminista con participación de organizaciones de la sociedad civil (85 %) y del Gobierno (15 %) con más de 20 años de historia.

Debido a la pandemia han notado un incremento de las solicitudes de ayuda.

Y la RNR, aunque se alargaron los procesos y la financiación pública tardó en llegar, no dejó de implementar protocolos sanitarios y de seguridad para usuarias y trabajadoras.

"Hemos tenido de marzo a octubre un incremento en las líneas de atención telefónica y redes sociales del 45 % en comparación con 2019. En refugios y centros externos hemos tenido un incremento del 51 % en la atención", dijo a Efe Wendy Figueroa, directora de la RNR.

Uno de los casos es el de una mujer que llegó hace dos semanas a una de las instalaciones de la red tras salir huyendo de su casa. Por la pandemia, tanto ella como su marido estaban en casa y él la maltrataba física, psicológica y sexualmente.

"Un día en la noche se enojó porque el niño empezó a tener temperatura y yo me preocupé. Cuando me di cuenta y recobré la consciencia vi a mi hijo tirado al lado llorando y supe que él no se merecía eso ni yo tampoco", expresó la mujer, quien prefirió mantener el anonimato por seguridad.

Fue entonces cuando llamó a la red y pudo dormir tranquila y cuidada junto a su hijo.

Para terminar, Figueroa indicó que la pandemia vino a evidenciar violencias machistas "históricamente perpetuadas y naturalizadas" en México.

"Esto es solo una pincelada, porque hay una cifra negra que no llega ni con nosotras ni con las autoridades. Todavía hay una gran parte de mujeres que siguen sin tener apoyo ni acompañamiento", finalizó.

(c) Agencia EFE