El emotivo reencuentro de la elefanta Mara con una ¿vieja? amiga

"Decidimos abrirles el vallado y juntarlas" dice Scott Blaise, director del Santuario de Elefantes del Mato Grosso. "¡Llevamos esta loca conversación desde hace dos horas! " decía el mensaje de Scott a Alejandra García, representante de la Fundación Weber en Argentina y quién estuvo a cargo de la relación entre el Santuario brasileño y las Instituciones argentinas durante los pasados cuatro años. En el video que Scott le enviaba, se veía a Mara en compañía de otra elefanta, emitiendo sonidos, acariciándole la cabeza a través de un vallado y con las trompas entrelazadas. Compenetradas en algo así como una "charla de viejas amigas que se reencuentran y tienen mucho para contarse", dice emocionada Alejandra . Es que aquellos que presenciaron el momento en que Mara, luego de dos días de adaptación a su nuevo hogar, descubría a Rana, a través del vallado, no daban crédito a lo que veían. "Interactuaban enloquecidas, tenían una gran excitación," cuentan.

Elefanta Mara: nació en India, del circo Rodas llegó al zoo porteño y se irá a un santuario en Brasil

Rana es una elefanta asiática, con algunos años más que Mara, rescatada en muy malas condiciones de un precario zoológico en el norte del Brasil. Tenía las patas muy lastimadas, algo común en los elefantes que viven en cautiverio y que les causa infecciones y muchas veces, la muerte. No tenía siquiera los cuidados mínimos que requieren los elefantes y ya casi no caminaba. Luego de ser trasladada al Santuario, pasó un largo tiempo hasta que volvió a confiar en los seres humanos. "Hoy ya empieza a recuperar su alma de elefante" dice Alejandra. "Hay muchas cosas del pasado de Mara que nosotros desconocemos y tanto Scott como el resto de la gente del santuario, tienen la fuerte sospecha de que Rana y Mara, ya se conocían", relata. Alejandra entusiasmada.

Quién sabe si durante el largo peregrinar a través de los diferentes países donde las hacían trabajar en circos, o compartiendo un recinto en alguno de los zoológicos que les tocó en desgracia. Lo cierto es que se sabe con certeza que ambas nacieron en la India y que fueron vendidas de pequeñas, como la mayoría de los elefantes para ser trasladadas hacia otros países y amortizar así el alto precio pagado por ellas. Es que tanto los elefantes, como los delfines y los simios, tienen la mala suerte de pertenecer a las especies de animales llamados "carismáticos", y en consecuencia, presas ambicionadas por nosotros, los humanos.

"Se sabe también que Mara estuvo en países como Alemania y Uruguay, antes de llegar a la Argentina y a partir de la sorpresa del encuentro con Rana, en el Santuario, hemos pedido a través de las redes sociales, a quienes tengan fotos adonde se la vea a ella junto a algún otro elefante, en exhibiciones circenses o zoológico, de hacérnoslas llegar, para ver si podemos identificar a quien creemos fue su gran amiga y compañera del pasado en cautiverio." Dice quien además preside el Santuario Equidad en las Sierras de Córdoba.

A partir de ese momento, han recibido pequeñas fotos tomadas con las viejas máquinas Kodak, ya un poco desvaídas, y casi siempre con un mensaje de disculpas debajo. "Eran otras tiempos, en los que ni siquiera existía el concepto de que un animal era un ser sintiente, dotado de emociones; que llevaba una vida de sufrimiento con el solo fin de entretenernos y hacernos ganar dinero. Tenemos testimonios de ella en la ciudad de Necochea, durante el Festival de los niños, en la playa, en el circo Rodas y algunos otros espacios no identificados todavía. Sabemos que una vez que llegó a Buenos Aires con el circo, se hizo una denuncia por maltrato y fue a parar al zoológico como depositario judicial", relata Alejandra.

Allí, Mara compartía la vida con dos elefantas africanas, Cuki y Pupi, todavía en el "Palacio de los Elefantes". A pesar de tener una buena relación entre ellas, los elefantes africanos se diferencian en las costumbres, dietas y cuidados de los asiáticos, y por lo tanto no pueden compartir espacios. Sin embargo, cuentan sus cuidadores que ante la desesperada mirada de Cuki y Pupi, a través de las rejas, mientras ella comía su exquisita y tierna dieta compuesta por bambú y palmeras, Mara se apiadaba de ellas y les pasaba disimuladamente, por debajo, parte de su comida.

Cuentan también que la adaptación a la caja diseñada por Scott Blaise que la condujo hacia la libertad fue rápida, debido a su gran inteligencia. En poco tiempo entraba a buscar las delicias que la esperaban dentro de el gran contenedor, preparado hasta con un sistema de cinchas para sostener su pesado cuerpo y poder dormir durante el viaje, a pesar de que los elefantes utilizan su trompa como quinta pata, para apoyarse mejor, mientras duermen parados. Aprendió también a sacar las orejas a través de las rejas cuando se lo pedían, ofreciéndolas para los múltiples pinchazos que debían hacerle para analizar la sangre y conseguir así todos los permisos para cruzar la frontera.

Día a día, Mara recupera su alma de elefante junta a su ¿vieja? amiga Rana, en las 1500 hectáreas de selva, que el sueño de un niño de quince años, que limpiaba las jaulas en los zoológicos americanos, Scott Blaise, creó para liberarlos de una vida de encierro.