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Elon Musk, el narcisista absoluto | Opinión

Desde que el megamillonario Elon Musk anunció que tenía intención de comprar Twitter la operación ha sido un espectáculo lleno de intrigas y drama empresarial.

Es el terreno en el que se siente a gusto el entrepreneur tecnológico, siempre ávido de llamar la atención más allá de la importancia o no de sus iniciativas.

En la línea de los libertarios puros y duros, Musk se define como un “absolutista de la libertad de expresión” y su cruzada, sobre todo en lo concerniente a Twitter, se ha centrado en la necesidad, según él, de que esta plataforma sea una “plaza pública” en la que todo valga: desde lo más abyecto a lo más inofensivo.

Es una forma, también, de que el propio Musk se auto conceda la libertad de hacer pronunciamientos vinculados a las teorías de conspiración que suscribe, propaga y hasta borra cuando comprueba que su travesura ha llegado demasiado lejos, tal y como le ha sucedido al hacerse eco de las falsedades en torno al brutal ataque del que ha sido víctima el esposo de Nancy Pelosi. Al empresario le gusta tirar la piedra y esconder la mano.

En realidad, desde sus inicios Twitter ha sido una plaza pública en la que los usuarios han gozado de autonomía para seguir a quien le plazca y de dejar de seguir a quien le resulta antipático o sencillamente repugnante.

Es más, la plataforma, cuyo símbolo es el célebre pajarito azul, cuenta con unos ventajosos mecanismos: si se quiere ser más educado, puedes silenciar a gente que te sigue pero que te resulta molesta o descabellada. Ellos no lo saben y viven felices pensando que te siguen y los sigues. Y si deseas dejar bien claro tu repudio a ciertos tuiteros, dispones del modo “bloqueo”. Un contundente rechazo a ciertas opiniones. De hecho, todos somos objeto de estas modalidades de acuerdo a las filias y fobias de quienes se asoman a Twitter.

Bien, la premisa de Musk de que va a hacer más “libre” Twitter es engañosa porque ya lo es. Ahora bien, como toda empresa privada, hasta ahora su gerencia tenía establecidas las normas que consideraba oportunas. Todos los que alguna vez hemos trabajado en compañías sabemos que estamos sujetos a sus reglas y si no nos gustan o no deseamos aceptarlas tenemos la opción de irnos y no someternos a ellas.

En el caso de Twitter, hasta la compra de Musk la empresa ha tenido como principio no permitir los tuits de individuos que propagan difamaciones o teorías de conspiración que a todas luces son invenciones flagrantes. En su derecho está cualquier junta editorial de tomar esta decisión.

El magnate de Tesla y de SpaceX ahora propone que en Twitter se publique todo, sin importar si se trata de barbaridades o injurias colosales. Por ejemplo, el infame Alex Jones, que acaba de perder un juicio por afirmar que la matanza de los niños de Sandy Hook era una “puesta en escena” de los defensores del control de armas, podría difundir sus mentiras envenenadas; el ex presidente Donald Trump, que actualmente esparce su nube tóxica en una red social hecha a su medida, podría regresar y tuitear día y noche la fabricación de que le robaron la elección presidencial y que lo que merece el país es un golpe de Estado.

En el Twitter de Musk habría cabida para los negacionistas del Holocausto, los supremacistas nostálgicos de los tiempos de la esclavitud o los defensores de legalizar la pederastia. Ahora que es dueño y señor de esta red social puede quitar y poner condiciones como le venga en gana. A su vez, los demás somos libres de apuntarnos o no a esta nueva aventura que por el momento tanto lo entretiene.

Al contrario de los que se muestran tan críticos con Twitter, como periodista hasta ahora me ha parecido una herramienta muy útil en momentos de noticias de última hora por su inmediatez y la divulgación de información relevante por parte de los medios más acreditados.

Cada cual tiene el discernimiento para escoger entre un titular del New York Times o el de alguna oscura publicación que contraviene lo que los medios reputados están informando. Además, Twitter cuenta con el socorrido Direct Message, por el cual, tras solicitarle a la persona o entidad que te siga, puedes comunicarte con alguien que está en la escena de un suceso tuiteando en tiempo real lo que está aconteciendo. En muchas ocasiones es así como en los informativos se sigue una noticia dramática y se obtienen testimonios de primera mano.

Claro está, como ocurre en todo espacio público, en Twitter abundan los que ventilan egos descomunales que necesitan de un escaparate. En una biografía sobre el nuevo dueño de Twitter publicada en 2015, su autor, Ashlee Vance, lo describió como un individuo con “abundante ego”. A Musk lo que más ilusión le hace es el caos que monta con sus aspavientos de libertario (y en el camino cesa alegremente a una riada de empleados cuyas vidas ni les van ni les vienen a los acaudalados CEOs de turno).

Su último juguete es Twitter y jugará con él hasta que se canse. Así son los narcisistas absolutos.

Siga a Gina Montaner en Twitter: @ginamontaner. ©FIRMAS PRESS