Infección de Covid en la Casa Blanca: Trump lanzó un boomerang peligroso

Sus seguidores le otorgarán súper poderes y sus críticos sufrirán otro episodio de ira. Pero para los conservadores indecisos, este es otro motivo para separarse del mandatario. Más allá de su recuperación (que es momentánea, toda la literatura del virus señala que el el Covid 19 puede ser irregular) y de los sofisticados -aunque experimentales- tratamientos que recibe el Presidente, su impetuosa impulsividad lo ha vuelto a traicionar.

El average nacional de encuestas ya sitúa a Joe Biden con 51% de favoritismo por parte del electorado versus 42% que prefieren al Presidente. Y hay encuestas como las de CNBC, JTN, CNN y Survey USA que dan a Biden hasta con 57% de preferencia entre los electores.

No va apenas del efectista gesto de quitarse la máscara como si fuera la escena final de un sainete teatral (que en la vida real ha afectado a todo el país, dejándolo en duelo y ruina), sino su mensaje: "No dejen que el virus los domine.... No dejen que se apodere de sus vidas".

President Donald Trump waves from the Blue Room Balcony upon returning to the White House Monday, Oct. 5, 2020, in Washington, after leaving Walter Reed National Military Medical Center, in Bethesda, Md. Trump announced he tested positive for COVID-19 on Oct. 2. (AP Photo/Alex Brandon)
El Presidente sabía que era un potencial portador del virus y no le dijo a nadie. Siguió su campaña y probablemente infectó a una cantidad no cuantificable de personas. Incluyendo a su rival político, Joe Biden, y eso puede jugarle en contra (AP Photo/Alex Brandon)

No hay que ser conservador o liberal para entender que este mensaje, tan parecido a la autoayuda y el voluntarismo -para algunos- y motivado por la soberbia -para otros- es al menos desconsiderado, falto de empatía e indiferente con una tragedia que le ha explotado en la cara al mundo y en especial a Estados Unidos, donde han fallecido 210 mil personas, una cifra superior a los decesos por cáncer o enfermedades coronarias.

Es un mensaje más que aleja al Presidente de la sindéresis. Como su imposibilidad para desmarcarse del racismo. Su afirmación de que el problema del virus es que se hacen muchos tests. O la idea de que es el Presidente que más ha hecho por la comunidad afroamericana. Los conservadores son conservadores, no firman cheques en blanco. Al menos no todos. La gran mayoría de los conservadores son gente decente, trabajadora, respetuosa del prójimo. Con ideas conservadoras. Eso no los hace racistas o indiferentes a una pandemia que ha amenazado la vida de millones de estadounidenses.

Equivale a lo mismo que le pasa al liberal. Un liberal es, en general, como sus pares conservadores, gente trabajadora, que cree en el estudio y en la ciencia, que respeta a sus congéneres, y hace comunidad. Un liberal no es un comunista, ni un antisistema, ni un anarquista. Tener ideas liberales no lo hace insensato. Al menos no a la mayoría. Por eso le importa que su liderazgo se desmarque de los extremismos.

Ausencia de empatía

Eso en términos públicos nacionales. Pero todo lo hace peor cuando aparecen las informaciones sobre los entornos del Presidente. El Presidente sabía que era un potencial portador del virus y no le dijo a nadie. Siguió su campaña y probablemente infectó a una cantidad no cuantificable de personas. Incluyendo a su rival político, Joe Biden. Y ahora se sabe que hubo varios eventos en la Casa Blanca, tanto en espacios cerrados como en el Jardín de las Rosas, en los cuales senadores, trabajadores, asesores y demás miembros de las filas republicanas y el gobierno se infectaron.

Para ellos, ni una palabra. Ni una llamada. Ni un gesto de solidaridad. El mensaje es: no se dejen vencer por el virus, como si los efectos del virus estuviesen en control de los pacientes. Como si ese padecer importara menos que el propio.

Eso sin considerar que las atenciones médicas al Presidente, como es natural, no son parecidas a las que nadie más tiene acceso. Médicos, dedicación, medicinas, los conocimientos más avanzados del planeta a su disposición. Gracias a los impuestos, por cierto, que el mandatario no paga.

Informaciones de Thenews.com revelan que en la Casa Blanca los empleados han sido instruidos de no comunicar a la prensa del estatus propio o colectivo del virus en la sede del mandatario. Lo cual no sólo hace sospechar que los casos son numerosos, sino que suma una de las peores consecuencias del virus: el estigma. Si usted está contagiado, mejor que no se sepa de su existencia.

A oscuras

Los reportes señalan que en la Casa Blanca hay tantos infectados que hoy parece un edificio fantasma. Mucha gente en reposo, otros en cuarentena porque estuvieron cerca de los que fueron infectados, y los que no, trabajando remoto por prevención. La recomendación para ellos es también que no se dejen paralizar.

Según el Washington Post, la comitiva de un par de decenas de empleados que usualmente recibe a Trump a sus llegadas a la oficina gubernamental, era de una sola persona la noche en que llegó, y toda un área del ala occidental de la Casa Blanca tenía las luces apagadas, un signo rarísimo en la sede presidencial estadounidense.

Ante toda esa calamidad, el Presidente impone su mirada divorciada de la realidad, se quita la mascarilla, dice que haber padecido el virus es como haber ido a la escuela. Lo llamó "interesante", y desestimó la muerte y el sufrimiento de centenares de miles, e incluso de sus más allegados.

Al único al que daña ese mensaje es a él mismo.

Los médicos han explicado que el Presidente está ingiriendo un cocktail de anticuerpos poderoso que, para algunos, es signo de que padece síntomas fuertes y, para otros, se trata de la motivación presidencial de sanar rápido. Al mismo tiempo, toma fuertes esteroides, que le hacen lucir todo lo enérgico que lo hemos visto pero que, paradójicamente, debilitan su sistema inmunológico, una consecuencia grave para alguien cuyo cuerpo lucha contra un virus.

Aún estando en la Casa Blanca, el Presidente estará confinado, asegura el NYT.

Las informaciones respecto al Presidente están sujetas a manejos que no siempre parecen transparentes, puestos en sospecha por un clima de aguda polarización, y en un ambiente de desconfianza tal que hay quien piensa que el Presidente nunca estuvo enfermo o que, por el contrario, tiene un estado grave de salud.

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