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Año de elecciones reñidas, pero sin sorpresas

Las encuestadoras pueden respirar aliviadas después de la ronda electoral de este año en América. Los favoritos en las presidenciales de Estados Unidos, México y Venezuela derrotaron a sus rivales con relativa comodidad. Y si en los tres países las elecciones se presentaban como contiendas cerradas, las victorias de Barack Obama, Enrique Peña Nieto y Hugo Chávez no sorprendieron a ningún analista objetivo.

Los triunfos de demócratas, socialistas y priistas sugieren lecturas similares en algunos temas y muy divergentes en otros. En los tres casos los resultados reafirmaron una creciente polarización del electorado.

La relección de Obama dio una clase magistral de estrategia política a sus oponentes y consolidó la evolución de una sociedad estadounidense donde los inmigrantes y sus descendientes han reconfigurado la demografía electoral.

Chávez mantuvo su invicto a pesar de los evidentes fracasos de su extensa administración, pero ahora enfrenta a una oposición más fuerte y organizada en torno a un joven líder.

En México el candidato del PRI ascendió al poder a pesar de que la mayoría de los electores votó por uno de los otros tres partidos registrados. Sin mayoría en el Congreso, los obstáculos frente a Peña Nieto parecen casi infranqueables.

La minuciosa victoria de Obama

El 6 de noviembre los estadounidenses concedieron al presidente Barack Obama una segunda oportunidad para terminar la tarea hercúlea que se había propuesto al iniciar su mandato en 2009: rescatar al país de la peor crisis financiera de los últimos 80 años, construir los cimientos de la economía del nuevo siglo y renovar la esperanza en la realización del sueño americano.

El 45º mandatario en la historia de Estados Unidos derrotó a su rival Mitt Romney por un margen mucho mayor que el pronosticado por los sondeos, aunque las encuestas siempre lo habían dado como el favorito a obtener los 270 votos electorales necesarios para triunfar. Al concluir el conteo en el siempre controversial estado de la Florida, Obama aventajó a Romney por 332 votos electorales contra 206. En el sufragio popular también se distanció de su contrincante al reunir 61,9 millones de votos contra 58,6 del republicano. De los nueve estados considerados como decisivos, el candidato demócrata venció en ocho. Solo Carolina del Norte escapó a su extraordinaria cosecha.

Expertos en política estadounidenses han destacado la efectividad de la estrategia demócrata, que golpeó con precisión los puntos débiles del adversario y aprovechó las ventajas de la cambiante demografía del electorado. A lo largo de la campaña Romney fue atacado por su desempeño al frente la compañía Bain Capital, la negativa a publicar sus declaraciones de impuestos de los últimos 20 años, y casi en la recta final de la contienda, por sus declaraciones despectivas sobre el “47 por ciento” de los estadounidenses, que a su juicio se aprovechan de la ayuda del gobierno.

El candidato republicano a las elecciones presidenciales de Estados Unidos admitió este martes por la noche su derrota ante el demócrata Barack Obama en una intervención ante miles de partidarios en su cuartel de campaña, en Boston (Massachussetts, noreste). (AFP | emmanuel dunand)
El candidato republicano a las elecciones presidenciales de Estados Unidos admitió este martes por la noche su derrota ante el demócrata Barack Obama en una intervención ante miles de partidarios en su cuartel de campaña, en Boston (Massachussetts, noreste). (AFP | emmanuel dunand)


El Partido Republicano apostó por el voto de los hombres blancos y las personas mayores de 65 años, un sector del electorado tradicionalmente más conservador y en consecuencia cercano al Grand Old Party. Pero la evolución demográfica de los votantes demostró que esa vieja estrategia solo conduce al fracaso. Obama ganó el respaldo abrumador de hispanos, afroamericanos y mujeres, en particular las no casadas. Entre los ciudadanos no blancos, el demócrata acaparó el 80 por ciento de los sufragios.
Obama fue bendecido además por la buena suerte. En las semanas anteriores a los comicios la economía dio señales de recuperación y el desempleo cayó de la barrera psicológica de ocho por ciento. A pocos días de las elecciones, el paso del huracán Sandy le ofreció la oportunidad de presentarse ante sus compatriotas como el Comandante en Jefe. Lo hizo tan bien que hasta el gobernador republicano de New Jersey, Chris Christie, reconoció públicamente el trabajo del presidente.

Un solo momento de fragilidad puso en peligro relativo su relección: el primer debate televisivo en Denver. Obama lució dubitativo, inmutable, quizás fatigado. Romney despegó en los sondeos y desde el bando republicano comenzaron a cantar una prematura victoria. Un virtual empate en el segundo debate, donde se presentó más enérgico y la paliza en el tercero, dedicado a la política internacional, revelaron uno de los rasgos de su carácter: la eficacia bajo presión. Su frase sobre “los caballos y las bayonetas”, en respuesta a las ideas de Romney sobre el ejército, perdurará seguramente en la historia de los debates electorales.

Chávez vence al cáncer y a la oposición

Hugo Chávez reafirmó su aparente invencibilidad en elecciones presidenciales cuando se religió para un tercer mandato el 7 de octubre pasado. El mandatario venezolano derrotó a su joven adversario Henrique Capriles por cerca de 10 puntos porcentuales, una cómoda ventaja que sin embargo demostró nuevamente las agudas divisiones en la sociedad de ese país suramericano.

Los meses anteriores a los comicios Chávez había fomentado la incertidumbre en torno a su estado de salud. Atacado por un cáncer abdominal, el gobernante hizo frecuentes viajes a Cuba para ser tratado por un equipo de médicos cubanos y encontrarse con su manager político, el ex presidente Fidel Castro. En abril, durante una misa, entre lágrimas le pidió a Jesucristo que le diera vida “porque aún me quedan cosas por hacer”.

Su enfermedad sembró dudas sobre la continuación de un proyecto construido en torno a su figura. Ninguno de los políticos de la actual cúpula gubernamental goza de la simpatía del Comandante Chávez, amado y odiado con el mismo fervor por partidarios y opositores.

En el poder desde 1999, Chávez cuenta con el apoyo incondicional de millones de venezolanos de bajos ingresos principales beneficiarios de las misiones sociales. El gobierno bolivariano ha sustentado esas medidas de asistencia con la jugosa factura de las exportaciones petroleras, cuyo alto precio en el mercado mundial ha dado oxígeno a una economía ineficiente y plagada de funcionarios corruptos. El “socialismo del siglo XXI” propuesto por Chávez no ha podido acabar con la violencia omnipresente en Venezuela.

Desde el balcón escenario de sus discursos de victoria en el Palacio de Miraflores, Chávez invitó a sus opositores a trabajar juntos por el futuro de Venezuela, en un tono conciliador muy diferente al empleado durante la campaña cuando se refería a Capriles y sus seguidores. Antes de los resultados del 7 de octubre, el candidato por el Partido Socialista Unido (PSUV) había amenazado con el estallido de una guerra civil si “la burguesía” retomaba el poder.

Capriles reconoció su derrota en las urnas, pero reiteró su compromiso de trabajar para cambiar el gobierno y construir una Venezuela diferente a la diseñada por el chavismo. La oposición, apabullada por sucesivos fracasos electorales, podría encontrar en el joven gobernador de Miranda el líder necesario para poner punto final en 2018 a dos décadas de reinado de Chávez.

El retorno del PRI

Tras una pausa de 12 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) recuperó el poder en México de la mano del joven Enrique Peña Nieto. El carismático ex gobernador del estado de México triunfó en las elecciones del 1 de julio al obtener poco más del 38 por ciento de los votos, menos de siete puntos por encima de Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento Progresista. La ley electoral de ese país no comprende la realización de una segunda vuelta.

El resultado definitivo no se conoció hasta el 31 de agosto, cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial desestimó la demanda de nulidad interpuesta por López Obrador. El líder izquierdista había protagonizado un episodio similar en 2006 al ser derrotado por estrecho margen en los comicios frente a Felipe Calderón, a la postre ratificado por las autoridades.

Peña Nieto hereda una pesada carga histórica: los 70 años en el gobierno del PRI, un partido asediado por interminables escándalos de corrupción. Borrar esa turbia imagen será una labor ardua para un político que mantiene reconocidos vínculos con la elite priista. Además, el país que gobernará durante el próximo sexenio atraviesa una encarnizada guerra contra los carteles de la droga. Más de 60.000 personas han sido asesinadas desde que el gobierno de Partido Acción Nacional (PAN) movilizó al ejército para combatir a los narcotraficantes en 2006.