Desconfianza generalizada en la recta final de las elecciones: el trato de los demócratas hacia la enfermedad de Trump podría definirlo todo

A 30 días de las elecciones presidenciales estadounidenses, y luego de observado el primer debate, los electores no tienen grandes ideas para escoger, sino una trifulca permanente, una convulsión crónica que no deja escuchar sino ataques, y una reyerta estéril y emocional que ha dividido al país sin ningún propósito. Pero el drama no para: Trump contagiado de Covid 19 abre nuevos escenarios.

Algunos medios titularon "Trump dice tener Covid 19", poniendo en entredicho, desde la forma estructural de la información, que la misma fuera verificable. La desconfianza se ha generalizado tanto que muchos no se atrevieron a afirmar en primera instancia lo que el Presidente contó, sino que sólo informaron que él puso lo que puso en su boca (twitter).

Es imposible no pensar de primera reacción que no importa que desescuches a la ciencia porque no te conviene lo que dice: la ciencia suele ir tras hechos ineludibles, y si crees que puedes burlarlos, te tiendes una trampa a ti mismo. Este país no está para quedarse sin Presidente. Así que esperemos que se recupere pronto y siga con su ímpetu de siempre en la contienda electoral.

A este respecto, será vital el tratamiento que le dé la campaña demócrata a la enfermedad del Presidente. De momento, la decisión inmediata de la campaña demócrata ha decidido retirar los anuncios que atacaban a Trump y mostrarle solidaridad.

Es un gesto para con los electores, una oportunidad para mostrarles que si Trump se va, volverá la paz.

Habría que esperar a ver si cuando el mandatario mejore no aprovecharán la ocasión para reclamarle los pocos cuidados por lo que se contagió, su irresponsabilidad recetando tratamientos preventivos y el uso del sistema de salud pública por su parte, en vista de que como ciudadano no ha pagado impuestos por años.

Algunos, por el contrario, piensan que Trump sacará provecho de haber vencido el virus, y que estar saludable le hará lucir de nuevo como un líder súper poderoso. Por lo pronto, se sabe que conocía de estar potencialmente infectado, antes de que decidiera viajar, reunirse y tener el debate. En la Casa Blanca y en el Senado no se han terminado de contar los contagios.

Lo que sí se vio

Si Ronald Reagan, F. D. Roosvelt o John F. Kennedy hubiesen presenciado el debate que Donald Trump y Joe Biden protagonizaron la semana pasada, de seguro estarían preocupados por lo que la oratoria de los hombres que aspiran al poder retrata: incapacidad para escuchar y hacerse escuchar, ausencia de carácter, una escandalosa escasez de ideas sobre la conducción y el futuro del país.

Afortunadamente para ambos (muchos analistas consideran que en el debate perdieron los dos, y hasta los tres -incluyendo a Chris Wallace-), según explica un trabajo de The Economist, históricamente, los debates no han hecho mayor diferencia en las tendencias electorales, sino que, por el contrario, "sirven para que cada grupo confirme sus ya establecidas creencias".

Sin embargo, había expectativas. Expectativas positivas y negativas de ambos bandos que ninguno de los dos las cumplió. Trump estuvo más espasmódico que nunca, el debate fue un ruido de 90 minutos en el que escasamente eran inteligibles algunas palabras. Y a Biden le fue imposible conservar la calma, y mucho menos hacerse escuchar.

Lo que sí logró el Presidente fue seguir sembrando una idea que tiene meses, sino años, tratando de establecer: que votar no es suficiente; que si pierde, él no respetará los resultados; que las elecciones no son confiables. "Minar la confianza de las elecciones, ése era su propósito", afirmó Anne Applebaum en The Atlantic.

Y bueno, claro, mandadas a callar, calificativos como payaso, ataques a familiares con problemas de adicción, y una nefasta negativa a pronunciarse en contra del supremacismo. Ese también fue el terrible retrato de la política estadounidense que resultó del debate.

Números y panoramas

El sondeo más escandaloso de los últimos días es el de la encuestadora Rasmussen, que usualmente da cifras que tienden a favorecer a los republicanos. Pero el 30 de septiembre publicó un estudio donde Biden aparece con 51% de preferencia entre los electores, versus 43% de preferencia por el Presidente. Ocho puntos porcentuales de diferencia que a 30 días parecen un planeta.

Pero, como afirma David Leonhardt, del New York Time, en un análisis cuya base pareciera mantenerse incólume de principio a fin de la contienda: si en las semanas que faltan, la campaña sigue luciendo como un plebiscito acerca de la administración Trump, la población votará por Biden. Si las señales del clima político los invitan más bien a pensar en si son conservadores o liberales, votarán por Trump.

En tanto, a Trump le cuesta conectar con muchos conservadores, y hospitalizado, Biden parece con la oportunidad de lucir como el rey de la concordia.

Una encuesta de Reuters/Ipsos hecha a última hora tras el diagnóstico al presidente “dio pocos indicios de un gran apoyo al presidente más allá del grupo central de seguidores de Trump”, la encuesta señala que 51% respalda a Biden, mientras que un 41% apoya a Trump. 4% eligió a un tercer candidato y el otro 4% dijo estar indeciso. El alza aún se encuentra dentro del margen de error de la encuesta, de +/- 5 puntos porcentuales.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

Donald Trump, sobre su salud: "Estoy mejor, pero en los próximos días será el verdadero test"

Opinión: Desafiante y ahora contagiado: Trump es una historia con moraleja

La Casa Blanca encara crisis de credibilidad tras diagnóstico de Trump con Covid-19