El salto supersónico de Félix Baumgartner

ROS10 - ROSWELL (EE..UU.), 15/10/2012.- Fotografía cedida este 16 de octubre de 2012, por Red Bull Stratos, que fue tomada por una cámara montada en la cápsula, que muestra al austríaco Felix Baumgartner mientras salta fuera de esta, durante el último vuelo tripulado para Red Bull Stratos en Roswell, Nuevo México, (EE.UU.), el 14 de octubre de 2012. La cápsula y cámaras sólo podían ser recuperados más tarde. Baumgartner se convirtió en el primer humano en viajar más rápido que la velocidad del sonido fuera de una aeronave, en un salto espectacular desde una cápsula que fue levantada por un globo de helio a 39 kilómetros por encima de la superficie de la tierra. Baumgartner descendió los últimos kilómetros en paracaídas y aterrizó a salvo en una zona despoblada de Nuevo México, entre los aplausos de su equipo de apoyo en una instalación cercana que se parecía mucho a un centro de control de misión de la NASA. EFE/RED BULL STRATOS HANDOUT EDITORIAL USE ONLY/NO SALES/NO ARCHIVES

El 14 de octubre de 2012 el paracaidista austriaco Félix Baumgartner inscribió su nombre en la historia cuando rompió la barrera del sonido en caída libre desde más de 39 kilómetros de altura. Su proeza no solo representó un éxito publicitario para la productora de bebidas energéticas Red Bull, sino que aportó un raudal de nuevos datos para las investigaciones de la atmósfera terrestre.

El salto consumado en Roswell, una zona semidesértica del estado de Nuevo México, cerró un año espectacular para las ciencias espaciales en Estados Unidos. Las imágenes del descenso del robot Curiosity en Marte y el último viaje del trasbordador espacial Atlantis acapararon las noticias durante semanas. La muerte de Neil Amstrong, el primer astronauta en pisar la Luna, si bien entristeció a la comunidad científica, también recordó una de las mayores epopeyas de la historia humana.

Un día glorioso

Baumgartner se había preparado durante siete años para no vacilar en ese instante. Ya fuera de la cápsula, aguardó unos segundos y se lanzó al vacío. El descenso duró alrededor de cuatro minutos y 20 segundos, suficientes para alcanzar una velocidad de 1.342 kilómetros por hora, superior a la velocidad del sonido.

Nunca antes un hombre había superado esta barrera sin ayuda mecánica.

El osado saltador de 43 años y su equipo en Roswell vivieron momentos de angustia cuando el paracaidista entró en barrena, es decir, comenzó a girar descontroladamente. “Nunca pensé que moriría, pero estaba decepcionado porque perdería el récord”, relató más tarde. “En esa situación, cuando giras, es como el infierno y no sabes si podrás salir de la barrena o no. Por supuesto, fue aterrador. Estaba luchando hasta el final porque sabía que en algún momento podría retomar el control”, afirmó. Gracias a su experiencia y el entrenamiento, Baumgartner logró sobreponerse a esos segundos caóticos y abrir su paracaídas a unos 1.500 metros de altura.

A salvo en tierra, levantó sus brazos al cielo y seguramente dio gracias al mismo Dios al que le había pedido no dejarlo solo en el umbral de su hazaña. Esa mañana, al despertar, había escrito en su diario: “Hoy es un día glorioso.”

Un salto para la ciencia

El aterrizaje a salvo de Baumgartner despeja el camino para avances futuros en las ciencias aeroespaciales. La página oficial del evento Red Bull Stratos afirma que el traje utilizado durante el salto impulsará el desarrollo de una nueva generación de equipos de este tipo con mejoras en la movilidad y la visión. Por otra parte, contribuirá al estudio de los efectos sobre el cuerpo humano de la aceleración y desaceleración supersónicas. Asimismo, los sistemas de paracaídas evolucionarán estimulados por esta nueva experiencia de salto desde la estratósfera.

En los poco más de cuatro minutos de descenso, Baumgartner desafió condiciones que en circunstancias normales habrían sido fatales. En la estratósfera el aire se torna irrespirable, la débil presión atmosférica puede provocar que la sangre alcance el estado de ebullición y se evapore; en la tropósfera (entre 16 y 18 kilómetros de altura) la temperatura desciende drásticamente a valores cercanos a los – 60º C; la violenta caída en barrena pudo haber causado el colapso de su sistema circulatorio, además de los daños internos relacionado con el golpe de las ondas sonoras al romper la barrera del sonido. Sin embargo, el rigor científico y la buena suerte garantizaron el éxito de la aventura.

Otros intentos precedentes habían terminado con la muerte de los paracaidistas, como en el caso del ruso Pyotr Dolgov –fallecido el 1 de noviembre de 1962--, y el estadounidense Nick Piantanida, también muerto tras un largo coma en agosto de 1969.

Baumgartner ha anunciado el fin de su temeraria carrera. Las Naciones Unidas lo han invitado a convertirse en embajador de buena voluntad para la juventud. También aspira a realizar otro de sus sueños: ser piloto de un helicóptero de rescates. “Uno necesita retos, una razón para levantarse cada día y yo estaré volando en misiones de socorro en las montañas”, explicó.

Pero quizás las palabras que mejor describan el momento culminante de su vida se encuentran en una parte de su diario del 14 de octubre: “Estoy en el punto más lejano de mi viaje. Desde ahora voy camino a casa –metafórica y literalmente.”


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