El prodigioso Matthew Buchinger, un mago sin piernas ni brazos del siglo XVIII

Recién iniciado el siglo XVIII los modos de distracción y ocio de los ciudadanos de cualquier lugar eran escasos, siendo mayoritariamente el modo de entretenerse el acudir a una ejecución pública (por aquel entonces era raro el mes que no hubiera alguna) e ir a ver los espectáculos teatrales o circenses que, de tanto en tanto, aparecían por la población en compañías ambulantes.

Pocos eran los artistas que conseguían poder permanecer durante una larga temporada en un mismo lugar y todos los días llenar el recinto donde realizaba su espectáculo.

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Uno de ellos fue Matthew Buchinger, alemán (nacido en Ansbach, población famosa en la época debido a una curiosa historia sobre un hombre lobo ocurrida en 1685) que a inicios del siglo XVIII recorrió gran parte del continente europeo con su espectáculo y acabo instalándose a vivir en Londres.

Pero Matthew Buchinger poseía varías peculiaridades físicas que lo convirtieron en uno de los artistas más prodigiosos de su época: medía 74 centímetros de altura y tenía una malformación de nacimiento que había hecho que careciese de piernas y brazos (tenía muñones a la altura se las rodillas y los codos debido a una enfermedad congénita conocida como ‘focomelia’).

A pesar de ello nada limitó su capacidad para realizar auténticas proezas que dejaban al público boquiabierto. Tocaba varios instrumentos a la perfección, realizaba ilustraciones, pequeñas piezas a las que escribía minúsculos textos e incluso introducía con gran destreza pequeños barcos de madera dentro de botellas de cristal.

También tenía una gran puntería y realizaba sencillos pero, a la vez, sorprendentes trucos de ilusionismo. Todo ello motivó para que fuese conocido como ‘mago’, ya no porque realizase trucos de magia (tal y como hoy conocemos) sino por su capacidad inexplicable para realizar todas estas proezas a pesar de sus evidentes limitaciones físicas.

Una de las cosas más sorprendentes de Matthew Buchinger fue su capacidad por conquistar y seducir a infinidad de mujeres: se casó en cuatro ocasiones, tuvo catorce hijos de ocho mujeres diferentes y según relatan algunas crónicas se le adjudican alrededor de setenta amantes.

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Pero una de las cosas que más deseaba conseguir Buchinger desde que llegó a Inglaterra era una pensión vitalicia que le ayudase a vivir un poco mejor y cubrir todos los gastos que su numerosa familia y promiscua vida le ocasionaban. Tras solicitar dicho subsidio al rey Jorge I éste se la denegó, sobre todo porque vio en él que era un hombre muy válido para realizar cualquier tipo de trabajo y ganarse la vida, a pesar de la aparente discapacidad física que presentaba. Lo máximo que pudo conseguir del monarca fue una pequeña gratificación que de poco le sirvió.

Afortunadamente no le faltó el trabajo y docenas eran las personas que acudían a sus espectáculos por los que cobraba de entrada un chelín. También fueron múltiples las ocasiones en las que fue contratado para actuar para particulares en lujosas mansiones donde los aristócratas de la época realizaban sus exclusivas fiestas. Matthew Buchinger se convirtió en un habitual de ese tipo de actos sociales donde los invitados disfrutaban de sus habilidades.

Fuentes de consulta: mentalfloss / nytimes / libraryireland

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