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El precandidato a gobernador que negó que una periodista cubra su campaña solo por ser mujer

Es usual que, para informar de modo directo y continuo sobre las actividades de un candidato, un periodista (o varios) acompañen al político en todas sus actividades públicas y envíen sus reportes al respecto.

Pero para el representante estatal Robert Foster, aspirante a la candidatura para gobernador de Mississippi en la contienda primaria republicana, esa labor no puede ser realizada por una mujer. Una decisión que es no solo profundamente anticuada, machista y ofensiva sino que deja muchas interrogantes sobre la capacidad de Foster para desempeñar apropiadamente el cargo al que aspira.

Así, la reportera Larrison Campbell, del periódico Mississippi Today, solicitó a la campaña de Foster la debida acreditación para seguir de modo continuo al precandidato republicano, del mismo modo que otro periodista del mismo periódico haría con el otro aspirante en la primaria de ese partido.

El representante estatal Robert Foster, aspirante a la candidatura a gobernador de Mississippi en el proceso primario del Partido Republicano. (AP/Rogelio V. Solis)
El representante estatal Robert Foster, aspirante a la candidatura a gobernador de Mississippi en el proceso primario del Partido Republicano. (AP/Rogelio V. Solis)

Pero como la propia Campbell narró, la respuesta fue chocante: Foster se negó a que ella hiciera esa cobertura informativa simplemente porque la periodista es mujer. Y, por añadidura, el coordinador de la campaña de Foster, Colton Robinson, añadió que Campbell podría ser admitida para cubrir una gira de 15 horas del precandidato solo si ella iba acompañada de un colega varón.

Es decir, si llevaba un chaperón.

El rechazo a Campbell y el citado requisito resultan reprobables, propios de épocas pasadas de discriminación y sexismo (en las que, muchos dirían, Foster y Robinson aún viven y desean preservar). Y la razón que ellos alegaron para todo ello fue que si Foster es visto acompañado por largos periodos de una mujer alguien podría insinuar o acusarlo de tener una relación extramarital.

El argumento luce igualmente absurdo y misógino pues, como dijo Campbell, implica que el mero hecho de que ella acompañe a Foster equivale a que alguien piense que tiene una relación con él. Es decir, la presencia femenina solo tendría en esa lógica el objetivo o la justificación en servir de pareja sexual para el hombre de poder e influencia.

Esa noción al parecer está tan arraigada en Foster y su equipo que sugerencias como que Campbell portara en todo momento y muy visiblemente su credencial que la identifica como integrante de la prensa no fueron aceptadas.

Es decir, para ellos nada que Campbell hiciera, al ser mujer, evitaría que alguien pensara que tiene un affaire con Foster, desvirtuando con ello su profesionalismo de reportera y su dignidad como persona.

Robinson añadió que “la percepción lo es todo” y que como está ya muy cerca la primaria republicana ellos no tendrían tiempo para refutar afirmaciones o imágenes, que según él surgirían si se ve a Campbell hacer la cobertura de la campaña del precandidato, de que él tiene un affaire. Era un riesgo que no podían correr, se dijo.

Pero el tiro les salió por la culata, pues su rechazo al trabajo profesional de Campbell ya colocó a Foster como un individuo sexista, machista y que no valora a la mujer más allá de un posible objeto de tentación sexual. También lo mostró como un candidato temeroso y anticuado.

Nada de ello lo ayudará mucho en sus aspiraciones si llegara a disputar la elección general en Mississippi, si bien hay quien, en la derecha más conservadora a la que Foster apela, estaría de acuerdo con sus trasnochadas opiniones y le podría aportar votos en el proceso primario del Partido Republicano.

El propio Foster, de acuerdo al Huffington Post, confirmó esa impresión al señalar que su rechazo a Campbell se origina en que él sigue una práctica del histórico pastor evangélico Billy Graham, quien se dice no pasaba tiempo con una mujer que no fuera su esposa para “evitar cualquier situación que pudiera evocar sospecha o compromiso” para su matrimonio.

Foster defendió así su decisión en “el respeto a mi esposa, mi carácter y mi fe cristiana”. Y, como él acusó en Twitter, es la “izquierda liberal” la que “perdió la cabeza por el hecho de que yo he elegido n o ser visto a solas con otra mujer. No pueden creer que incluso en 2019 alguien valore su relación con su esposa y mantenga su fe cristiana”.

Foster ciertamente es libre de creer y expresar su fe, pero sus afirmaciones siguen siendo equívocas. Campbell no le pedía pasar tiempo a solas con él sino cubrir su actividades de campaña, que son por definición actos públicos y, en el caso de entrevistas uno a uno, Foster podía hacerse acompañar de quien quisiese (Robinson, por ejemplo), como es común en la práctica periodística.

En cambio, la minusvaloración de la mujer implícita en su noción tiene mucho de fundamentalismo, que puede agradar ciertamente a quienes piensen como él y que tendrían un peso electoral en Mississippi, pero no por ello se trata de una práctica compatible con la equidad entre los géneros y el respeto a la mujer.

Y cabe señalar que el citado compromiso de Graham, incluido en su ‘Manifiesto de Modesto’, se formuló en 1948, en un país y una sociedad diferentes a las actuales. Y estuvo motivado en una situación concreta: evangelistas y pastores en esas épocas que viajaban para difundir su fe en ocasiones caían en la infidelidad (sus esposas se quedaban en casa) y por ello Graham planteó su postura de no estar nunca solo con una mujer para evitar toda sospecha o percepción y con ello potenciar la credibilidad de su ministerio (que ciertamente se volvió enormemente exitoso y duradero).

Pero es dudoso que ese contexto y ese posicionamiento se apliquen para actos públicos de una campaña política más de 70 años después. En cambio, puede dar la percepción a gran escala de que Foster tiene tendencias represivas, sexistas, misóginas o discriminatorias a tal escala que no quiere ni ser visto en público (no a solas) con una mujer, que por demás es profesional y no, como al parecer se desprende de la lógica de Foster, una fuerza de tentación o de malinterpretación.

Conclusiones todas que, en todo caso, están solo en la mente de Foster y de quienes piensan como él y no en la realidad objetiva de la cobertura periodística y en general de todas las actividades profesionales en los que debe existir plena equidad de género. Que la “percepción” de algunos obstaculice la labor y el desarrollo profesional de la mujer resulta de suyo reprochable, más allá de la pureza que Foster y otros esgriman al respecto.

Foster está en su derecho de preservar su moralidad y la integridad de su matrimonio, pero ello no tiene en realidad relación con la actitud mostrada hacia la labor profesional y periodística de Campbell.

Campbell y sus editores se negaron a aceptar el requisito de que ella acudiera con un chaperón a hacer su cobertura informativa, por lo que al parecer las actividades de Foster se quedarán a oscuras, al menos en cuanto a la cobertura directa del Mississippi Today.

Y si las creencias y posiciones de Foster tienen o no un respaldo social amplio se verá en las urnas. Por lo pronto, en los medios y las redes sociales, ha sido sujeto a crítica y escarnio en una proporción mayor.