El posible impulso de las capacidades humanas mediante biotecnologías inquieta a la mayoría de los estadounidenses

Los avances en la medicina y las ciencias biomédicas han impulsado intensamente la calidad y duración de la vida humana a lo largo del último siglo y, conforme las capacidades científicas y tecnológicas se desarrollan, también lo hacen las posibilidades terapéuticas, curativas y de mejora de la salud en general.

Con todo, los avances actuales comienzan a llegar al punto en que comienza a ser factible, o al menos mucho más viable en el futuro cercano, incrementar sustancialmente las capacidades del cuerpo humano al modificarlo a nivel físico o genético. Las nociones del cyborg (una individuo con capacidades expendidas más allá de lo natural vía la implantación de tecnologías) o de personas con su perfil genético seleccionado para obtener las peculiaridades deseadas son prevalentes en la ciencia ficción y en el imaginario colectivo, y comienzan a verse con una viabilidad menos lejana, con todas las implicaciones éticas, médicas y socioculturales inherentes.

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Un paciente paralizado logra utilizar su mano gracias a un implante cerebral y a un bypass que reconecta su brazo con el cerebro vía una computadora. (AP)

Ante ello, el Centro Pew realizó una encuesta para medir la actitud de los estadounidenses ante la posibilidad de que los humanos sean “mejorados” con avanzadas tecnologías biomédicas, por ejemplo la manipulación genética para reducir el riesgo de enfermedades en los bebés, los implantes cerebrales para impulsar las capacidades cognitivas y el uso de sangre sintética para potenciar las habilidades físicas.

Aunque ninguno de esos casos es viable en la actualidad, se trata de posibilidades que están siendo ya investigadas o utilizadas en casos limitados. Por tanto, es previsible que al menos en el plano técnico serán factibles de ser aplicadas a escala mayor en un futuro cercano. Por ello, se trataría también de intervenciones que resultan comprensibles para el público general.

En general, la mayoría de los estadounidenses encuestados expresaron preocupación en mayor o menor grado ante el eventual uso de esas tecnologías: 69% se dijo preocupado por los implantes cerebrales, 68% por la manipulación genética y 63% por la sangre sintética. En contrapartida, el 49% se dijo entusiasta ante la posibilidad de modificaciones genéticas para reducir riesgos enfermedades, 36% ante el uso de sangre sintética y 34% ante los implantes cerebrales. Las sumas exceden el 100%, indicó el Pew, porque hubo personas que se dijeron al mismo tiempo preocupadas y entusiastas ante esas posibilidades a escala general.

A escala personal, mucho más directa, las cifras son algo diferentes: 66% no desea tener un implante en el cerebro (32% sí lo querría), 63% no querría que le inyectasen sangre artificial (35% sí) y un más balanceado 48% estaría dispuesto a que los genes de sus bebés fuesen manipulados para reducirles el riesgo de enfermedades contra 50% que rechaza esa intervención.

Por grupos sociales y religiosos

Las personas de alto fervor religioso son especialmente contrarias al uso de esa clase de tecnologías para mejorar las capacidades humanas por considerar que se está alterando la naturaleza: el 64% de quienes se consideran muy religiosos, por ejemplo, rechazan la manipulación genética en bebés para reducir el riesgo de enfermedades, 65% los implantes cerebrales para impulsar la cognición y 60% la sangre sintética para mejorar las habilidades físicas.

Los evangélicos de raza blanca, por ejemplo, son el grupo que más rechaza (65%) la manipulación de los genes de los bebés para evitar el riesgo de enfermedades, por considerarlo que se está yendo demasiado lejos en la alteración de la naturaleza, seguidos de los hispanos católicos (55%) y los católicos de raza blanca (53%). En cambio, para el 80% de agnósticos y ateos y para el 57% de los protestantes de las denominaciones convencionales se trata solo de un modo más para tratar de mejorar la vida humana.

White evangelicals especially likely to say that gene editing for babies crosses a line https://t.co/Wup0Ea60Bw pic.twitter.com/uuj6DIJYw1

Los hispanos son mayormente contrarios a esa modificación genética (54% la rechaza) mientras que personas de raza blanca o afroamericana se oponen a ello en 45%.

Preocupación por la igualdad y la moral

Entre los temores o críticas a esas mejoras, los encuestados citan de modo ampliamente mayoritario, por ejemplo, que exacerbarían la desigualdad porque, por su alto costo, en principio sólo estarían disponibles para los ricos, además de que los beneficiarios podrían considerarse superiores.

Y en general también más personas creen que los implantes cerebrales y el uso de sangre artificial sería moralmente inaceptable, aunque muchos mantienen dudas, presumiblemente porque la finalidad específica de una intervención implicaría un diferente nivel de moralidad.

Así, usar sangre artificial para salvar la vida de una persona que se desangra no sería objetable como su uso para ganar mayor poder físico en un deporte, y la manipulación genética sería menos reprochable si se hace específicamente para eliminar factores de riesgo de enfermedades hereditarias que si se realiza para dotar al futuro bebé de atributos específicos no vinculados a la incidencia de enfermedades.

En ese sentido, el grado de aceptación de esas tres tecnologías potenciales varía dependiendo del alcance o impacto de éstas en las personas: si los resultados de éstas conducen a que quienes se beneficien de ellas gocen de condiciones de salud o habilidades similares a las que podrán lograr si desarrollaran al máximo sus capacidades naturales, entonces esos avances resultan mucho más aceptados que si, en cambio, ofrecieran potencialidades superiores a las actualmente conocidas.

Cambios de opinión

Ciertamente, estas percepciones podrían cambiar y es frecuente que conforme los avances biomédicos se van dando y resultan más asequibles, probados y menos extraños su aceptación crezca. Hace 38 años, por ejemplo, cuando se realizó el primer caso de una persona nacida vía fertilización in vitro el rechazo popular era considerable, mientras que hoy (aunque persiste la oposición) se trata de una práctica ampliamente aceptada y practicada, incluso cubierta por muchos seguros médicos.

Nearly half or more Americans expect human enhancement changes to happen within 50 years https://t.co/1MWJL1SUbk pic.twitter.com/l645V3GN6d

Pero también hay casos en que los rechazos, racionales o no, prevalecen. El no a las vacunas que existe en Estados Unidos en una proporción importante de las familias es un ejemplo de hostilidad hacia una práctica que ha mostrado global y abrumadoramente sus beneficios, aunque existan casos en los que resultaron negativos para personas específicas.

Pero cuando las tecnologías y las técnicas biomédicas avanzan a terrenos inéditos, también se incrementan las incertidumbres. Y mientras más avanzan, más es necesaria su discusión y el establecimiento de normas éticas básicas y criterios científicos claros sobre en qué casos es válido y apropiado realizar intervenciones y en cuáles se está cruzando una línea con repercusiones negativas a escala individual o colectiva.

Con todo, lo que parece en cierto modo inevitable es que, como ya ha sucedido y seguirá sucediendo en cierto sentido con tecnologías exteriores al ser humano, los avances comenzarán cada vez más a incidir en el futuro de la humanidad, de sus cuerpos y de sus mentes.

La mayoría de los encuestados por el Pew creen, así, que posibilidades de modificación humana vía biotecnologías serán realidad dentro de las próximas décadas.

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