El Pentágono es el emisor institucional #1 de gases de efecto de invernadero en el mundo

El Departamento de Defensa de Estados Unidos, que opera las fuerzas armadas más poderosas del mundo, tiene también la punzante condición de ser la institución que más combustibles fósiles consume a nivel mundial y la que más emisiones de carbono, catalizadoras del cambio climático, emite en el planeta.

Tanto que los contaminantes producidos por el aparato militar dirigido desde el Pentágono, unas 59 millones de toneladas de bióxido de carbono y otros gases en 2017 según un estudio recientemente publicado por la Universidad de Brown, superan los que producen países enteros, entre ellos Corea del Norte, Portugal, Noruega, Suecia, Suiza, Irlanda, Ecuador y Cuba, por solo citar algunos de los que producen menos gases contaminantes al año que las fuerzas armadas estadounidenses, de acuerdo al reporte Global Carbon Atlas.

El Pentágono, edificio sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos (Bill Clark/CQ Roll Call)
El Pentágono, edificio sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos (Bill Clark/CQ Roll Call)

Si el Departamento de Defensa fuera un país, sería el #55 por el nivel de emisiones de carbono que genera anualmente, tanto que equivale a casi el triple de lo que emitieron en 2017, por ejemplo, Guatemala o Bolivia.

Y se estima que entre 2001 y 2017, las operaciones de las fuerzas armadas estadounidenses produjeron 1,212 millones de toneladas de esos gases, en su gran mayoría producidos por el consumo de combustibles fósiles de sus aviones, navíos y vehículos terrestres para la movilización de soldados y armamento, de acuerdo a la autora del citado estudio, Neta Crawford, investigadora de la Universidad de Boston.

El ingente consumo de combustible para los jets de combate y los bombarderos estadounidenses produce la mayoría de esos contaminantes. Crawford comenta en LiveScience que un solo bombardero B-2 transporta 25,600 galones de combustible, lo que le permite volar 6,000 millas mientras emite 250 toneladas de gases de carbono. Tan solo en una misión de bombardeo contra bases del Estado Islámico en Libia en 2017, cuenta Crawford, dos bombarderos B-2 produjeron más de 1,000 toneladas de esas emisiones.

Y tan solo en las operaciones militares en Afganistán, Irak, Paquistán y Siria realizadas entre 2001 y 2017, las fuerzas estadounidenses produjeron más de 400 millones de toneladas de esos gases.

La gran mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero de las fuerzas armadas de EEUU se producen por el consumo de combustibles fósiles de sus aviones caza y bombarderos. (Gabriel Olsen/FilmMagic)
La gran mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero de las fuerzas armadas de EEUU se producen por el consumo de combustibles fósiles de sus aviones caza y bombarderos. (Gabriel Olsen/FilmMagic)

Crawford indica que, de acuerdo a su investigación, el Pentágono ciertamente comprende las implicaciones de su dependencia de combustibles derivados del petróleo y del cambio climático, y considera a éste como una amenaza a la seguridad nacional en general y a sus instalaciones militares en lo específico. Y también tiene en cuenta que el cambio climático puede desatar, por sus efectos dañinos en las sociedades, migraciones masivas y guerras. Con todo, no reconocería que su propio consumo de hidrocarburos es un aporte relevante a los factores que producen ese cambio climático.

Y ciertamente podría reducir sus emisiones y, en general, su consumo de combustibles fósiles. Algo que, según la autora, podría reportar no solo beneficios medioambientales sino ventajas directas para las fuerzas armadas estadounidenses.

Si se dieran pasos en ese sentido, se cita en el estudio, las fuerzas armadas mitigarían su dependencia de combustibles derivados del petróleo, cuya logística de abastecimiento es vulnerables en situaciones de combate; reduciría su necesidad de proteger el abasto general de hidrocarburos, lo que es un elemento clave de su presencia militar en Medio Oriente y, con ello, se darían pasos hacia un entorno geopolítico diferente, que le permitiría reevaluar sus relaciones, amistosas u hostiles, con actores críticos de esa región como Arabia Saudita o Irán.

Ciertamente, el Pentágono utiliza otros combustibles, como la energía nuclear en sus grandes portaviones, y ha comenzado a utilizar alternativas como los biocombustibles y la energía solar y, en general, ha reducido su consumo de combustibles.

Pero el uso de energías renovables es aún incipiente, y aunque es previsible que se den avances en la materia en el futuro (por ejemplo con más electricidad producida de fuentes renovables y con el uso de autos híbridos o eléctricos), la dependencia de las fuerzas armadas estadounidenses de los hidrocarburos continuará siendo enorme y duradera, al menos mientras se mantengan las circunstancias y las tecnologías actuales.