El país que crece más que sus vecinos gracias a los inmigrantes

Las cifras hablan por sí solas: en los últimos cinco años Suecia ha ostentado una de las tasas de crecimiento más altas en el continente europeo y ha dejado en claro su capacidad para atraer talentos al mercado laboral, y sobre todo para mantenerlos.

Y la política migratoria de este país nórdico de diez millones de habitantes tiene mucha responsabilidad en este éxito que llama la atención de tanta gente.

Estocolmo. Foto: Getty Images
Estocolmo. Foto: Getty Images

Según un reporte de Bloomberg, los 600.000 migrantes y refugiados que han llegado a Suecia en apenas un lustro ya evidencian una tasa de participación laboral del 82%, unos cuatro puntos porcentuales más que la media de la Unión Europea.

“Estos refugiados e inmigrantes llegaron en el momento justo -asegura Lars Christensen, fundador de la consultora Markets & Money Advisory-. Estoy preocupado por la falta de incentivos (para trabajar) en el estado de bienestar sueco, pero no estoy preocupado por los 250.000 refugiados que han llegado”.

Contrariamente a como ocurre en no pocos países, Suecia aceptó facilitarles permisos de trabajo a desarrolladores de tecnología de la información, obreros agrícolas y hasta empleados de cocina. Esta inyección de mano de obra extranjera representó un crecimiento sustancial del empleo en el sector industrial en 2017.

Además, los extranjeros significaron el 90% de las nuevas plazas entregadas a trabajadores del sector del bienestar, que incluye la hostelería, la atención médica y el cuidado de ancianos.

De ahí que el PIB haya aumentado más del 3% en el primer semestre del año, superando en un punto porcentual al crecimiento de la zona euro.

De acuerdo con la ministra de finanzas Magdalena Andersson, en la actualidad los extranjeros acceden a empleos de manera dos veces más rápida que hace unos diez años.

El lado menos positivo

Sin embargo, a pesar de que todavía se tiene en cuenta el llamado del exprimer ministro Fredrik Reinfeldt, en 2014, para que los suecos se abrieran a la llegada de trabajadores foráneos, cierto incremento masivo en los últimos tiempos también ha incentivado reacciones de rechazo y resquemor.

Varios medios de prensa han vinculado la inmigración al aumento de la delincuencia y en paralelo ven a los inmigrantes como un lastre para el contribuyente. De ahí que el partido Demócratas de Suecia ya se aproveche del ambiente y exija al gobierno que deje de aceptar a solicitantes de asilo.

Trabajadores en la fachada de un edificio de Danske Banks en Estocolmo. Foto: Reuters.
Trabajadores en la fachada de un edificio de Danske Banks en Estocolmo. Foto: Reuters.

Esta visión insiste en que, de seguir llegando, el sistema de bienestar terminaría desangrado y la cohesión social se haría añicos.

En sintonía con esto, un estudio del Grupo de Expertos en Economía Pública, adjunto al Ministerio de Finanzas sueco, llegó a la conclusión de que un refugiado le está costando a las arcas del estado unos 8.000 dólares por persona al año.

Según Joakim Ruist, su autor, rara vez los refugiados poseen la educación o las habilidades requeridas.

Un ejemplo concreto

Este no ha sido, sin embargo, el caso del refugiado sirio Hussam Al-Homsi, quien llegó a Suecia en 2015. Con un MBA, una formación en bolsa y bienes raíces, y una carrera que ya lo ha hecho viajar por Dubái, Kuala Lumpur, Moscú y Nigeria, este joven tuvo que “lanzar” unas 300 solicitudes de empleo con toda su información.

Fue gracias a un programa “mini-MBA”, auspiciado por la Escuela de Economía de Estocolmo y enfocado en estudios de gestión y cultura laboral sueca para inmigrantes, que Homsi puso lograr lo que se proponía.

Este programa, del que se han graduado 29 estudiantes en apenas dos años, incluye una pasantía de siete meses en empresas como Telefonaktiebolaget, Ericsson y Spotify , así como en Nordea Bank.

De esa manera este inmigrante sirio logró empezar a trabajar en Deloitte Touche Tohmatsu, enclavada en Estocolmo.

Pero él sabe que ha tenido suerte.

“Lo que falta en el debate es que la mayoría de los recién llegados quieran encontrar trabajo más que nada -apunta Farzad Golchin, fundador de la empresa de reclutamiento Novare Potential-. Hay una gran frustración en este grupo”.

“Conozco a un médico que ha abierto una pizzería -cuenta Ismaiel Alkadro, un cirujano vascular sirio de 34 años que labora en un hospital a las afueras de Estocolmo-. Los empleadores tienen cuidado de llamar a una persona con un nombre extranjero a una entrevista. Pero uno no puede darse por vencido”.

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