El origen de los ataques con ácido: la historia de una venganza cruenta

El llamado a una puerta marcó a Teresa McCann para siempre. La escocesa de 37 años interrumpió la rutina de alimentar y cuidar a sus siete hijos la noche del 9 de noviembre de 2018 para atender a un visitante enmascarado que, sin mediar palabras, lanzó un líquido naranja sobre su rostro.

Mi cara se estaba derritiendo, literalmente. El dolor era indescriptible”, dijo McCann, quien en medio del terror corrió a la ducha para enjuagar la sustancia de su piel y llamó a los servicios de emergencia de la ciudad de Edimburgo.

Teresa McCann pidió a su atacante que se entregue a la policía mientras se recupera de las lesiones de un ácido en un hospital en Edimburgo(Captura pantalla @RussellFindlay1)
Teresa McCann pidió a su atacante que se entregue a la policía mientras se recupera de las lesiones de un ácido en un hospital en Edimburgo(Captura pantalla @RussellFindlay1)

Es probable que Teresa haya tenido la desdicha de estar en el lugar y el momento equivocados a la hora del ataque. Su marido, el excampeón de lucha extrema Thomas Tams, habría sido el objeto del siniestro acto que la dejó sin una oreja, con problemas visuales y desfigurada.

La historia de McCann es tan alarmante como común en Escocia, donde se registran hasta cuatro actos de violencia con ácido cada semana.

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Los criminólogos han alertado el incremento de los ataques con ácido sulfúrico entre las bandas criminales. Después de todo, el ácido es un químico barato, de libre venta y fácil de usar.

El resurgimiento de un viejo problema

La utilización de una sustancia corrosiva como arma es una práctica antigua y bien documentada en las grandes urbes de Gran Bretaña y Francia del siglo XIX.

La popularidad del ácido nació de la mano de la Revolución Industrial, cuando era usado para blanquear el algodón que alimentaba a las empresas textiles y para evitar la oxidación de los metales. Quizás por eso primero fue “un arma de insurrección”, dijo Shane Ewen, profesor de Historia Urbana de la Universidad Leeds Beckett.

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Fue así como el ácido conocido como Vitriol se convirtió en un grave problema en las disputas sindicales de Glasgow en 1820 y en las venganzas de la clase trabajadora en contra de empleadores o terratenientes, según relatos recogidos por NewStatesman.

Los investigadores James Revill y Brett Edwards aseguraron en What counts as the Hostile Use of Chemicals? (¿Qué se considera el uso hostil de químicos?) que la producción masiva de ácidos y la divulgación de los ataques en los periódicos de la época colaboraron con su “popularización”.

Pero los británicos no monopolizaron la práctica. En Francia, hubo una “ola de vitriolage” entre 1888 y 1890, en el que se registraron 83 casos. Revill y Edwards piensan que los atacantes del siglo XIX también pudieron tomar la idea de las novelas de Alejandro Dumas, cuyos héroes y heroínas perpetraron ataques con ácido.

Pero estos crímenes atroces pocas veces fueron castigados con la misma crueldad en una época en que aún existía la pena de muerte. Sólo Hugh Kennedy fue enviado a la horca por lanzar ácido de manera “deliberada y maliciosa” a otro sirviente mientras dormía.

La pena de muerte por lanzamiento de ácido de Hught Kennedy quedó registrada en el libro Ejecuciones en Escocia. Desde el año 1600 hasta el presente. (Biblioteca Nacional de Escocia)
La pena de muerte por lanzamiento de ácido de Hught Kennedy quedó registrada en el libro Ejecuciones en Escocia. Desde el año 1600 hasta el presente. (Biblioteca Nacional de Escocia)

The Loyal Reformer’s Gazette advirtió después de la muerte de Kennedy que “el crimen de lanzar vitriol lamentablemente se ha vuelto tan común en esta parte del país que casi se ha convertido en una mancha sobre el carácter nacional”.

El horror del ácido

La atroz práctica criminal de lanzar al rostro una sustancia que licua la piel y el tejido óseo de la víctima en segundos perdió ímpetu en el siglo XX pero resurgió con fuerza en las últimas décadas hasta alcanzar las 1.500 víctimas anuales sólo en Gran Bretaña.

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La investigadora Marissa Lewis intentó desvelar datos sobre el fenómeno en Acid attacks: a forensic psychiatry perspective. A systematic review of the victims, the perpetrators and the challenges in tackling acid-related crime.

Pese a que las víctimas quedan tan traumatizadas que muchas veces no se atreven a incriminar a sus atacantes, Lewis infiere que el perpetrador desea que su víctima sufra y viva las consecuencias de su ataque porque su fin no es matar sino desfigurar, causar vergüenza y hacer sentir un dolor intenso.

El atacante desea castigar severamente sin esfuerzo. Transportar un líquido en un recipiente y lanzarlo no conlleva el mismo esfuerzo que empuñar un cuchillo y atravesar músculos y huesos para infligir daño. El delincuente no tiene que mancharse las manos de sangre para infligir un daño permanente.

Las investigaciones señalan que las lesiones de las víctimas de los ataques con ácido son principalmente en el rostro y los ojos. Alrededor de un tercio de las personas presentan lesiones en el cuello y las extremedidades superiores. (Captura de pantalla de la página <a href="https://www.rcpsych.ac.uk" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Royal College of Psychiatrists;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Royal College of Psychiatrists</a>).

“Algunos autores han sugerido que los ataques ejercen un enorme control sobre las mujeres al destruir su rostro, que es la esencia de su personalidad. Esto es particularmente relevante en países que le dan gran importancia a la apariencia de las mujeres para el matrimonio. Una mujer desfigurada puede no ser elegible para casarse y queda desamparada”, dijo Lewis.

La autora identificó 44 países donde se han registrado ataques frecuentes con ácido, aunque el crimen es más común en naciones tan diferentes como Bangladesh, Taiwán y Jamaica.
Los motivos también difieren de manera significativa. Mientras en países como Colombia se trata de una forma de violencia de género, en Gran Bretaña es usado por la delincuencia común para sustituir un puñal o un revolver.

El único factor común es el sufrimiento que deja en las víctimas.

Katie Gee fue atacada en 2013 en Zanzibar, donde hacía trabajo voluntario en una escuela. “Estaba en agonía, quemándome por todas partes. Imagine la sensación de miles de picaduras de avispas.<b> (</b>Foto The Telegraph)
Katie Gee fue atacada en 2013 en Zanzibar, donde hacía trabajo voluntario en una escuela. “Estaba en agonía, quemándome por todas partes. Imagine la sensación de miles de picaduras de avispas. (Foto The Telegraph)

A los graves daños físicos como la desfiguración facial, la ceguera, la sordera y el dolor crónico se le suma un intenso sufrimiento psicológico que incluye ansiedad, crisis emocionales, ideaciones suicidas, temores, depresión, baja autoestima, desesperanza, insomnio y hasta psicosis.

Dicen que la hierba mala nunca muere y la aborrecible violencia con ácido no ha desaparecido. Pese a su existencia, en la Inglaterra victoriana del siglo XIX o en la agitada y moderna Bombay, un ataque con ácido era y es un delito abominable.

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