El negocio de la ropa: así está afectando el comercio masivo al planeta

El procedimiento de la compra de ropa a través de Internet es siempre el mismo: ves algo que te gusta, lo encargas, te lo traen, te lo pruebas y si no te gusta, lo devuelves. Un mecanismo que se repite una y otra vez y que plantea una gran pregunta: ¿qué efecto tiene para el planeta este comercio tan consumista que hace que continuamente estemos comprando y devolviendo los productos? La respuesta es sencilla y corta: muy negativo.

Para darse cuenta de lo que supone simplemente hay que mirar los datos. Un estudio reciente en Reino Unido ha mostrado que el 40% de la ropa online termina siendo devuelta. También que el 20% de las personas entre 35 y 44 años tiene prendas que tan solo se ha puesto una vez en la vida. El auge de las redes sociales con hashtags populares en Instagram como #ootda (outfit of the day en inglés que sirve para nombrar al estilismo diario o a la ropa del día) tampoco ayuda a hacer un consumo responsable de estas prendas, ya que hay gente que opta por encargarlas a través de Internet, posar con el modelito y después devolverlo.

Varias mujeres compran ropa en una tienda (REUTERS/Chaiwat Subprasom).
Varias mujeres compran ropa en una tienda (REUTERS/Chaiwat Subprasom).

Esta es una de las razones por las que se multiplican los viajes de los camiones por carretera: si la gente no devolviera tantas prendas, los vehículos no tendrían que hacer dos rutas más (para recoger el producto y llevarlo de nuevo al minorista) y se contaminaría mucho menos. A escala global, los efectos sobre el tráfico y el medio ambiente son muy nocivos.

Es precisamente lo que lleva algún tiempo denunciando Fashion Revolution, una organización sin ánimo de lucro que tiene como objetivo cambiar radicalmente la manera en la que la industria de la moda produce y obtiene la ropa, así como cerciorarse de que la fabricación ha sido en unas condiciones justas y seguras. Su última campaña está centrada en la política de devoluciones de las grandes empresas y hace un llamamiento a los clientes para que hagan un consumo más responsable.

Entre los consejos que aporta destacan el de salir de la espiral consumista y comprar menos, comparar e investigar los productos antes de adquirirlos online, pedir varias cosas a la vez para reducir el número de viajes y finalmente, en lugar de hacer la devolución, intentar dárselo a algún amigo o conocido.

Algunas de las estrategias que plantean no son baladí teniendo en cuenta que el sector textil es la segunda industria más contaminante del mundo, solo superada por la petrolera. El tejido más utilizado es el poliéster que emite tres veces más de dióxido de carbono a la atmósfera que el algodón. Esta última opción tampoco es muy recomendable porque acumula un alto porcentaje de pesticidas que son malos tanto para la salud humana como para la ambiental, tal y como revela el informe Moda Sucia de Ecologistas en Acción.

Otro factor muy a tener en cuenta es la producción masiva de ropa que se hace en el mundo (muy superior a las necesidades de cada una de las personas). El resultado es que esta fabricación de prendas se ha duplicado desde que empezó el siglo, llegando a alcanzar la friolera de 100.000 millones en el año 2014. La mayor cuota de mercado se la comen los gigantes textiles (Inditex, H&M y Primark) que concentran más de un 34%, mientras que las minoristas poco a poco van perdiendo posiciones en las preferencias de los clientes.

Esta huella contaminante de la industria textil no solo se reduce a la producción y a la distribución, sino que va mucho más allá. La abundancia de prendas provoca que se multipliquen los residuos textiles que o bien terminan en terceros países, o bien se tiran en vertederos, con la contaminación que eso supone, o bien se incineran contaminando el aire. Lo más grave es que la mayoría de esos productos aún estaba en óptimas condiciones para ser usados, tal y como cuenta Público.

En los últimos años han surgido diversas iniciativas de moda sostenible, aunque de momento ni han recibido demasiada atención mediática ni han sido tomadas en cuenta por una sociedad que, tal y como muestran las cifras, consume vorazmente lo que llega a sus manos.