El nefasto efecto de teorías conspirativas, desinformación y fraudes durante la epidemia de Covid-19

La epidemia de coronavirus, con el desasosiego y la tragedia de la enfermedad, las muertes y la destrucción económica que acarrea tiene un correlato adicional: la histeria y, en algunos casos, las acciones descontroladas de algunas personas intoxicadas por falsedades, teorías conspirativas y desinformación que, ominosamente, también se han expandido con fuerza virulenta.

Un caso perturbador de la intoxicación mental que algunas personas experimentan en estos momentos de emergencia por la pandemia de Covid-19 es el descarrilamiento intencional de un tren en el puerto de Los Ángeles, sucedido hace unos días.

Una locomotora fue descarrilada intencionalmente en el Puerto de Los Ángeles. El responsable pensaba hacerla chocar con el buque hospital USNS Mercy impulsado por la creencia conspirativa de que el navío no estaba allí para ayudar a hospitales durante la epidemia de Covid-19 si no para otros fines. (KABC TV via AP)
Una locomotora fue descarrilada intencionalmente en el Puerto de Los Ángeles. El responsable pensaba hacerla chocar con el buque hospital USNS Mercy impulsado por la creencia conspirativa de que el navío no estaba allí para ayudar a hospitales durante la epidemia de Covid-19 si no para otros fines. (KABC TV via AP)

El responsable, Eduardo Moreno, de 44 años, al parecer pensaba que la llegada del buque hospital USNS Mercy de la Marina de Estados Unidos a Los Ángeles tenía un propósito distinto a apoyar a los hospitales de esa ciudad a encarar la epidemia, en la línea de teorías conspirativas que, por años y en la actualidad, alegan que el gobierno federal pretende intervenir ilegítimamente en la vida estadounidense.

Así, Moreno trató de hacer chocar su locomotora contra el Mercy y derribó con ella diversas vallas hasta llegar a cerca de 230 metros del navío, que no sufrió ningún daño. Pero la descabellada acción de Moreno sí provocó daños materiales y, sobre todo, evidenció un estado mental perturbado que, aunque fue un caso aislado, se inscribe en el contexto de actitudes y acciones antisociales, ignorantes y peligrosas de personas impulsadas por ideas falsas o impertinentes.

Moreno actúo de ese violento modo solo porque, como indicó la agencia AP, él creyó “que el USNS Mercy era sospechoso y no creía que el barco fuera para lo que nos dijeron que era”.

Testigos del incidente tomaron video que fue difundido en Twitter.

Y se han dado otros casos ominosos, desatados por ideas particulares que van en contra no solo del sentido común sino del dato científico y del bienestar general.

Por ejemplo, Rodney Howard-Browne, pastor de la iglesia The River at Tampa, en Tampa Bay, realizó hace unos días un servicio religioso multitudinario desafiando las recomendaciones y restricciones de emergencia de salud pública en relación a la concentración de grupos de 10 o más personas. Con ello incrementó sustantivamente los riesgos de contagio del coronavirus y puso en peligro a su feligresía y a su comunidad.

Howard-Browne fue arrestado por ello y, de acuerdo al periódico Tampa Bay Times, al final decidió cerrar su iglesia. No sin antes achacar eso al “gobierno tiránico”, y sin reconocer que el cese de sus actividades –como el de otros sitios de culto y en general de todas las concentraciones de personas– es en realidad imperativo por motivos de salud pública. Para evitar contagios y salvar vidas en un momento de gran emergencia.

Tanto Moreno como Howard-Browne, impulsados por nociones de rechazo al gobierno, optaron por decisiones nocivas y destructivas: en el caso de la locomotora afortunadamente solo con daños materiales, y en el caso de la iglesia en Tampa con el incremento sustantivo del riesgo de contagio, enfermedad, sufrimiento y muerte.

En realidad, la llegada del Mercy a Los Ángeles o las restricciones a las reuniones de 10 o más personas no se originaron en maquinaciones de dominación del gobierno o en desdén a la libertad religiosa. Se dieron para atender enfermos y para prevenir contagios. Y, en realidad, las iglesias y centros de culto a enorme escala han adoptado las medidas restrictivas y mantienen la atención a su feligresía con reuniones virtuales, ceremonias vía internet y otras medidas.

Muchas continúan también ofreciendo alimentos y otros apoyos a gran escala sin vulnerar las disposiciones de distanciamientosocial. Lo hacen para servir a sus fieles en momentos de emergencia y no lo consideran una merma a su libertad religiosa.

No se ha pretendido en esos casos asaltar las libertades ciudadanas ni vulnerar el derecho a la práctica religiosa. Pero ideas conspirativas, desinformación y percepciones equívocas cunden en internet y son por ello foco de ominosas posibilidades. Nadie resultó lesionado en el incidente del tren, y aún está por verse si se dieron contagios originados en la reunión en The River at Tampa.

Ambos casos fueron, con todo, patentes ejemplos de falta de juicio y de innecesario incremento de los riesgos a causa de intoxicaciones ideológicas o decisiones equivocadas.

Otros dislates son, por ejemplo, los de que los jóvenes son inmunes o únicamente sufren síntomas leves si contraen Covid-19. Los datos muestran que la población joven está en menor riesgo ante el coronavirus, pero no es inmune: en realidad, se han registrado muy numerosos casos de jóvenes enfermos, incluso de gravedad, e incluso fallecimientos.

Por añadidura, las personas asintomáticas o con síntomas leves son vectores de contagio sustantivos y en ese sentido la población joven, aunque en menor riesgo de padecer la enfermedad de forma aguda o de morir, sí la esparcen peligrosamente entre la población. Rechazar el necesario distanciamiento social por nociones de falsa inmunidad es ciertamente peligroso.

Y qué decir de los fraudes de individuos que ofrecen curas, vacunas, tratamientos y protecciones contra el virus en un afán de lucrar con la desesperación y la credulidad de las personas. No existe actualmente tratamientos médicos ni vacunas que puedan ser compradas: las pruebas de fármacos y opciones terapéuticas están aún en etapas de pruebas clínicas y no pueden ser compradas ni ofrecidas en internet u otras formas. No hay aún ninguna vacuna disponible contra el coronavirus.

Ingerir o utilizar sustancias que son ofrecidas como “curas” no solo es inútil contra el coronavirus sino que implican riesgos para la salud de quienes recurren a ellas. Además de que pierden su dinero y sus esperanzas.

La población por ello debe apartarse de tales ofertas, que son charlatanería y afán de fraude.

No existen vacunas ni curas contra el coronavirus disponibles en el mercado. (Getty Creative)
No existen vacunas ni curas contra el coronavirus disponibles en el mercado. (Getty Creative)

Ante la emergencia del Covid-19 lo pertinente es seguir los datos y las recomendaciones científicas y recurrir únicamente a las indicaciones de los médicos y de las autoridades competentes. Las teorías conspirativas, fraudes, distorsiones y demás son amenazas adicionales y que no tienen lugar en momentos en que se refiere firme disciplina social en el distanciamiento social, apoyo y recursos al máximo para los profesionales de la salud que combaten la enfermedad, apoyo a negocios y trabajadores para mitigar la pérdida de ingresos y de empleos y la solidaridad general en beneficio común.

Máxime cuando la epidemia arrecia y el horizonte para que se contenga y puedan comenzar a restablecerse las actividades “normales” es aún incierto y no en el plazo inmediato.