El mensaje que envía Trump al designar a Christopher Landau como embajador de México

El presidente Donald Trump decidió nominar al abogado Christopher Landau como nuevo embajador de Estados Unidos en México, una posición de gran relevancia que ha estado vacante desde hace cerca de un año luego de la renuncia de la embajadora Roberta Jacobson, designada en los últimos meses de la administración de Barack Obama.

Landau, de 55 años, aún debe ser ratificado por el Senado, pero han sido muy señaladas en los medios de comunicación dos peculiaridades de su perfil.

Una que no tiene experiencia diplomática y que aunque tiene antecedentes personales y familiares que lo vinculan con América Latina (nació en España, habla español fluidamente y su padre fue embajador en Chile, Paraguay y Venezuela) no tendría un conocimiento práctico específico en materia de relaciones exteriores con México, aunque sí cuenta con un certificado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard y su tesis allí (donde se graduó de abogado) abordó las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela en la década de 1940, de acuerdo a la página de su actual bufete de abogados, Quinn Emanuel Urquhart & Sullivan.

El abogado Christopher Landau fue nominado por Donald Trump para ser el nuevo embajador de Estados Unidos en México. (Reuters)
El abogado Christopher Landau fue nominado por Donald Trump para ser el nuevo embajador de Estados Unidos en México. (Reuters)

La otra es que es un abogado conservador con más de 25 años de experiencia en influyentes despachos: pasó un cuarto de siglo en Kirkland and Ellis, que entre sus ámbitos de acción figuran las ramas de comercio internacional, seguridad nacional y arbitraje internacional, y su más reciente despacho, Quinn Emanuel Urquhart & Sullivan, también se dedica a casos y litigios internacionales y a asuntos de Latinoamérica. Pero en realidad el campo de especialización y práctica jurídica de Landau es la litigación de apelaciones tanto en cortes estatales como federales. Y al principio de su carrera fue secretario de los jueces conservadores de la Corte Suprema de Estados Unidos Antonin Scalia y Clarence Thomas.

¿Por qué entonces Trump se decantó por Landau para dirigir una embajada tan importante y con tareas tan complejas como es la de México? ¿Qué sugiere ese nombramiento sobre la relevancia que Trump da al manejo de la relación bilateral de Estados Unidos y México?

La experiencia específica en la materia no ha sido precisamente un factor prioritario para el presidente Trump (él mismo carecía por completo de experiencia en el gobierno cuando asumió el poder) y ha designado o nominado a personas para responsabilidades de gran calado pese a no contar con una trayectoria al respecto (su yerno Jared Kushner, por ejemplo, ha participado en negociaciones de paz en Medio Oriente sin haber contado antes con experiencia diplomática). Incluso pretendió fallidamente colocar como embajadora ante la ONU a una expresentadora de televisión cuya única experiencia en el ámbito diplomático es haber trabajado por 20 meses como vocera del Departamento de Estado.

Landau, con todo, tiene credenciales más sólidas. Y, sobre todo, más allá de la experiencia diplomática formal (que siempre es valiosa y deseable en un embajador) sería el perfil ideológico y profesional de Landau lo que le ha atraído el interés y la confianza de Trump.

Landau es un abogado conocido en el entorno de Washington DC y no es la primera vez que Trump lo considera para un puesto de alto nivel. Ha sido considerado para ser juez de la Corte Federal de Apelaciones de Washington DC, el escaño vacante tras la ratificación de Brett Kavanaugh en la Corte Suprema, y también para el puesto de Solicitor General (el abogado que representa al gobierno federal en casos ante el máximo tribunal).

Así, al margen de sus dotes en la abogacía, al parecer agrada a Trump la inclinación ideológica de Landau, que sería en cierto modo afín a la suya. Landau es un abogado conservador y fue uno de los firmantes de una carta en apoyo de la nominación de Kavanaugh a la Corte Suprema, un proceso de enorme tensión por las acusaciones de abuso sexual que luego se lanzaron en su contra.

Dado el frenesí de Trump por contar en su entorno con personas afines a su línea y en las que pueda confiar (lo que con frecuencia resulta en choques y destituciones) es posible que la “compatibilidad” de Landau con el presidente sea para la Casa Blanca de importancia mucho mayor para la conducción de la Embajada en México que otros factores.

El personal de apoyo diplomático puede ciertamente prestar la experiencia y el conocimiento del país, y en ese sentido el perfil ideológico de Landau le habría resultado al presidente más importante que la experiencia diplomática previa (aunque, en realidad, todo embajador en buena medida ha de responder, tenga o no una trayectoria en el servicio exterior, a la línea y los planteamientos de su gobierno).

Varias palas decoradas con los colores de las banderas de México y de Estados Unidos descansan en unos tripiés antes de la ceremonia de colocación de la primera piedra para la nueva embajada estadounidense en México, el martes 13 de febrero de 2018, en la ciudad de México. (AP/Rebecca Blackwell)
Varias palas decoradas con los colores de las banderas de México y de Estados Unidos descansan en unos tripiés antes de la ceremonia de colocación de la primera piedra para la nueva embajada estadounidense en México, el martes 13 de febrero de 2018, en la ciudad de México. (AP/Rebecca Blackwell)

Queda, con todo, el punzante aspecto de lo que Trump entiende por lealtad. Como se ha visto con personas que han ocupado posiciones de la más alta magnitud (por ejemplo el secretario de Estado o el de Defensa o el jefe de Gabinete), los desencuentros de Trump con sus funcionarios son frecuentes, sobre todo porque, según sus críticos, él entendería que éstos están obligados a mostrar una lealtad a su persona y no necesariamente primero a la institución. Las salida del gobierno de figuras como Rex Tillerson o los generales Jim Mattis y John Kelly habrían tenido en parte que ver a la postre con visiones o posiciones irreconciliables entre ellos y la conducta y visión de Trump.

Y aunque el embajador en México no tiene el margen de decisión y acción que los secretarios de Estado o de Defensa, en lo específico de la relación bilateral es una figura de enorme peso. Por ello, para la Casa Blanca, colocar allí a una figura externa al ámbito diplomático tradicional pero afín a la línea de Trump sería una suerte de garantía de que las cosas se mantendrán dentro de las expectativas presidenciales.

Ello con todas las incertidumbres inherentes.

Al margen de ello, se ha afirmado que Landau es un abogado brillante y de gran profesionalismo y que por ello podrá asumir auspiciosamente el papel de embajador. El beneficio de la duda está dado, pero no deja de resaltar punzante que Trump no haya mostrado que un hondo conocimiento de México, de sus realidades políticas y socioeconómicas y de las relaciones bilaterales le resulta una prioridad sustantiva a la hora de designar embajador en un país con enormes lazos económicos, sociales y estratégicos, una agenda de severos problemas y retos y una relación bilateral con fuertes claroscuros y tensiones presentes e históricas. Máxime cuando Trump ha mostrado en el pasado una posición de insulto y agravio hacia los mexicanos. Y es una señal a considerar que Trump haya optado por un abogado conservador para representarlo ante un gobierno mexicano de izquierda.

A fin de cuentas, a reserva de lo que decida el Senado (donde, cabe señalar, la ratificación de Landau no está garantizada), el presidente tiene la facultad de nominar libremente a sus embajadores, pero el interés de la nación y de las relaciones internacionales amistosas, respetuosas y productivas impone una reflexión y una decisión muy cuidadosa e integral al respecto.

Sigue a Jesús Del Toro en Twitter: @JesusDelToro