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El lado oscuro del "oro verde" del aguacate: crimen, daño medioambiental e injusticia social

El enorme hambre de aguacate en el mundo ha generado un rico y creciente mercado, con productores y comercializadores de actividad creciente en muchos países del mundo y con México como un centro mayor de cultivo y exportación de esa singular fruta.

Pero el enorme valor de ese mercado y las exigencias para expandirlo tienen aristas punzantes. El aguacate (o palta en Sudamérica) ha propiciado una importante actividad económica en las regiones productoras pero también ha desencadenado problemas de deforestación, abuso de recursos hídricos e, inclusive, ha llamado la atención de la delincuencia.

El aguacate es un alimento delicioso y saludable, apreciado cada vez más y con un mercado en auge. Pero ello ha suscitado, en México y otros países, problemas vinculados a acoso del crimen organizado y daños al medioambiente. (AP Photo/Marco Ugarte)
El aguacate es un alimento delicioso y saludable, apreciado cada vez más y con un mercado en auge. Pero ello ha suscitado, en México y otros países, problemas vinculados a acoso del crimen organizado y daños al medioambiente. (AP Photo/Marco Ugarte)

Así, de acuerdo al relato de The Guardian, las exportaciones de aguacate de México (originadas en su mayoría en el estado de Michoacán) se elevan a 2,300 millones de dólares al año y esa riqueza atrae la rapacidad de grupos delictivos. De acuerdo al portal Insight Crime, criminales han depredado a agricultores y otros productores vinculados al aguacate en Michoacán, al grado de sustraerles, vía secuestros, extorsión y otros delitos, cerca de 150 millones de dólares anuales.

La verde maravilla del aguacate, un fruto saludable y delicioso, es así rudamente explotado también, así sea indirectamente, por cárteles y otros grupos criminales en México. Eso ha motivado que algunas personas en otros países, consternados por esa realidad, propongan un boicot al aguacate mexicano, por considerar que si se deja de consumir ese fruto se reducirá su valor económico en México y, con ello, también se desalentará la actividad criminal contra sus agricultores.

Pero otras voces encuentran esa propuesta como peligrosa y contraproducente, pues mermar las fuentes de ingreso en las zonas productoras de aguacate dañará primordialmente la forma de vida de las comunidades y poco a los criminales.

Y al margen de la actividad delictiva citada, se ha denunciado también que los campesinos que trabajan en el cultivo y la cosecha del aguacate no reciben con frecuencia salarios suficientes, o no los que aspiran a lograr dado el auge del comercio de esa fruta, lo que suscita tensiones laborales y sociales.

En paralelo, se ha criticado que la considerable demanda mundial de aguacate y el afán de expandir al máximo su producción han conducido a excesos. Por ejemplo, la tala de bosques para suplantarlos por árboles de aguacate, trastocando con ello el ecosistema, o el desvío de grandes cantidades de agua para el riego de las plantaciones de aguacate, en detrimento también de los sistemas hídricos y de otras actividades y comunidades.

Un trabajador selecciona aguacates en una bodega empacadora en Michoacán, México. (Reuters)
Un trabajador selecciona aguacates en una bodega empacadora en Michoacán, México. (Reuters)

Y no solo sucede en México, donde se concentra la mayor parte de la producción de aguacate a escala global, sino también en otras regiones. En Chile, por ejemplo, el cultivo de la palta está generando una crisis de agua, por el alto consumo del líquido de los huertos de esa fruta, de acuerdo al portal Lifegate.

El aguacate, se indica, requiere de mucha agua: unos 70 litros por aguacate en comparación con 22 litros de una naranja y 5 litros de un tomate. Eso produce, indica Lifegate, que en Chile se dediquen ingentes cantidades de agua al cultivo de la palta, en detrimento de la población.

En California el uso intensivo de agua, en condiciones de sequía, para los cultivos de aguacate también ha sido cuestionado.

Y una investigación de la Universidad Estatal de Michigan señaló hace unos años que la alta demanda (y precio) del aguacate ha catalizado su producción y transportación a mercados a escala global, lo que incrementa las emisiones de carbono que esas actividades producen, lo que es un factor más en el fenómeno del cambio climático.

Quizá no de la magnitud, por ejemplo, de la actividad ganadera y la producción de carne y otras industrias agropecuarias intensivas, pero sí con un impacto creciente.

Eso no significa que el cultivo y el comercio de aguacate deba ser reducido o restringido. En realidad es un alimento notable y una fuente de ingreso y riqueza clave para amplias regiones en México y otros países. Por ello, además de acciones apropiadas de los gobiernos y empresas para atender y frenar problemas y excesos, una alternativa auspiciosa es que el mercado del aguacate a nivel global sea autoregulado de modo que sea una actividad sustentable, justa y protegida de abusos.

Un ejemplo de ello es la organización mexicana PRAGOR, que une a pequeños productores de aguacate de Michoacán que practican un cultivo orgánico y sustentable de esa fruta. En colaboración con entidades como Equal Exchange, que promueven economías justas, PRAGOR comercializa su aguacate a escala global en condiciones justas y ecológica y socialmente responsables.

Muchos restaurantes y supermercados con conciencia medioambiental y social optan por comprar sus productos agrícolas solamente de grupos como PRAGOR, lo que poco a poco propicia un cambio positivo.

Ciertamente, los problemas de delincuencia, daño ecológico o injusticia laboral que afectan a la industria del aguacate (y a muchas otras) no son de fácil solución, pero ciertamente requieren para ser mitigadas acciones innovadoras y que consideren las diferentes aristas del magnífico “oro verde”.