El gancho al hígado que Donald Trump recibió de un icono del movimiento conservador

La revista National Review, una publicación histórica del movimiento conservador estadounidense, ha desatado una ofensiva frontal contra Donald Trump.

Su intención es clara: llama a los votantes que participarán en los caucus y elecciones primarias del Partido Republicano a rechazar a Trump porque el magnate es, a juicio de la publicación, un oportunista ajeno a los valores conservadores e incapaz de resolver los grandes problemas del país.

Critica lo que considera sus muchos vaivenes en temas cruciales, su falta de principios claros al respecto y su noción de que su mera personalidad y talentos empresariales le bastan para lograr y ejercer exitosamente la investidura presidencial. La revista afirma, incluso, que Trump es una amenaza para el movimiento conservador en sí y para sus compromisos y logros históricos y añade que el magnate acabaría con “el amplio consenso conservador dentro del Partido Republicano, para favorecer un populismo no comprometido y de tonos autoritarios”.

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El precandidato presidencial republicano Donald Trump y la portada de la edición de National Review dedicada a atacarlo. (Fox News)

Uno puede estar de acuerdo o no con la posición de National Review, pero se trata de uno de los más intensos y directos ataques que se ha lanzado contra las aspiraciones presidenciales de Trump desde la derecha estadounidense. Lo es por provenir de una publicación (y también de una serie de personajes que criticaron en sus páginas al magnate) que durante décadas ha sido un referente en el pensamiento conservador y para la que han escrito varias de las plumas más destacadas, y polémicas, de Estados Unidos. Pero también por su atribución de superioridad moral y la tensión apocalíptica que por momentos se desprende de sus argumentaciones en contra del precandidato puntero.

National Review (la revista fundada por el influyente y singular intelectual conservador William F. Buckley) ha emprendido desde 1955 numerosas campañas para denunciar ideologías y políticas que, a su juicio, son contrarias al interés de Estados Unidos y de sus habitantes, sobre todo las que provienen del liberalismo y la izquierda.

Pero también ha sido, como recuerda New Republic, una suerte de medio de afán purificador en el ámbito del conservadurismo, que ha criticado y desmontado a muchos personajes y movimientos que, a su juicio, no son realmente conservadores o, aunque tengan componentes de ello, tienen elementos que resultan nocivos para su idea de nación y para la vigencia de sus valores. La embestida de la revista contra Trump se inscribe en esa tradición inquisidora.

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Para National Review, Trump es una suerte de caudillo autoritario y oportunista, una amenaza para el movimiento conservador. (AFP)

Por ejemplo, National Review critica que Trump en el pasado apoyó el aborto, el control de armas y el alza de impuestos a los ricos (asuntos repudiados por los conservadores) y que en 2012 criticó a Romney cuando el entonces candidato republicano dijo que los indocumentados deberían “autodeportarse”. Ahora, en cambio, Trump ha asumido una posición más conservadora con un fiero discurso antiinmigrante. Pero esos vaivenes, concluye la revista, muestran que Trump carece del rigor y perseverancia en principios que National Review considera que debe tener un verdadero conservador.

Con todo, al mismo tiempo que critica la noción de Trump de deportar a todos los indocumentados por considerarla más allá de la capacidad del gobierno federal, la revista también la vilipendia porque la promesa del magnate de readmitir legalmente a algunos de los deportados implica una “amnistía disfrazada”, con lo que en cierto modo el editorial quiere rebasar, al menos retóricamente, a Trump por la derecha antiinmigrante.

En contrapartida, se ha dicho también que Ronald Reagan, por ejemplo, tuvo también su tránsito de liberal a conservador y que incluso ya como presidente otorgó una amnistía de inmigración, algo que hoy es anatema para los conservadores. National Review apoyó firmemente a Reagan y Buckley fue cercano al expresidente. Pero Reagan no es Trump, ni 1986 es 2016.

To my colleagues manning @NRO’s phone lines today: We salute you! #AgainstTrump pic.twitter.com/bMJj7T0GX5

También, la revista le critica a Trump la debilidad de haberse dejado caer en las lisonjas de Vladimir Putin y de no saber casi nada de seguridad nacional, de pretender sancionar a empresas que manufacturen productos en el extranjero más allá de lo que a él le gusta (aunque eso implique un intervencionismo gubernamental en la economía contrario a los principios conservadores) y en general porque a Trump, al parecer, no le interesa la noción de reducir al gobierno sino colocarse como sea al frente de él.

Trump sería así el caudillo autoritario, frívolo y fluctuante, no el riguroso estadista conservador que, se alegaría, el Partido Republicano y la propia National Review creen que el país necesita. Para la revista, la utilización que Trump hace del malestar de las bases republicanas es mero oportunismo, una utilización demagógica. Una amenaza para el trabajo de generaciones de conservadores, una puerta falsa.

En entrevista, William F. Buckley, fundador de National Review, habló en 2002 de la historia del movimiento conservador en Estados Unidos. (YouTube)

Pero más allá de su vehemencia y de su tono un tanto desesperado, que el ataque de National Review logre efectivamente frenar al magnate en su búsqueda de la candidatura presidencial es otra cosa, como lo es que los votantes vayan a escuchar el llamado de la revista y darle la espalda a Trump. El propio Comité Nacional Republicano incluso decidió separar a la revista del próximo debate de sus precandidatos presidenciales por considerar, como indicó la cadena Fox News, que “un moderador del debate no puede tener una predisposición”.

Y hay quienes han criticado a la publicación y sus comentaristas, rechazando sus afirmaciones por erradas o contradictorias, e indicado, como hacen por ejemplo Salon y New Republic, que al final de cuentas Trump es una suerte de engendro del pensamiento que la misma National Review y otros comentaristas han impulsado en las últimas décadas. Trump es el monstruo del Dr. Frankestein conservador, llámese este National Review, el liderazgo tradicional del Partido Republicano o ciertas figuras mediáticas de la ultraderecha.

Trump, por su parte, calificó a National Review en Twitter de ser una publicación moribunda, que ha perdido el camino y de la que el propio Buckley (fallecido en 2008) estaría hoy avergonzado.

En todo caso, las páginas de la edición ‘antiTrump’ de National Review son, ciertamente, un alegato osado que muestra la ruptura que hay dentro del movimiento conservador y del Partido Republicano, que incluso llega a mirarse, desde las páginas de esa revista, como una especie en peligro de extinción, o al menos de adulteración, si el magnate logra la nominación, la candidatura y la presidencia. Y muchos en el ámbito demócrata, liberal y de izquierda podrían estar ahora salivando, frotándose las manos ante la crisis de sus rivales imaginando que les pone la Casa Blanca en bandeja, lo que no es necesariamente cierto (el temor de National Review de tener un ‘presidente Trump’ tiene sus fundamentos).

Pero eso no debería conducir a triunfalismos ni a minimizaciones. La crisis que ha llevado al auge de Trump es real y su arrastre entre amplios sectores del electorado es indudable. No es claro si ese malestar es suficiente para impulsar al Partido Republicano a la Presidencia, pero por lo menos lo ha sido para llevar al magnate (y a Ted Cruz, y hasta hace poco a Ben Carson) a atraerse a una enorme proporción de las simpatías electorales republicanas.

Aunque ese malestar y sus causas no se disolverán en el caso de que Trump falle en su intento político (lo que podría suceder, pues aún no se ha dado el veredicto de las urnas) y ninguno de los aspirantes republicanos ni otros líderes conservadores parecen dar la talla para encararlo. Eso no quiere decir que los demócratas sí la tengan o que estén exentos de crisis internas y contradicciones (en realidad, también las están viviendo aunque de diferente modo con la confrontación entre Hillary Clinton y Bernie Sanders) y existe también un fuerte malestar entre la ciudadanía de cuño liberal o de izquierda con la situación existente y con el modo en que se ha conducido al país (y eso que la Casa Blanca la ocupa el demócrata Barack Obama).

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Donald Trump es el puntero en la contienda primaria republicana y se ha atraído a miles y miles de simpatizantes. (AFP)

Al final de cuentas, lo que la posición de National Review revela es que las antiguas certezas se están derrumbando y que muchas de las propuestas actuales no están a la altura. Si el editorial de National Review logrará apuntalar el escenario republicano o será un mazazo más a su tambaleante estructura, y lo que en ese contexto suceda con la candidatura de Trump, está aún en la incertidumbre.

Serán los resultados del voto en la contienda primaria y en la elección general los primeros pasos para comenzar a disiparla. Pero que quien la gane la nominación y la Presidencia pueda y quiera cumplir sus promesas y producir un beneficio inclusivo y justo para el país y el mundo es otra cosa.

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