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El francés que se autoproclamó rey de la Patagonia

Orélie Antoine de Tounens se autoproclamó rey del pueblo mapuche a mediados del siglo XIX. Un pintoresco personaje con sueños de realeza e independencia.

Orélie Antoine de Tounens. (Cortesía)
Orélie Antoine de Tounens. (Cortesía)

Orélie Antoine de Tounens quiso ser un rey desde siempre. Cuando era un niño soñaba con convertirse algún día en la máxima autoridad de un reino. Quería ser un gobernante respetado y querido por su pueblo, añoraba que su figura trascendiera los tiempos y la historia.

En su Dordoña natal, ciudad francesa donde había nacido en 1825, el joven Orelie comenzó a prepararse desde temprano. Cursó sus estudios primarios, luego se recibió de abogado y extendió sus conocimientos en distintas artes, con el objetivo de que su cultura general fuera digna de la de un rey.

Consciente de que su sueño sería prácticamente imposible de cumplir en Francia, el aventurero letrado decidió buscar tierras donde pudiera fundar un reino tal como lo soñaba. Y fue así que un día, influenciado por el libro “La Araucana”, de Alfonso de Ercilla, decidió viajar hasta el sur de América para desarrollar su proyecto de unir pueblos hispanoamericanos en una gran confederación bajo el imperio de una monarquía constitucional.

En 1858 llegó a la República de Chile, donde inmediatamente comenzó a relacionarse con los pueblos originarios de ese lugar. Así encontró una sociedad ideal para sentar las bases de un futuro reinado, teniendo en cuenta la independencia que tenían las comunidades mapuches con el estado chileno, a través del Tratado de Quillín, de 1641, pero a la vez la resistencia a ser incorporadas tanto a los gobiernos de Chile como de Argentina.

Orélie Antoine de Tounens. (Cortesía)
Orélie Antoine de Tounens. (Cortesía)

Luego de residir un par de años en Santiago, donde aprendió el idioma español y las culturas locales, Orélie viajó hacia el sur para tomar contacto con los pueblos originarios.

A las máximas autoridades mapuches les contó su idea de un estado independiente que abarcara no solo la región de la Araucanía, sino también del territorio argentino que integraba la Patagonia. Y luego de aprender la historia mapuche, de convivir con aquel pueblo tan pintoresco y de conocer numerosas comunidades, redactó las bases de la constitución de aquel nuevo reino que se llamaría Royaume de Nouvelle-France (Reino de la Nueva Francia).

¿Orélie estaba loco o realmente creía en su proyecto independentista? Para las autoridades chilenas, en principio, era un personaje pintoresco que no representaba peligro alguno. No eran pocos los que se reían cuando lo escuchaban hablar el idioma mapuche con su inconfundible acento francés, vistiendo atuendos típicos de las comunidades indígenas y mimetizándose con sus costumbres.

Pero lo cierto es que este loco lindo grotesco y simpático empezó a tener cada vez más apoyo del pueblo mapuche y aquel texto fundacional de la nueva constitución comenzó a ser motivo de preocupación para el estado chileno.

El 17 de noviembre de 1860, en una asamblea nacional mapuche, donde participaron más de 3000 delegados de distintas regiones fue proclamado rey del Reino de Araucanía y Patagonia.

“Considerando que la Araucanía no depende de ningún otro estado, que se halla dividido por tribus y que un gobierno central es reclamado tanto en interés particular como en el orden general; decretamos lo que sigue: Artículo 1: Una monarquía constitucional y hereditaria se funda en la Araucanía; el Príncipe Orelie-Antoine de Tounens es designado Rey”, decía el texto fundacional que fue publicado por los principales diarios de Santiago de Chile. El reino, denominado “La nueva Francia” estaba en marcha.

Orélie Antoine de Tounens. (Cortesía)
Orélie Antoine de Tounens. (Cortesía)

Para su desgraciada, durante uno de sus viajes buscando la unificación de las regiones, fue detenido por el gobierno chileno, acusado de “alterar el orden público” y condenado a 10 años de prisión.

Sin embargo, dada la popularidad que el francés ya había cosechado, las autoridades pensaron que sería un peligro mantenerlo encerrado ya que ello podía alentar sublevaciones y protestas que nadie sabría cómo podrían terminar. Luego de indultarlo y enviarlo a un instituto de salud mental, decidieron que lo mejor sería repatriarlo con la advertencia de que si volvían a verlo sería inmediatamente encarcelado.

Lejos de amedrentarse, Orélie trabajó intensamente en Europa tratando de buscar apoyo para que le financiaran nuevos viajes. Se reunió con empresarios y políticos explicando el sueño de independencia que quería llevar para Sudamérica y logró, en buena medida, el aval necesario para hacerlo.

A fines de 1869, el francés regresó otra vez a la Patagonia chilena, aunque aquella primera empatía que había recibido por parte de las comunidades mapuches se fue desvaneciendo, dado que el gobierno chileno había estado trabajando en incorporación de numerosas regiones de la Araucanía al Estado. Intentó reunirse nuevamente con los loncos, mejoró su discurso revolucionario, pero frente al poco eco que logró y a la tenaz vigilancia que tuvo por parte de las autoridades trasandinas, tuvo que regresar a Francia.

Las crónicas de la época relatan que Orélie intentó dos veces más su expedición a Chile, pero que no lo logró y que tuvo que conformarse con deambular por tierras francesas donde finalmente murió en 1875.

Un loco, un visionario, un aventurero, Orélie Antoine de Tounens, fue un simpático personaje casi olvidado de la historia regional. Fue un francés que quiso ser rey en tierras ajenas llevando discursos de libertad e independencia. ¿Cuán cerca estuvo de haberlo logrado? Nunca se sabrá.