El foro transfóbico de la UNAM, y lo que pasa cuando se apagan los micrófonos

A group of non-binary and trans people are demonstrating outside the Rectory of the National Autonomous University of Mexico (UNAM) in Mexico City, after the Forum
Tras el foro del pasado 24 de marzo en la UNAM llamado "Aclaraciones necesarias sobre las categorías sexo y género", personas no binarias y trans, protestaron en contra del discurso homofóbico, misógino y racista de las ponentes. Foto: Gerardo Vieyra/Getty Images).

Ante el constante discurso de odio que se enfrenta en redes sociales y desde hace tiempo en instituciones educativas, es necesario abordar el problema para comprender qué ocurre cuando se hacen este tipo de foros y cuando se le da espacio a las "opiniones" en nombre de la "libertad de expresión", pero que esparce información que legitima acciones discriminatorias.

Por ello, invité a escribir del tema a modo de mi columna semanal a Raúl Cruz, (elle/él) es editore digital, estudió una maestría en letras para saber datos inútiles y trata, sin mucho éxito, de cambiar los medios trabajando en ellos. Se especializa en crítica literaria y de mass media, coordina proyectos multiplataformas y tiene un Twitter más activo de lo que le enorgullece.

Cuando, desde las comunidades vulneradas, decimos que es necesario y urgente quitar plataformas al discurso de odio no sólo es por la oportunidad que tienen los grupos anti derechos de replicar falsedades desmentidas hasta el cansancio, ni para "borrar" o "silenciar" a quienes tienen libros publicados, ocupan cargos de autoridad y participan en mesas de debate de alcance nacional; cuando decimos, una y otra y otra vez que es necesario y urgente luchar contra el discurso de odio es por todo lo que ocurre una vez que el espacio termina: la armamentación, el victimismo y otra ronda más de las mismas mentiras de siempre.

El pasado 24 de marzo, Aimée Vega Montiel organizó bajo el amparo y en las redes del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el foro llamado "Aclaraciones necesarias sobre las categorías sexo y género". En él, participaron cuatro feministas transexcluyentes: la antropóloga Marcela Lagarde, la filósofa Amelia Valcárcel y las abogadas Alda Facio y Andrea Medina. En sus participaciones, con diferentes niveles de profundidad y enfoques, replicaron el discurso academicista que ha estructurado la transfobia institucional desde los años 70 con el libro The Femenine Eunuc, de Germaine Greer.

En este artículo, más que hacer un análisis pormenorizado de los argumentos y revisiones de las cuatro autoras (algo que ya hizo a profundidad Ever Aceves en Pie de Página), voy a poner atención a lo que ocurrió después de que cerró el foro, en cuya transmisión en vivo no pararon nunca de haber comentarios transfóbicos tan violentos como:

"No hay nada mas misógino que decir que los hombres son más mujeres que las mujeres x mismas ... Sigamos defendiéndonos de esta continua agresión masculina… y educando a esta nueva generación que cree que ser mujer es un sentimiento…. Habrá que medicarles para terminar con sus disforias y no querer convencernos de su locura … ¡Sororidad !" (sic)

"¿Cómo vas a inspeccionar vaginas a alguien que no nació con una? Suena ilógico... Negar derechos no es lo mismo que respetar espacios... Nadie les está quitando nada y no entiendo porque lo llaman discurso de odio si estamos hablando de mujeres y los espacios que les pertenecen que mucho se ha luchado por ganarlos." (sic)

Lo que me interesa, más bien, es lo que ocurrió una vez cerrado el foro: cuando los grupos LGBT+, aliados y transincluyentes exigieron posicionamientos de la UNAM, del propio CEIICH y de las instituciones encargadas de luchar contra la discriminación en todas sus formas. Lo que me importa es lo que una escritora que ya había tenido confrontaciones con personas trans en redes sociales publicó en una columna nacional; lo que me importa es que el esperado revés de la opinión y de las instituciones al discurso abiertamente discriminatorio del foro fuera utilizado como herramienta para avanzar una agenda política antiderechos.

El desgaste como agenda política

Tanto la UNAM como el CEIICH hicieron comunicados tibios, lavándose las manos de lo ocurrido y refiriendo que en la institución se "defiende la libertad de expresión" (un vacío legal ampliamente utilizado por grupos antiderechos en toda oportunidad). Tan solo el Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, y el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) publicaron una condena abierta a lo ocurrido:

Luego de la publicación del COPRED, Sabina Berman utilizó su columna en El Universal para, no solo confirmar su apoyo al feminismo transexcluyente, sino para exigir la renuncia de la "directora" ( en realidad, presidenta) de la COPRED, Geraldina González de la Vega Hernández. La columna, llena de las mismas mentiras replicadas en el foro del CEIICH, acusa a la COPRED y a las pocas instituciones que denunciaron la transfobia del foro como "el nuevo policía del pensamiento" e insiste, a grandes rasgos, que hay una "nueva narrativa transgénero" que busca "silenciar al feminismo".

Junto con la columna de Berman, grupos transfóbicos como Brujas del Mar y la Revista Politique comenzaron a circular un comunicado "en defensa" de las mujeres "agredidas" por las críticas puntuales a su discurso de odio. Este comunicado también fue compartido por Berman y otras personalidades con conocidas alianzas a grupos de activismo transfóbico.

Cuando apuntó que estos grupos tienen una agenda política de desgaste, utilizó la crítica que hace Jessie Gender, YouTuber trans, al analizar el activismo transfóbico de J.K. Rowling y otros personajes de la extrema derecha estadounidense como Marjorie Taylor Greene: el activismo anti-trans tiene tanta oportunidad de acción y de injerencia política porque tiene a su favor dinero y privilegio de raza y clase.

En México, más del 90% de las personas trans no pueden encontrar un trabajo formal y, de acuerdo a datos del CONAPRED, son el grupo con más dificultades para acceder a derechos básicos como casa, salud e ingreso estable; en un país en el que más del 60% de las personas dicen que "no estarían cómodas viviendo con una persona trans", en el que la gran mayoría de las empresas no tienen protocolos de atención a esta comunidad y en el segundo país con más transfeminicidios del mundo (por detrás, apenas, de Brasil), todavía tenemos que encontrar tiempo, espacios y recursos económicos para confrontar y contrarrestar las campañas de acoso, legal, social y político, que los grupos transfóbicos lanzan una y otra vez: ya sean las mentiras sobre nuestra participación en deportes, las falsas "agresiones sexuales" en baños de mujeres, la noticia falsa de que "se busca hormonar y someter a cirugía a niñez".

Lagarde, Valcárcel y buena parte del feminismo transfóbico se identifica, políticamente, como feminismo de izquierdas: dicen luchar por ampliar los derechos de la mujer y garantizar equidad social y económica para un grupo históricamente vulnerado... Sin embargo, la creciente obsesión por frenar el "avance" (que, más bien sería la recuperación del rezago histórico) de los derechos de personas trans y no binarias las acerca más y más a los grupos de extrema derecha que, también históricamente, han luchado por frenar, acotar y hasta eliminar por completo cualquier equidad legal de las mujeres:

Mientras que los grupos transfóbicos tengan aliento, recursos y tiempo libre para organizarse exclusivamente contra los derechos de las personas trans y no binarias, habrá resistencia. Eso lo demostró no sólo el documento firmado por más de 700 personas entregado a la Rectoría de la UNAM, sino la manifestación el pasado 29 de marzo.

Estos colectivos apuestan por desgastarnos: esperan que el cansancio, el burnout, el tratar de sobrevivir todos los días en una sociedad transfóbica nos tenga en el límite y no tengamos estrategia ni comunicación. Pero existiendo resistimos: nuestra identidad, nuestro derecho a vivir plenamente no puede estar en duda y no se debate; porque nos organizamos y nos comunicamos, porque somos una comunidad que a veces no se aguanta, pero siempre se soporta. Porque siendo, desmentimos todos los días su odio.

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