El extraño cariño de Trump por Bernie y su desdén por "Sleepy Joe": ¿a quién le teme más?

POR JOAQUIM UTSET-. Más allá de quién se acabe llevando más delegados o haya ganado más estados, el supermartes ha confirmado que las actuales primarias presidenciales demócratas son ahora un pulso entre el revolucionario Bernie Sanders y el resucitado Joe Biden, cuyo vertiginoso ascenso en la contienda en cuestión de días es un giro de guion más inesperado que el de la más enrevesada de las telenovelas. ¡Está vivo!

Bernie Sanders gana en California, el gran premio del supermartes en EE.UU.
Bernie Sanders gana en California, el gran premio del supermartes en EEUU. (EFE)

El milagro político del exvicepresidente, al que tras Iowa y New Hampshire se le daba por cadáver, ha sido recibido con caras largas por los entusiastas seguidores de Sanders que ya se imaginaban marchando de triunfo en triunfo hasta la Convención en Milwaukee. Esa frustración ha dado pasos en algunos casos a acusaciones de pucherazo, de maniobras oscuras e intromisiones de poderes en la sombra para impedir la revolución sanderista. “¡Le están haciendo un golpe a Bernie!”, denunciaba tras la resurrección de Biden en Carolina del Sur un ávido tuitero, quien ya anteriormente le había advertido a Sanders de lo que le esperaba.

En un mensaje el pasado Día de San Valentín, ese mismo irritado comentarista denunciaba las supuestas trampas de la pérfida maquinaria del Partido Demócrata. “Ha vuelto a pasar”, advertía, “como la última vez, solo que mucho más obvio. Le están quitando la nominación demócrata y hay poco que pueda hacer. ¡Un sistema amañado!”.

Quien expresaba tanta frustración ante esta aparente injusticia no era un profesor de literatura barbudo, suscriptor de The Nation y que en los 80 fue de voluntario a una granja en Nicaragua, sino un magnate de Nueva York que desde enero de 2017 reside en la Casa Blanca. De hecho, Donald Trump ya había expresado una indignación similar años atrás cuando e-mails robados al Comité Nacional Demócrata -por Rusia, según los servicios de inteligencia de Estados Unidos- durante la campaña del 2016 revelaron que las altas esferas del partido detestaban al entonces rival de Hillary Clinton en las primarias. Ya entonces reclamó que le habían hecho la cama al bueno de Bernie.

Contra Sanders, mejor

Puede que el presidente esté genuinamente preocupado por la integridad del proceso de primarias del partido rival. Pero puestos a malpensar, también puede ser que esté genuinamente interesado en darle una mano a Sanders porque lo considera el rival más fácil de batir. Quién sabe.

Si el mensaje central de la campaña de reelección de Trump es la buena marcha de la economía, ¿qué mejor manera de contrastar ese relato con el de un autoproclamado socialista que apuesta con entusiasmo por llevar al país por el camino del ‘Big Goverment’ intransitado desde la era de los programas sociales del ‘Great Society’ de Lyndon Johnson?

Contra Bernie, los contornos de la campaña estarían claramente definidos: dos concepciones económicas contrapuestas que facilitarían caricaturizar a su rival como un nostálgico de la hoz y el martillo, un Jeremy Corbyn de Vermont. Y ya todo el mundo sabe cómo le fue al líder laborista en las últimas elecciones en el Reino Unido, quien pese a despertar un enorme entusiasmo en la base de su partido con su socialismo de viejo cuño, cosechó una histórica derrota ante el colorido Boris Johnson. Los paralelos casi se trazan solos.

(AP Photo/Matt Rourke)
(AP Photo/Matt Rourke)

Pero como advertía un artículo en Politico, no todo el mundo en el equipo de Trump está convencido de que sacar a Sanders como rival en la ruleta de las primarias garantice la victoria en noviembre. Su preocupación se resume en que Sanders y el presidente tienen una característica en común y es que ambos se presentan como enemigos del sistema, fuerzas externas al establishment que capitalizan el palpable desencanto social, la frustración con el estado de las cosas que lleva al electorado a permitirse correr riesgos antes impensables.

Como Trump, Sanders tiene una sólida base de simpatizantes motivados y un appeal populista que puede ganarle adeptos en el voto blue collar en estados como Pennsylvania, Michigan o Wisconsin que se tiñeron de rojo republicano hace cuatro años. Esos trabajadores pueden dejarse seducir por la plataforma social de Sanders y su histórica oposición al libre comercio (votó en contra del TLCAN en los 90). Ese es precisamente el argumento del senador, de que su mensaje de justicia social logrará atraer a la urna nuevos votantes y crear una innovadora coalición de desencantados dispuestos a romper de verdad el status quo como no lo ha hecho Trump.

Incluso la imagen de gruñón del senador, que en épocas pretéritas hubiera sido una losa, ahora cuadra con la irritación que sienten quienes se consideran abandonados por el actual marco politicoeconómico.

Además, si miramos a las encuestas para encontrar indicios de si Sanders sería un rival débil para Trump, los números no apuntan en esa dirección. En la media de los sondeos elaborada por RealClear Politics, el senador de Vermont gana al presidente por 4.9 puntos. Solo Biden tiene un mejor número: un 5.4%. Son encuestas muy tempranas en el proceso y habría que ver cómo aguantarían esas cifras tras la brutal campaña que le dispensarían los republicanos.

El exvicepresidente Joe Biden en un acto de campaña. (AP Photo/Chris Carlson)
El exvicepresidente Joe Biden en un acto de campaña. (AP Photo/Chris Carlson)

Burlas para Sleepy Joe

Más allá de análisis, sondeos y especulaciones, lo cierto tras el supermartes es que una mayoría del electorado demócrata no acaba de comprarle el argumento a Sanders de que su revolución es el mejor antídoto contra Trump. Esos votantes que dudaban a quién votar, al final cuando tuvieron que optar entre Bernie y el abismo, se lanzaron en manos de Biden. Solo hay que revisar las encuestas a boca de urna para ver cómo Biden se llevó de calle a los indecisos.

Si bien a la candidatura del vicepresidente le falta el ardor ideológico de los sanderistas y adolece hasta ahora de un claro mensaje central, los asesores de campaña de Trump saben que el argumento de ¡cuidado con los socialistas! que van desplegar contra los demócratas encontrará menos eco ante un centrista como el exvicepresidente.

Por ahora el ángulo de ataque preferido del presidente contra Biden ha sido burlarse de su edad y sus legendarias meteduras de pata en sus apariciones públicas (un apartado en el que, por cierto, Trump es también muy competitivo).

En un reciente acto de campaña en Charlotte, el presidente se burló de Biden asegurando que está en manos de “manejadores” porque “comete un error cada vez que habla”. No por nada el apodo que le ha buscado es el de ‘Sleepy Joe’: un viejito al que le ha pasado su mejor momento. No pincha en hueso Trump en eso. En una encuesta de Gallup reciente, los estadounidenses estaban dispuestos a votar más por una mujer, un musulmán o un gay que por un socialista o por un mayor de 75 años.

Pero lo cierto es que por los muchos defectos de Biden como candidato, que casi hunden su campaña irremisiblemente antes de Carolina del Sur, el vicepresidente siempre ha aparecido en las encuestas como el oponente más peligroso para Trump, quien no olvidemos casi pierde la presidencia por ponerse a buscar porquería contra el veterano demócrata en Ucrania. Si alguien tiene la posibilidad de reconstruir la coalición de voto blanco y minoritario que aupó a Obama a la Casa Blanca dos veces es probablemente quien lo acompañó en el ticket en esos dos viajes. Prolongación en lugar de revolución.

La capacidad de Trump de concentrar el voto blanco, recoger una mayor porción del latino y una menor participación del voto afroamericano fue su fórmula de éxito hace cuatro años. Una sólida campaña con un mensaje claro puede revertir esa situación en noviembre, más teniendo en cuenta que el presidente sigue siendo impopular a pesar de las cifras económicas positivas.

Sea por miedo a Biden o por deporte, lo cierto es que Trump sigue adelante en su campaña pro Bernie. El miércoles acusó en un tuit a Elizabeth Warren de ser “egoísta” por continuar en la contienda y “hacerle daño” a Sanders. “Vaya con su maravillosa amistad”, comentó Trump. “¿Le volverá a dirigir la palabra? Ella le costó Massachusetts”.

(Xinhua/Liu Jie via Getty Images)
(Xinhua/Liu Jie via Getty Images)

Sembrar cizaña

Sea el que sea el rival al que más tema, lo cierto es que el mayor interés de la Casa Blanca a estas alturas es dividir y desmotivar a los simpatizantes de los candidatos que acaban perdiendo las primarias. Que potenciales votantes de tu rival se queden en casa en noviembre es un regalo en una contienda en la que Trump no espera ganar convenciendo a nuevos electores, sino exprimiéndole todo el jugo a su base. Una base que en cifras absolutas es menor que la demócrata, pero está más cohesionada y estratégicamente ubicada.

Convencer, aunque solo sea una parte, de los apasionados seguidores de Sanders de que el partido demócrata está podrido y de que su candidato presidencial, supongamos Biden, es otra figura del establishment puede atemperar su entusiasmo en las urnas. En estados donde la victoria depende de unos cuantos miles de votos, sería maná del cielo para los republicanos. ¿Hubiese perdido Hillary Clinton si el 7% de afroamericanos que votaron por Obama no se hubieran quedado en casa en 2016?

Odio feroz a Mini Mike

Quien si abandonó la contienda fue el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg, que antes de derrumbarse como un castillo de naipes por su fracaso en los debates, parecía un peligroso rival para Trump gracias a sus insondables bolsillos.

Lo cierto es que el presidente le saltó a la yugular con el mismo entusiasmo con que años antes jugaban golf juntos en la Gran Manzana. “Mini Mike Bloomberg es un PERDEDOR que tiene dinero, pero no sabe debatir y tiene cero presencia, ya lo verán. Me recuerda a una versión diminuta de Jeb ‘poca energía’ Bush, pero Jeb tiene más capacidad política y trató a la comunidad negra mejor que Mini”.

Las continuas descalificaciones a Bloomberg -nada hay peor en el universo Trump que un perdedor- llamaban la atención porque entonces el multimillonario, si bien subía en las encuestas, estaba lejos de la cabecera y ni siquiera había disputado una primaria. Trump saludó su derrota en el supermartes asegurando que a “Mini Mike” le habían tomado el pelo sus asesores políticos y que había tirado al fregadero una burrada de millones.

Cierto, si bien lo que debe preocupar más al presidente es la cantidad industrial de anuncios que puede financiar la fortuna de 62,000 millones de dólares de Bloomberg. Un patrimonio que empequeñece los 3,100 millones de dólares que Fortune le atribuye al presidente y que puede sostener una campaña de saturación que ahogue el mensaje del rival, como el mismo Trump logró en el 2016 al acaparar la atención de los medios. Solo que Bloomberg lo haría con la chequera en mano. Una chequera que ha prometido seguir abriendo para derrotar al presidente no importe quién sea el candidato demócrata.