El estafador que se hizo rico timando a McDonalds con su concurso del Monopoly
Hacerse rico no es fácil. O trabajas muy duro, o tienes una idea genial o mucha suerte. O también puedes tomar un atajo y saltarte las normas. Ese fue el camino emprendido por Jerome Jacobson, un norteamericano que se forró haciendo trampas con el mítico juego del Monopoly de McDonalds.
Tal y como recuerda Miguel Jorge de la página Gizmodo en Español, el Monopoly de McDonalds fue una gran promoción que llevó a cabo la cadena de comida rápida en Estados Unidos y en 20 países más durante casi 30 años. Se trataba de un juego en el que los clientes recibían una calle por cada menú comprado, y podían recibir premios tales como patatas fritas, hamburguesas gratis por reunir una determinada combinación de fichas.
También había premios en metálico: tan jugosos como 100.000 dólares o hasta 1.000.000. Pero como no podía ser de otra manera, la probabilidad de conseguirlos era prácticamente nula: las fichas necesarias para obtenerlos aparecían en uno de cada 150 millones de pedidos. Es decir, es más fácil que a alguien le tocara el Euromillón que que recibiera el jugoso millón del McDonalds.
Para conseguir que la gente se volcara en el juego, la cadena sí que producía muchas fichas que daban la sensación a los clientes de que estaban cerca del ‘gordo’: por ejemplo, si para recibir un buen premio hacía falta tener cuatro estaciones de tren, McDonalds creaba muchas fichas de tres tipos de estación, y prácticamente ninguna de la cuarta, que sería la clave para ganar.
La promoción, que se inició en 1987, fue todo un éxito. Pero aunque reportó pingües beneficios a la compañía en número de ventas, había algo que no encajaba a los directivos: siempre había alguien que se llevaba el millón año a año, a pesar de que era prácticamente imposible ganarlo. Pero a pesar de su extrañeza, tardaron casi 10 años en darse cuenta de que había gato encerrado. Y ahí es donde entra en esta historia Jerome Jacobson.
Jacobson trabajaba como jefe de seguridad en Simon Marketing, la empresa contratada por McDonalds para crear las piezas ganadoras y distribuirlas. Dado el enorme valor potencial de las fichas, él era el encargado de ir a una imprenta, recogerlas, guardarlas en una caja fuerte y llevarlas a McDonlads, para que allí fueran introducidas en los menús ganadores, que serían distribuidos por Estados Unidos.
Por supuesto, todo este proceso se llevaba en el más escrupuloso de los secretos. Prácticamente nadie sabía en qué menús iban a ir las fichas más deseadas, esas que terminaban por formar la combinación ganadora. Jacobson era uno de los elegidos. En su papel de jefe de seguridad, era el encargado de trasladar el material en unos sobres cerrados. Y en la fase de transporte se las apañó para abrir los sobres y sustituir las fichas especiales por otras más comunes. Nadie se daba cuenta: cuando los paquetes llegaban a McDonalds, un trabajador los colocaba sin mirar en un menú anónimo.
(Jerome Jacobson/AP)
Ese robo sistemático solo era la primera parte de su plan. La segunda era más sofisticada. Como en todo concurso creado por una multinacional, en las bases se especifica que ningún empleado de la compañía ni ningún familiar puede participar en la promoción. Ni tampoco nadie de alguna empresa relacionada con el mismo.
Así que Jacobson no podía presentarse a reclamar el premio. Necesitaba a alguien que lo hiciera por él. Y por eso se dedicó a vender las piezas a amigos de amigos. Encargaba a su hermanastro la negociación y éste se ponía en contacto con familias que estuviera dispuestas a pagar por las preciadas fichas el dinero que el jefe de seguridad pidiera. Luego ellos podrían ir a McDonalds y cobrar.
Durante 6 años, la trama que comandó Jacobson consiguió estafar a la cadena rápida casi 20 millones de dólares. Todo acabó con una investigación del FBI en 1996, que se inició gracias a la denuncia de una personas contratada por el propio timador. La agencia gubernamental pidió a McDonalds que continuara con su concurso para poder obtener más pruebas.
Finalmente, Jacobson fue juzgado y condenado a tres años de prisión. El timador se disculpó y devolvió el millón de dólares que supuestamente había ganado con todo este negocio fraudulento. Por su parte McDonalds se disculpó con sus clientes y subió la cuantía de sus premios a 10 millones de dólares para aquellos que encontraran la combinación adecuada. No se sabe si alguien ganó ese premio alguna vez.