El Estado Islámico entrena niños para una larga guerra

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Combatientes del Estado Islámico marchan por las calles de Raqqa (AP Photo/Militant Website)

El terrorismo sabe que no puede ganar en un sprint bélico contra Estados Unidos y sus aliados. Pero en un maratón, el resultado parece menos claro. Los bombardeos pueden borrar a Raqqa, la capital del Estado Islámico (EI), y la presión internacional cortar las fuentes de financiamiento del grupo terrorista. Pero aún así la guerra continuaría. Porque el relevo de los yihadistas de hoy se prepara ya en Siria, Iraq, Turquía, Afganistán…

Los cachorros del califato

En campos de entrenamiento desperdigados por el territorio que controla el EI y en otros países donde opera la organización, un número indeterminado de niños y adolescentes se forman como combatientes. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos estima que al menos 1.100 sirios menores de 16 años se han unido a EI solo durante este año. En Afganistán, la ONU calcula que 556 pequeños pelearon entre septiembre de 2010 y diciembre de 2014. Sin embargo, nadie sabe exactamente cuántos son.

En octubre pasado la policía turca desmanteló una red de entrenamiento del EI en Estambul. Entre los detenidos se encontraban 24 menores de 18 años provenientes de Tayikistán y Uzbekistán, en Asia Central. Reportes de la prensa estadounidense afirman que el grupo terrorista ha extendido sus tentáculos hasta Afganistán, donde compite con el Talibán y Al Qaeda por jóvenes reclutas.

En la “escuela” aprenden a disparar un fusil automático, a decapitar a los infieles (al inicio usan muñecos), recitan versículos del Corán que sustentan la ideología terrorista, estudian la ley islámica y, sobre todo, aprenden a odiar a Occidente. Los instructores los tratan con rudeza, como en cualquier cuartel de cualquier ejército. Poco importa la edad: todos son “cachorros del Califato”, futuros guerreros de la Guerra Santa.

Y ese futuro puede llegar muy pronto. En julio el EI publicó un video que mostraba la ejecución de un capitán del ejército sirio. El verdugo era un adolescente. En otro material una veintena de muchachos ultimó de un disparo en la nuca a igual número de prisioneros sirios. La escena ocurrió en el antiguo anfiteatro romano de Palmira.

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La guerra en Afganistán ha prácticamente borrado el futuro de millones de niños (EFE/Hedayatullah Amid)

El atuendo de “graduación” puede ser un chaleco cargado de explosivos. En Afganistán los jefes prometen una muerte sin dolor y una vida gloriosa en la ultratumba, si los chicos atacan objetivos militares o del gobierno. Mártires suicidas, muchos vendidos por sus familiares para librarse de la presión de los terroristas o tener una boca menos que alimentar.

La tierra afgana ofrece una fácil cosecha al terrorismo. Cuando la pobreza y la ausencia de esperanzas ensombrecen la vida, la propaganda extremista no tarda en calar.

Sembrar un futuro de odio

En el Medio Oriente los suníes alimentan las huestes del EI. Pero el entrenamiento de los menores no excluye la conversión de fieles de otras religiones. Los yazidis, una minoría que practica viejos cultos considerados diabólicos por los islamistas, han sufrido la separación forzosa de las familias. Los pequeños que se forman en las escuelas del EI aprenden a renegar su religión y a odiar a sus padres.

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Los bombardeos contra el Estado Islámico en Siria e Iraq no cuentan con un apoyo unánime (EFE/Will Oliver)

El reclutamiento de niños y adolescentes confirma la estrategia a largo plazo del Estado Islámico y Al Qaeda. Ambos grupos terroristas han proclamado su objetivo de crear un ejército “ideológicamente puro”. Frente a ese adoctrinamiento intensivo, ¿qué lograrán las bombas lanzadas por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN?

La guerra contra el terrorismo ha dejado de ser un medio (si algún día lo fue) para transformarse en un fin en sí misma. La victoria de alguno de los contendientes es harto improbable. Bienvenidos a la nueva era de violencia y miedo, que nuestros hijos heredarán como parte de sus genes, como los cachorros de león heredan el instinto de matar.