El curioso caso de la mujer que se convirtió en jabón

Después de morir, el tejido adiposo de la llamada Dama de Jabón se convirtió en adipocira, en un proceso que se llama saponificación. (Captura de pantalla de la página web del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania).
Después de morir, el tejido adiposo de la llamada Dama de Jabón se convirtió en adipocira, en un proceso que se llama saponificación. (Captura de pantalla de la página web del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania).

La Dama de Jabón ha intrigado a los científicos desde hace 140 años.

Esa misteriosa mujer ha permanecido ante la vista de todos, exhibida como uno de los especímenes más antiguos del Museo de Mütter de la Escuela de Medicina de Filadelfia.

Descrita como "uno de los objetos más repugnantes que te puedas imaginar" por Joseph McFarland, el curador del museo en la década de 1940, es poco lo que se ha descubierto del pasado de la persona cuyo cuerpo ha sido estudiado desde que ingresó a la institución en 1874.

Su peculiaridad radica en que su cadáver ha permanecido preservado de manera natural, sin pasar por un proceso de embalsamamiento ni momificación.

La dama de jabón está acostada boca arriba. Su boca, sin dientes, está completamente abierta. Unos creen que el motivo de tan marca expresión es que murió gritando de dolor, otros piensan que se trató de una última gran bocanada de aire antes de su último suspiro. Alrededor de su cuello, aún se pueden observar algunos mechones de lo que queda de su cabello.

Se cree que el aspecto oscuro de su piel se debe a los años que ha permanecido expuesto a la contaminación de Filadelfia. A simple vista, sus ojos tienen un aspecto muy extraño, como si estuvieran abiertos y cerrados a la misma vez. Lo que ocurrió es que el tejido ocular se encuentra atrofiado y encogido y por eso tienen esa apariencia tan peculiar.

En los archivos del museo aparece registrada como una mujer sin nombre de apellido Ellenbogen que murió de fiebre amarilla en 1792.

A pesar de los esfuerzos de MFarland de seguirle el rastro a esta persona que imaginó como una mujer fea, vieja y desquiciada, fue poco lo que pudo descubrir de su pasado.

Lo que sí logró fue reconstruir cómo su cuerpo llegó al Museo Mütter.

La historia de la Dama de Jabón nació gracias a Joseph Leidy, uno de los científicos estadounidenses más prominentes del siglo XIX y uno de los primeros en aceptar y defender la teoría de selección natural de Charles Darwin.

Médico, naturalista y paleontólogo, Leidy no perdía la oportunidad de salir a la calle a investigar. Por eso encontraba el día en que trabajadores de Filadelfia realizaban excavaciones en un cementerio y exhumaban los cadáveres para trasladarlos a otro sector de la ciudad con el objeto de liberar el espacio para expandir calles y construir nuevas rutas del tren.

Leidy notó que entre los restos humanos exhumados se encontraban dos cadáveres perfectamente conservados. Se trataba de un hombre y una mujer que no tenían ninguna vinculación entre sí más allá de que fueron enterrados en el mismo cementerio y sus cuerpos quedaron prácticamente intactos.

El cadáver de la mujer, conocida sólo como la Sra. Ellenbogen, fue recibido por el Museo Mütter, mientras que los restos del hombre fueron trasladados a lo que hoy se conoce como The Wistar Institute, en la Universidad de Pensilvania.

La ciencia de la saponificación

La elusiva historia de la vida de la Sra. Ellenbogen ha ido encontrando respuestas a través de la ciencia. Aunque popularmente se considera que sus restos se convirtieron en jabón, en realidad se trata de un cadáver saponificado.

La saponificación es un proceso que ocurre después de la muerte. El cadáver atraviesa cambios químicos que transforman la grasa corporal en una sustancia llamada adipocira.

Se trata de una materia orgánica, que tiene la consistencia de un queso semiduro y una textura jabonosa, como si fuera una cera dura.

Estudios científicos realizados con cerdos muertos han demostrado que la adipocira se produce cuando el cadáver se encuentra en un lugar húmedo y sin oxígeno durante el proceso de descomposición.

El fenómeno comienza en el lugar donde el animal o la persona tenía más grasa acumulada, que puede ser en el área del abdominal, en la cadera o las piernas.

Algunos expertos alegan que la saponificación no es una momificación porque se trata de un proceso químico específico que altera el cuerpo a nivel molecular.

Los primeros en usar el nombre la palabra adipocira fueron los científicos franceses Antoine Fourcroy y Michel Thouret, quienes supervisaron la exhumación de los cadáveres de niños enterrados en el Cementerio de los Inocentes de Paris en 1786 para ser trasladados a unas minas abandonadas que luego se convertirían en las famosas catacumbas de la ciudad.

Los médicos notaron que algunos cuerpos estaban cubiertos de una sustancia grisácea y jabonosa que llamaron adipocira, proveniente de adipo, que significa grasa, y cera.

De vuelta a EEUU

El desarrollo de la tecnología de rayos X ha permitido estudiar más a fondo a la pareja de cadáveres saponificados en Estados Unidos. Uno de los hallazgos es que sus muertes no ocurrieron en 1792. En el caso del hombres, los estudios óseos determinaron que murió alrededor de los 40 años entre 1800 y 1810.

Después de muchas especulaciones, las radiografías indicaron que la Dama de Jabón no era una anciana sino una mujer que tenía unos 30 años al momento de su muerte. Unos alfileres encontrados cerca de su cuerpo sugieren que falleció en la tercera década del siglo XIX porque las piezas metálicas fueron fabricadas de manera industrial por una máquina que se patentó en Inglaterra en 1824.

En la medida en que aparezcan escáneres más sofisticados se podrán ir desvelando incógnitas sobre la Sra. Ellenbogen porque se trata de tecnologías no invasivas. Los científicos temen que el cadáver pueda desmoronarse con una leve manipulación.

El torso del lago

Uno de los casos más extraños de saponificación fue descubierto en 1996 cuando un cadáver sin cabeza, recubierto de cera, fue encontrado flotando en una orilla del Lago de Brienzer, en Suiza. Su torso, que fue llamado Brienzi, ha desconcertado a los científicos durante años porque no tenían la menor idea de quién era esa persona o cuánto tiempo el cadáver había permanecido en el agua.

Un equipo de científicos de la Universidad de Zúrich publicó en 2011 los asombrosos resultados de los análisis de la cera. Brenzi fue un hombre que se ahogó en el lago en 1700. Su cuerpo descendió al fondo del lago y fue cubierto por sedimento, donde se formó la adipocira, que cubrió completamente su torso. La perfecta preservación de la pelvis permitió determinar el sexo del cuerpo y asegurar de que se trató de un hombre. Unos leves sismos en la zona fracturaron la capa de cera y permitieron que el torso flotara a la superficie.

Estructura ósea de un cuerpo del siglo XVIII encontrado en 1996 en el Lago de Brienzer, en Suiza. (Captura de pantalla ResearchGate)
Estructura ósea de un cuerpo del siglo XVIII encontrado en 1996 en el Lago de Brienzer, en Suiza. (Captura de pantalla ResearchGate)

La adipocira es una extraordinaria herramienta para los arqueólogos que desean estudiar cuerpos antiguos pero es una verdadera pesadilla para los funcionarios municipales que necesitan reutilizar los espacios de los cementerios públicos.

En Alemania es común exhumar los cadáveres cada 25 años, cuando se espera que estén completamente descompuestos. Alemania alquila el puesto en el cementerio a los familiares de los fallecidos durante un período de esta 30 años. La legislación alemana establece que si la familia no desea o no puede renovar el contrato, el contenido de la tumba es retirado y el uso del lugar vuelve a la propiedad del estado y puede ser usado nuevamente para enterrar otro cadáver.

Pero las condiciones particulares de los suelos de algunos cementerios ha propiciado el proceso de saponificación al punto que los cadáveres están en perfecto estado a la hora de su exhumación.

La respuesta municipal ha sido el reacondicionamiento de los suelos para impedir que la formación de la adipocira interrumpa las necesidades de reciclar los puestos de cementerio alemanes.