El astuto plan de Gregor McGregor, el escocés que vendió a Europa la colonización del ficticio Reino de Poyais

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Muchos han sido los célebres personajes que han destacado por su astucia a la hora de hacer un negocio o embaucar a otros en grandes proyectos que después resultaron ser un engaño. La Historia está llena de ellos y cuanto más importante o célebre era el individuo más creíble era su puesta en escena y el número de crédulos que caían en la estafa.

Gregor McGregor fue un joven militar de origen escocés que durante la primera mitad del siglo XIX tramó un astuto plan en el que se inventó que existía un próspero reino en Centroamérica preparado para ser colonizado, se autoproclamó príncipe de aquel lugar y logró convencer a numerosísimas personas (británicas y francesas) para que invirtieran en su proyecto.

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Y es que consiguió engatusar a tantas personas gracias a su verborrea e intachable hoja de servicio durante los años que luchó por la independencia de Venezuela, algo que le había proporcionado grandes e influyentes amigos en el continente americano.

Su carrera militar se inició cuando apenas tenía 16 años de edad y un par de décadas después ya era ascendido a General de Brigada. McGregor tenía un talento innato, tanto para el campo de batalla como para situarse muy próximo a las altas esferas militares y sociales.

Tras veinte años en el continente americano, su regreso al Reino Unido en 1820 fue como si el de un gran monarca se tratara. A lo largo de todos aquellos años numerosas habían sido las noticias que habían llegado a Londres sobre la meteórica carrera de McGregor, algo que le proporcionó que a su llegada a la capital inglesa lo hiciera con todos los honores.

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Llego con un sequito y bajo el título de Gregor I, Príncipe Soberano de Poyais, y explicaba a los sorprendidos asistentes a las recepciones a las que acudía cómo había descubierto Poyais, una nueva nación en Centroamérica (situada donde hoy se encuentra Honduras) rica en recursos naturales y, sobre todo, oro.

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Convenció a un gran número de influyentes banqueros y empresarios para que invirtieran en la floreciente y fértil Poyais.

A lo largo de los siguientes dos años se dedicó a vender terrenos para colonizar (evidentemente, terrenos inexistentes), así como a recaudar fondos para construir un castillo, el parlamento, una catedral, una ópera o un gran número de edificios oficiales, todo ello, obviamente, jamás se llevaría a cabo.

Todo estaba tramado a la perfección. Mandó imprimir incluso papel moneda, ofreció bonos a un altísimo interés (de un banco que no existía) e incluso editó un libro sobre la Historia del Reino de Poyais que él mismo había escrito.

Centenares fueron los ingenuos que cayeron en el engaño y que perdieron grandes sumas de dinero. Se calcula que el equivalente de lo obtenido por Gregor McGregor en 1822, que fueron alrededor de 200.000 libras, lo trasladáramos al cambio actual esa cantidad superaría los quinientos millones.

Pero no solo consiguió engañar y sacar el dinero a poderosos y ricos empresarios, también lo hizo con cerca de trescientos compatriotas escoceses suyos a los que convenció para que viajaran hasta Poyais para colonizarla, prometiéndoles un lugar de tierra fértil en el que se podía tener hasta tres cosechas de cereales anualmente.

No solo los embaucó para viajar (rumbo a un lugar inexistente) sino que les hizo cambiar todos sus ahorros a la moneda del país de destino: ‘dólares de Poyais’.

Como es de imaginar, tras una larga travesía, los nuevos colonos de Poyais no llegaron a donde esperaban y lo que se encontraron al llegar a las coordenadas que McGregor había dado fue la inhóspita ‘Costa de los Mosquitos’.

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Cuando en 1823 llegaron hasta Londres las noticias del engaño de que Poyais realmente no existía, salió pitando del Reino Unido en dirección a Francia, donde tras establecer los pertinentes contactos volvió a intentar poner en marcha la estafa que tan bien le había funcionado en las islas británicas.

Y aunque parezca imposible creer, hubo quien cayó en la trampa e invirtió su capital, a pesar de los rumores que corrían por París en torno a McGregor. Esta vez en lugar de un reino presento a la floreciente nación inventada por él como una próspera república y a él con el título de ‘Cacique del pueblo de Poyais’.

A lo largo de dos años anduvo por la capital francesa y en 1825 partieron algunos barcos hacia el inexistente país. Cuando se hizo evidente que todo había sido un engaño no tuvo más remedio que volver a huir, esta vez de nuevo hacia Londres, creyendo que tras cinco años en Francia ya nadie se acordaría de su estafa.

No fue así y nada más llegar a la capital inglesa en 1827 fue apresado y acusado de estafa.

Pero Gregor McGregor era un hombre astuto (tenía en esos momentos 41 años de edad) y supo cómo utilizar algunas influencias de importantes hombres que le debían algún que otro favor, lo que propició que finalmente, tras ser juzgado, saliera totalmente libre de culpa y tan solo tuviera que pagar una pequeña sanción económica que representaba calderilla respecto a todo lo que había estafado.

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Durante los siguientes años estuvo moviéndose por el Reino Unido y, aunque a pequeña escala y cada vez con menor éxito, siguió intentando sacar dinero con la historia del próspero Poyais.

El final de sus años los pasó viviendo en Venezuela donde viajó tras perder prácticamente toda su fortuna. Allí fue recibido con grandes honores de héroe (todavía eran recordadas sus gestas militares durante la guerra de independencia).

Falleció en 1845 a los 59 años de edad y fue enterrado en el Panteón Nacional de Venezuela, el lugar donde se conservan los restos de los personajes más destacados de la historia venezolana.

Fuentes de consulta e imágenes: historiasdelahistoria / hermanotemblon / jorgeletralia / BBC / Wikiwand