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El ejercicio podría aumentar la respuesta de las vacunas

Ciclistas suben por el camino del Monte Seymour en Vancouver, Canadá, el 10 de julio de 2020. (Alec Jacobson/The New York Times)
Ciclistas suben por el camino del Monte Seymour en Vancouver, Canadá, el 10 de julio de 2020. (Alec Jacobson/The New York Times)

Si eres deportista, podrías obtener mayor inmunidad de una vacuna contra la influenza que las personas que son menos activas, según dos estudios nuevos complementarios y oportunos acerca de la relación entre el ejercicio y las vacunas. Ambas investigaciones, en los que participó el mismo grupo de corredores, nadadores, luchadores, ciclistas y otros atletas de élite, sugieren que el entrenamiento intenso incrementa nuestra respuesta a la vacuna, un hallazgo de especial relevancia en este momento, cuando se avecina la temporada de influenza y los investigadores trabajan para desarrollar una vacuna para el COVID-19.

Evidentemente, durante la presente pandemia es deseable tener un sistema inmunitario preparado para combatir a las infecciones por virus y que responda con energía a las vacunas. En general, como demuestra la mayoría de los experimentos científicos, el ejercicio ayuda a la inmunidad. Las personas que se ejercitan con frecuencia y con moderación tienden a contraer menos resfriados y otros virus que la gente sedentaria. De manera más inmediata, si ejercitas tu brazo en las horas previas a la vacuna contra la influenza, es probable que desarrolles una respuesta de anticuerpos más fuerte que si descansas ese brazo, según indican algunos estudios a pequeña escala.

No obstante, también se ha sugerido que, en determinadas circunstancias, el ejercicio podría reducir la respuesta inmunitaria. Algunas investigaciones epidemiológicas e historias personales de atletas indican que el ejercicio intenso y agotador podría ser perjudicial para la inmunidad a corto plazo. Por ejemplo, los corredores de maratón señalan que contraen resfriados a un ritmo desproporcionadamente elevado poco después de una carrera, aunque algunos fisiólogos sospechan que estos problemas respiratorios posteriores a la carrera tienen un origen inflamatorio y no infeccioso.

La conclusión es que muchas preguntas han quedado sin respuesta respecto a si un entrenamiento agotador afecta a la inmunidad y cómo, y a la capacidad de nuestros cuerpos para responder favorablemente a una vacuna, como la vacuna contra la influenza estacional.

De modo que, para los nuevos estudios, los investigadores de la Universidad de Saarland en Alemania y otras instituciones decidieron convencer a un grupo numeroso de atletas de competencia de que se vacunaran, un esfuerzo más difícil de lo que la mayoría de nosotros podría esperar. En las encuestas, los atletas de élite suelen reportar índices relativamente bajos de vacunación contra la influenza y otras enfermedades, ya que a muchos les preocupa que la vacuna cause efectos secundarios que afecten su entrenamiento.

Pese a eso, los investigadores lograron reunir a 45 atletas de élite jóvenes y en forma, tanto hombres como mujeres. Los deportes que practicaban variaban desde eventos de resistencia, como el maratón, hasta deportes de fuerza, incluyendo la lucha libre y el lanzamiento de martillo, y deportes en equipo, como el baloncesto y el bádminton. Todos los voluntarios estaban a la mitad de sus temporadas de competencia durante los estudios.

Para el primero de los dos experimentos realizados con estos atletas, el cual se publicó en enero en la revista Brain, Behavior, and Immunity, los investigadores esperaban determinar si ser deportista y tener la aptitud física superior de un atleta podría acelerar o dificultar la reacción inmunitaria de los jóvenes a una vacuna contra la influenza. Por lo tanto, los científicos también incluyeron a otros 25 jóvenes sanos, pero que no eran deportistas, para que formaran el grupo de control. Los investigadores tomaron muestras de sangre de todos los participantes.

Posteriormente, a los jóvenes se les aplicó la vacuna contra la influenza y tomaron notas de todos los efectos secundarios que presentaron, como el brazo adolorido. Los grupos volvieron al laboratorio para hacer un análisis de sangre de seguimiento al cabo de una semana, después de dos semanas y seis meses después de la vacunación. Luego los investigadores analizaron las muestras de sangre en busca de células inmunitarias y anticuerpos contra la influenza.

Los expertos encontraron una cantidad significativamente mayor de esas células en la sangre de los atletas, en especial en la semana posterior a la inyección, cuando las reacciones celulares de todos los participantes llegaron a su punto máximo. Los atletas mostraron una “respuesta inmunitaria más acentuada”, con una posible mejor protección contra la infección por influenza que los demás jóvenes, señaló Martina Sester, inmunóloga de la Universidad de Saarland y coautora del estudio.

Los investigadores especulan que el sistema inmunitario de los atletas se había fortalecido y ajustado gracias a las exigencias físicas diarias y al daño provocado por el entrenamiento, lo que les permitió responder con tanta eficacia a la vacuna.

Sin embargo, esos resultados, aunque notables, no consideraron los efectos graves del ejercicio ni la posibilidad de que un solo entrenamiento intenso podría alterar la reacción del cuerpo a la vacuna, para bien o para mal. Por lo tanto, para el segundo de los nuevos estudios, que se publicó en julio en Medicine & Science in Sports & Exercise, los investigadores analizaron los mismos datos, pero ahora solo se centraron en las reacciones inmunitarias de los atletas.

Compararon la cantidad de células inmunitarias y anticuerpos presentes en aquellos deportistas que se habían vacunado contra la influenza dentro de las dos horas siguientes a su sesión de entrenamiento contra aquellos atletas cuya vacuna se había aplicado un día después de su último entrenamiento. Si el entrenamiento intenso mitigara las reacciones inmunitarias, entonces se esperaría que el primer grupo presentara menos células inmunitarias nuevas que quienes se habían vacunado después de un largo tiempo de reposo.

No obstante, los investigadores no encontraron diferencias. Independientemente de si las vacunas se aplicaron después del entrenamiento o al día siguiente, sus reacciones inmunitarias fueron las mismas. Un entrenamiento agotador previo no había disminuido (o potenciado) la respuesta.

En conjunto, ambos estudios confirman que estar en forma puede aumentar la protección que obtenemos de una vacuna, sin importar con cuánta intensidad nos ejercitamos antes de la inyección o en qué momento lo hacemos, aseguró Sester.

Por supuesto, estas investigaciones se centraron en los atletas de élite y de competencia, que la mayoría de nosotros no somos, pero Sester cree que incluso los deportistas ocasionales, con objetivos más recreativos, podrían tener mejores respuestas ante la vacuna contra la influenza que las personas sedentarias. Asimismo, ella y sus colegas esperan que un buen estado físico mejore las respuestas inmunitarias a otras vacunas, incluyendo las que se están desarrollando para el COVID-19.

“Es probable que los principios básicos de la respuesta a la vacuna sean los mismos”, dijo Sester. Sin embargo, la experta asegura que los futuros estudios tendrán que confirmar esa posibilidad, siempre y cuando la vacuna esté disponible.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company