Un efecto secundario de la vacuna hace que las mujeres se pregunten ¿por qué la píldora anticonceptiva no es más segura?

En abril, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos suspendió el uso de la vacuna contra la COVID-19 de Johnson & Johnson para evaluar el riesgo de coágulos sanguíneos en mujeres menores de 50 años, muchos científicos señalaron que los coágulos asociados a las píldoras anticonceptivas eran mucho más comunes.

La comparación tenía el objetivo de tranquilizar a las mujeres respecto a la seguridad de la vacuna. En lugar de eso, ha provocado la ira de algunos sectores, no por la suspensión, sino por el hecho de que la mayoría de los anticonceptivos disponibles para las mujeres son cientos de veces más riesgosos y, sin embargo, no hay alternativas más seguras.

Los coágulos relacionados con la vacuna fueron de un tipo peligroso que se presenta en el cerebro, mientras que las píldoras anticonceptivas aumentan las probabilidades de que se forme un coágulo en una pierna o en el pulmón, algo que muchos expertos señalaron rápidamente. No obstante, la distinción no supuso ninguna diferencia para algunas mujeres.

“¿Por qué no se preocupó todo el mundo por los coágulos de sangre cuando empezamos a suministrar la píldora a las niñas de 14 años?”, publicó una mujer en Twitter.

Otra dijo: “Si los anticonceptivos se hicieran para los hombres, tendrían sabor a tocino y serían gratuitos”.

Algunas mujeres escucharon, en las redes sociales y en otros lugares, que no debían quejarse porque habían elegido tomar anticonceptivos a sabiendas de los riesgos que implicaban.

“Eso me hizo obstinarme”, señaló Mia Brett, experta en historia jurídica enfocada en la raza y la sexualidad en la Universidad Stony Brook de Nueva York. “Esta es una respuesta muy común en la atención médica de las mujeres, que señalemos algo y se le reste importancia”.

Los expertos en salud femenina ya estaban familiarizados con el torrente de furia en internet.

“Deberían estar enfadadas: la salud de las mujeres no recibe la misma atención”, mencionó la doctora Eve Feinberg, endocrinóloga reproductiva y especialista en infertilidad de la Universidad Northwestern. “Hay un enorme sesgo sexual en todos los sectores de la medicina”.

Feinberg y muchas de las mujeres en internet reconocen que los anticonceptivos les han dado el control sobre su fertilidad y los beneficios superan los daños con creces.

Kelly Tyrrell, corredora de ultramaratón, en una carrera en Madison, Wisconsin, el 22 de abril de 2021. (Lauren Justice/The New York Times)
Kelly Tyrrell, corredora de ultramaratón, en una carrera en Madison, Wisconsin, el 22 de abril de 2021. (Lauren Justice/The New York Times)

Kelly Tyrrell, especialista en comunicación de Madison, Wisconsin, tenía 37 años cuando los médicos descubrieron en sus pulmones unos coágulos que podrían causarle la muerte.

Tyrrell es una atleta de resistencia: enérgica, fuerte y poco propensa a la ansiedad. A principios de 2019, empezó a despertarse con un dolor en la pantorrilla izquierda. Después de una mañana particularmente mala, una visita a la sala de urgencias reveló que tenía niveles elevados de “dímero D” en la sangre, un fragmento de proteína que indica la presencia de coágulos.

Llevaba 25 años tomando píldoras anticonceptivas, pero ninguno de los médicos lo relacionó. En cambio, dijeron que, debido a su edad, su estado físico y la ausencia de otros factores de riesgo, era improbable que sus síntomas se debieran a un coágulo sanguíneo. La enviaron a su casa con instrucciones para hacer estiramientos para el músculo de la pantorrilla.

Cuando sintió una opresión en el pecho mientras corría en Hawái después del funeral de su abuela, los médicos dijeron que era probable que se debiera al estrés y la ansiedad. En julio de 2019, terminó un ultramaratón de 100 kilómetros en Colorado y asumió que sus pulmones adoloridos y sus labios morados eran el resultado de correr durante 19 horas a una gran altitud.

No obstante, la mañana del 24 de octubre de 2019 supo que algo iba muy mal, cuando tuvo dificultades para respirar tras subir un tramo corto de escaleras.

Esta vez, después de descartar problemas cardiacos, los médicos hicieron una tomografía de sus pulmones y descubrieron múltiples coágulos. Uno de ellos había obstruido el flujo de sangre a una parte de su pulmón derecho.

“Me puse a llorar al instante”, recordó Tyrrell.

Los médicos le recetaron anticoagulantes y le indicaron que no volviera a tomar estrógenos. Tyrrell cambió su método a un dispositivo intrauterino de cobre (DIU). Con el tiempo, añadió, el incidente se convirtió en una rabia intensa que se renovó con la noticia de Johnson & Johnson.

“Parte de mi enojo residía en que un medicamento que tomaba para controlar mi fertilidad acabara amenazando mi vida”, dijo. “Me molesta no haber recibido una mejor asesoría sobre ese riesgo o incluso sobre los síntomas a los que debía estar atenta”.

A Emily Farris, de 36 años, le recetaron anticonceptivos orales a los 8 años para aliviar las migrañas. En todas las conversaciones que ha mantenido con sus numerosos médicos a lo largo de los años, “nunca se mencionaron los coágulos de sangre”, dijo en una entrevista.

En Twitter, algunos críticos señalaron que los prospectos de los paquetes de anticonceptivos describen con claridad el riesgo de coágulos.

“Mi respuesta es un poco incrédula”, afirmó Farris, politóloga de la Universidad Cristiana de Texas en Fort Worth.

Los prospectos de la mayoría de los medicamentos contienen una lista extensa de posibles efectos secundarios, lo que supone “una gran carga para la gente que trata de revisar la investigación médica, de revisar lo que significan las probabilidades y las estadísticas”, explicó.

Incluso con una escolaridad a nivel de doctorado, “no puedo evaluar esos riesgos”, añadió Farris. “Creo que la mayoría de los estadounidenses necesitan a alguien que traduzca lo que este tipo de folleto legal es en términos reales”.

Para Tyrrell, esa aclaración llegó demasiado tarde. Sus pulmones no son los mismos desde el diagnóstico, pero dijo que no puede tener la certeza de si se debe a los daños persistentes de un coágulo anterior, a coágulos nuevos que deberían preocuparle o simplemente a su edad, y concluyó: “Nunca dejo de pensar en eso”.

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This article originally appeared in The New York Times.

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