EE.UU. será crucial para el éxito de la OMC: Editorial

(Bloomberg) -- La nueva directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala, comienza a trabajar esta semana. Es de esperar que le gusten los desafíos. Toma el mando de una institución que alguna vez se consideró vital para la prosperidad mundial, pero que ahora se considera que está moribunda, y tendrá que lidiar con un nuevo clima de opinión que parece considerar el libre comercio como pasado de moda y las medidas para desarrollar la resiliencia económica nacional como primordial. El futuro del orden comercial liberal está amenazado. Y podría definirse, de una forma u otra, bajo su supervisión.

Okonjo-Iweala está perfectamente capacitada. Su experiencia en desarrollo (fue ministra de finanzas de Nigeria y la segunda al mando del Banco Mundial) la ha familiarizado con la centralidad del comercio en la promoción de la prosperidad. Pero su tarea es enorme y, no importa cuán competente o enérgica sea, no puede hacerlo sola. Se necesitó el liderazgo de Estados Unidos para construir la OMC, y será necesario el liderazgo de EE.UU. para revivirla.

El organismo tiene tres funciones indispensables. Facilita las negociaciones para promover un comercio mundial libre y justo. Proporciona transparencia al supervisar las políticas comerciales de los países. Y sirve como foro para resolver disputas. Cada mandato está al borde del colapso. Las negociaciones de la OMC no han logrado nada durante años. La supervisión está fracasando porque muchos Gobiernos prefieren no cumplir. Y el proceso de resolución de disputas, en la práctica, no está operando por la negativa de EE.UU. (a partir de la presidencia de Barack Obama) a nombrar jueces para su órgano de apelación.

Este colapso, debe enfatizarse, no es culpa de la OMC ni de sus funcionarios. Al final, el organismo solo puede hacer lo que sus Gobiernos miembros le piden y facultan para hacer. Por el momento, están contentos de dejar que se convierta en irrelevante.

Por ahora, se podría pensar que esto no importa. Tal vez, la preferencia posterior a la pandemia por cadenas de suministro más cortas y una capacidad interna adecuada haga que la renovación de la OMC sea menos importante. Todo lo contrario. Una emergencia global como el covid-19 aumenta la necesidad de cooperación, en particular, para mantener relaciones comerciales estables. Un repliegue del proteccionismo solo aumentará la vulnerabilidad y agravará los daños. La pandemia tampoco es la única amenaza de este tipo. Las políticas para abordar el cambio climático también tienen enormes implicaciones para el comercio. Un organismo capaz de mantener la cooperación bajo tensión —fundado en la verdad de que el comercio liberal es de suma positiva, no de suma cero— es esencial para gestionar estos riesgos.

Ciertamente, la OMC de Okonjo-Iweala deberá hacer que el sistema funcione mejor. La agenda necesaria es amplia y está lejos de ser sencilla. En particular, debe haber un nuevo énfasis en la transparencia y el cumplimiento, especialmente en los países cuyos Gobiernos desempeñan un papel dominante en destinar recursos, especialmente China. Las reglas antiguas deben actualizarse para las nuevas industrias, las condiciones que cambian rápidamente y las presiones futuras previsibles. Para hacer frente a todo esto, la OMC debe ser mucho más ágil.

Al mismo tiempo, Okonjo-Iweala debe negarse a ser un chivo expiatorio. Si los Estados miembros, y sobre todo EE.UU., se contentan con ver fracasar a la OMC, su destino está sellado.

La semana pasada, la candidata del presidente Joe Biden a Representante Comercial de EE.UU., Katherine Tai, compareció ante el Congreso. Es una litigante y negociadora comercial respetada y experimentada, con credenciales tan impresionantes como las de Okonjo-Iweala. Su nombramiento parece contar con el apoyo de ambos partidos. Si se confirma, Tai tendrá que defender un enfoque del comercio que aproveche los beneficios de la cooperación y la competencia y se oponga a los esfuerzos para suplantarlos.

Hasta ahora, infortunadamente, la retórica de la Administración Biden en materia de comercio no ha diferido mucho de la de la Administración Trump, que hizo más por entorpecer el comercio mundial que cualquier otra en los tiempos modernos, y a un gran costo para el país. Robert Lighthizer, el representante comercial de Trump, no tuvo tiempo para la OMC, actitud que aceleró su declive. Con suerte, Tai la verá como el aliado que puede y debe ser para fortalecer a EE.UU. y reparar la economía global. Si ella y su equipo no están a la altura de ese desafío, la tarea de Okonjo-Iweala será imposible.

Nota original:

The U.S. Must Step Up to Help the WTO Succeed: Editorial

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