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La dura realidad del mandato 'sin vacuna no hay trabajo' para trabajadores de la salud

Christopher Richmond lleva la cuenta de cuántos trabajadores del centro de enfermería especializada ManorCare que dirige en el oeste de Pensilvania se han arremangado para recibir la vacuna contra el COVID-19.

Aunque los residentes estaban ansiosos por recibir las vacunas este año, ha contado que solo tres de cada cuatro trabajadores se han vacunado a la vez. Las excusas, entre su personal de aproximadamente 100 personas, tenían un tono familiar: ya que las vacunas contra COVID-19 estaban autorizadas solo para uso de emergencia, a algunos empleados les preocupaba la seguridad. La conveniencia fue importante. En invierno, las vacunas se administraron en el trabajo gracias a un despliegue federal. En primavera, sin embargo, los trabajadores tenían que inscribirse en línea a través de un programa estatal, una tarea que requería mucho tiempo.

ManorCare insta a todos los trabajadores a vacunarse contra el COVID-19, pero la rotación de personal ha dificultado este esfuerzo. Los administradores de ProMedica, un sistema de salud sin fines de lucro que administra ManorCare y centros de atención a personas mayores en 26 estados, se enfrentaron a un problema de personal que resultó familiar para todo tipo de proveedores durante la pandemia: cómo convencer a los trabajadores esenciales para que se vacunaran, y de una forma que no los ahuyentara. Los aumentos y las bonificaciones, que costaron millones de dólares, no movieron la aguja al 100 por ciento.

La animadversión hacia la vacuna creó un revuelo en algunos proveedores. El doctor Eric Berger, un pediatra de Filadelfia que abrió su consultorio hace más de una docena de años, impuso la vacunación obligatoria en mayo y vio cómo seis de sus 47 empleados renunciaron. Berger dijo que trabajó durante meses para educar a los trabajadores resistentes. En abril, se enteró de que varias mujeres de entre 20 y 30 años habían asistido a una fiesta privada de karaoke. En pocos días, cuatro empleadas se infectaron con COVID-19.

Berger, que vio cómo se dispararon los costos de los equipos de protección en la oficina, fijó entonces un plazo para las vacunas. Ve en retrospectiva con una resolución de acero sobre los mensajes de última hora "Renuncio" que recibió, y la molestia de encontrar una nueva recepcionista y asistentes médicos y de facturación.

"Afortunadamente, contamos con personas maravillosas que dedicaron tiempo extra", dice. "Ha sido estresante, pero creo que hicimos lo correcto".

Brittany Kissling, de 33 años y madre de cuatro hijos, fue una de las trabajadoras indecisas en el consultorio de Berger que decidió (en gran medida por motivos económicos) vacunarse. La gerente de la clínica no podía permitirse perder su trabajo. Pero dijo que estaba nerviosa y que la mayoría de los trabajadores que se fueron se echaron atrás cuando se les dijo que las vacunas no eran negociables. "La primera vez no me presenté", dijo Kissling sobre su primera cita para vacunarse. "Estaba asustada. Tenía muchas preguntas".

Pero Kissling comentó que el consultorio de Berger ha gastado "miles y miles y miles de dólares" en tapabocas e incluso ha pagado a los trabajadores cinco días a la semana cuando solo trabajaban dos durante los peores meses de la pandemia. Dijo que entendía cómo y por qué el episodio del karaoke provocó un mandato. "Lo entiendo desde el punto de vista empresarial", dijo Kissling, sobre el requisito. "Sí creo que es justo".

Berger no vio otra opción. "Las vacunas son fundamentales para nuestras prácticas. Es lo que hacemos", señaló. "A algunos se les metió en la cabeza que podía causar infertilidad; otros tenían otras razones. Es frustrante... y no creo que haya sido algo político. En todo caso, la mayoría de estas personas son apolíticas".

En ManorCare, los directivos decidieron que el dinero podía marcar la diferencia. Se añadieron bonos (hasta 200 dólares por empleado) como incentivo, que solo en Pensilvania costaron a ProMedica tres millones de dólares, comentó Luke Pile, vicepresidente y director general de los centros de enfermería especializada de ProMedica Senior Care.

Richmond, de ManorCare, dijo que el consejo de residentes ha sido fundamental para mantener la atención en los riesgos del COVID-19 para los ancianos, y nadie allí necesita un recordatorio sobre el estrés del año pasado. Según los registros de Medicare, el centro tuvo 107 casos de COVID-19 entre el personal y los residentes, y 14 muertes entre los residentes a partir de marzo de 2020.

"Llevo constantemente un tapabocas. No por miedo, pero no quiero propagarlo por ser asintomático", comentó Richmond. "Le digo a la gente aquí: Lo que ocurra en la comunidad, eso es lo que ocurre en la comunidad. Pero somos una institución de atención de la salud y de cuidado de ancianos. Debemos estar constantemente vigilantes".

Richmond y otros administradores admiten que puede resultar difícil entender por qué algunos trabajadores de la salud no se sienten atraídos por la ciencia.

"Todo ha estado tan polarizado este último año. No sé si hay una sola razón por la que los individuos no se vacunen", agregó Pile. "Al tratar de educar a la gente, personal y profesionalmente, hablamos de la historia y la ciencia. Por desgracia, las opiniones individuales no siempre coinciden con eso".

La obligatoriedad de las vacunas es un paso que ProMedica aún no ha dado, a pesar de que cada vez más empresas, universidades y proveedores de servicios de salud lo hacen. Algunos operadores de cuidados de larga duración, como Atria Senior Living, que opera en Estados Unidos y Canadá, y Juniper Communities, anunciaron mandatos. Algunos se han encontrado con demandas de trabajadores alineados con grupos conservadores. En mayo, más de 100 empleados del Houston Methodist Hospital presentaron una demanda para impugnar y hacer descarrilar la vacunación obligatoria del sistema hospitalario. Un juez desestimó la impugnación este mes alegando que el requisito del hospital no violaba la ley estatal o federal ni la política pública.

El U.S. Labor Department emitió este mes una norma temporal de emergencia para los trabajadores de la salud, indicando que se enfrentan a un "grave peligro" en el lugar de trabajo cuando "menos del 100 por ciento de la fuerza de trabajo está totalmente vacunada".

En Pensilvania, cuya población se encuentra entre las más envejecidas según los datos del censo de 2019, las instantáneas estadísticas publicadas en abril subrayaron la necesidad de monitoreo. Dos agencias estatales que supervisan los servicios de enfermería especializada y los hogares de atención personal informaron que solo la mitad de sus trabajadores estaban vacunados. El COVID-19 fue notablemente devastador para las instalaciones de cuidados a largo plazo en todo el país en 2020; algunos de los brotes más mortíferos de Pensilvania fueron reportados por los medios de comunicación locales en lugares que se demostró posteriormente que tenían bajas tasas de vacunación del personal.

Una encuesta realizada por Delphi Group, iniciada en marzo de 2020 con más de 700 mil encuestados en Facebook de entre 18 y 64 años, fue analizada recientemente por investigadores de Carnegie Mellon y la University of Pittsburgh, quienes descubrieron que los trabajadores de la salud lideraban en gran medida la adopción de la vacuna. Pero hubo notables diferencias durante el invierno entre las personas que trabajan, codo a codo, en entornos de salud.

Los farmacéuticos, los médicos y las enfermeras registradas fueron los que menos dudaron en vacunarse. Los auxiliares de atención a la salud a domicilio, los paramédicos y los auxiliares de enfermería mostraron las mayores dudas entre los trabajadores de salud de primera línea. La indecisión general en todas las profesiones disminuyó de enero a marzo de 2021, hasta cinco puntos porcentuales, a medida que se ampliaba la vacunación, según el análisis de los investigadores de la universidad.

La investigadora de la University of Pittsburgh Wendy King comentó que las personas indicaron que eran receptivas a la vacuna si estaban familiarizadas con la ciencia detrás de ella. Los educadores, en general, fueron los que menos dudas mostraron; los trabajadores de la construcción, la minería y la extracción de petróleo/gas fueron los que más. La mitad de los que dudaban citaron los posibles efectos secundarios, un temor que podría aliviarse con la educación, dijo King. Un tercio de los indecisos dio otras razones: No creían necesitar la vacuna. No confiaban en el gobierno. O no confiaban en las vacunas contra el COVID-19.

"Esperábamos que las dudas variaran según el grupo, pero lo mucho que variaron fue sorprendente", señaló King. "No se trataba de personas que estuvieran en contra de las vacunas, sino que estaban preocupadas por el efecto de la vacuna".

Aun así, King indicó que el porcentaje que no confiaba en el gobierno era alarmante. "Si alguien no entiende la vacuna, eso es una cosa. Si no confía en el gobierno, es una cuestión mucho más difícil de abordar".

Eso puede cambiar a medida que dos destacados fabricantes de vacunas se acercan a la aprobación total por parte de la Food and Drug Administration. Pfizer y BioNTech solicitaron la aprobación en mayo; Moderna lo hizo a principios de junio. Una encuesta reciente de la KFF reveló que casi un tercio de los adultos no vacunados dijo que sería más probable que se pusiera una vacuna una vez que estuviera totalmente aprobada por la FDA.

En ProMedica, Pile describió un enfoque múltiple en estados como Florida y Pensilvania, donde hay grandes poblaciones de ancianos. El asesoramiento in situ en grupos, con médicos y personal conocidos, ayudó a persuadir a algunos que eran reacios, dijo. Se prepararon videos cortos sobre por qué y cómo funcionaba la vacuna. El personal médico superior de ProMedica voló a Florida para asesorar mientras la Guardia Nacional llegaba a su centro en el condado de Pinellas, el primero del sistema de salud en recibir la vacuna.

Falon Blessing, enfermera, dirige a otros médicos en el ManorCare Health Services Center de la región de Tampa. Contó que los empleados se preguntaban en voz alta cómo podían ser seguras esas vacunas de reciente creación.

"Creo que al principio la gente solo quería saber: ¿No me va a crecer una cola en cinco años?", dijo. "Pero luego hubo un impulso. No era tanto '¿Te vas a vacunar?' sino 'Por supuesto, me voy a vacunar'".

Sin embargo, durante las tres sesiones de vacunación que terminaron en enero, el centro alcanzó aproximadamente la misma tasa que el conjunto de Pensilvania: cerca del 76 por ciento de sus trabajadores se vacunaron. Esa tasa descendió al 62 por ciento este mes debido al índice de deserción. Un vocero de ProMedica declaró que se sigue realizando un esfuerzo de educación.

"Mi conclusión es que es importante mantener conversaciones individuales", dijo Pile. "Si hablas con 10 personas sobre por qué no se vacunan, obtendrás 10 razones diferentes".

"Y había opiniones políticas –lo que veían en Facebook– y luego decían: Quiero ver cómo me va", dijo.

Las preguntas y los reparos sobre las vacunas se produjeron al final de un año de pandemia profundamente angustioso para los trabajadores de la salud, y los centros están encontrando ahora menos solicitantes para la atención esencial.

En primavera, ProMedica tenía 1,500 vacantes de trabajo solo en Pensilvania, frente a las 400 habituales. Pile dijo que ProMedica aumentó los salarios en docenas de lugares, aunque se negó a proporcionar rangos salariales o tasas. Gastó 4.5 millones de dólares en Pensilvania desde marzo hasta la primera semana de junio, y todavía complementó su fuerza laboral en todo Estados Unidos contratando a través de agencias de personal.

"En 2020, gastamos más de 32 millones de dólares en agencias de empleo", comentó. Hasta esta primavera, ProMedica estaba en camino de gastar 66 millones de dólares en agencias de personal para 2021, señaló Pile, que ha trabajado en el sector de la atención durante 18 años.

"Tengo menos empleados que nunca", aseveró. "Nunca he visto nada igual".

La Pennsylvania Health Care Association, un grupo activista, encuestó a sus miembros en abril para entender mejor la reticencia a las vacunas. Zachary Shamberg, presidente del grupo, comentó que encontró que definir "la reticencia no es tan simple".

Shamberg dijo que la PHCA se centró en las razones por las que la gente aún no se ha vacunado y que las características de la fuerza laboral eran reveladoras: Alrededor del 92 por ciento de todos sus trabajadores son mujeres; el 65 por ciento tiene entre 16 y 44 años. Entre ellas, algunas se preocuparon al inicio por la posible infertilidad de la nueva vacuna, dijo, y algunas querían esperar a la vacuna de una sola dosis de Johnson & Johnson. Otros enfermaron de COVID-19 y se les aconsejó que, una vez recuperados, no se vacunaran durante 90 días.

Shamberg también criticó los datos estatales. Esas encuestas, realizadas en marzo y publicadas en abril, reflejaban un momento en el que la vacuna era nueva para muchas personas.

Pensilvania, un estado disputado en las recientes elecciones presidenciales, sigue teniendo una gran carga política, y Shamberg señaló que es probable que la política desempeñe un papel entre los reticentes. En los últimos meses, la PHCA ha conseguido que las iglesias y los consorcios de médicos cambien de opinión. Mantener la seguridad de los residentes y los trabajadores debe ser una prioridad en un estado que, en pocos años, se enfrentará a un "tsunami plateado" de residentes de más de 80 años, señaló Shamberg.

En las últimas semanas, ha habido un claro impulso entre la población general a favor de las vacunas en Pensilvania. El estado se encuentra ahora entre los 10 primeros estados del país en administrar las primeras dosis de vacunas, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés).

"Pensilvania es un estado grande y diverso", comentó Shamberg. "Y es interesante el hecho de que algunos de nuestros empleados en el oeste de Pensilvania tuvieran dudas frente a los trabajadores de la ciudad de Filadelfia".

"La gran mayoría de los trabajadores de Filadelfia son mujeres y, entre ellas, poblaciones minoritarias que tienen cierta desconfianza inherente basada en la experiencia histórica. Luego vas al oeste y tienes un punto de vista más conservador, y una desconfianza en el gobierno actual y en la vacuna del gobierno".