Qué pasa si Trump pierde las elecciones y no reconoce la victoria de Biden

Donald Trump durante uno de sus últimos discursos antes de las elecciones. (Getty Images)
Donald Trump durante uno de sus últimos discursos antes de las elecciones. (Getty Images)

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos que se celebrarán este martes podrían dibujar un escenario que muestre a Donald Trump en todo su esplendor. Son varios los analistas que alertan sobre una posibilidad catastrofista pero factible: que el candidato republicano no conceda la victoria a su oponente, el demócrata, Joe Biden, en caso de que ésta se produjera tal y como desprenden las principales encuestas. Existen tres vías entrelazadas para analizar este marco: la excéntrica personalidad de Trump, donde destaca su mal perder, un ecosistema electoral arcaico con fisuras y un contexto extraordinario como es el de la pandemia.

Si hay algo que ha demostrado Trump desde la campaña electoral de 2016, es que es capaz de doblegarse como un junco al viento siempre que los escándalos le han acechado. Los esquiva sin atajarlos y aunque parezca imposible erguirse de nuevo, siempre consigue salir indemne e incluso reforzado. Nada ha despeinado el flequillo de Trump durante todo este tiempo, ni siquiera el estar liderando una de las peores gestiones de la pandemia a nivel global. Siempre encuentra la manera de salirse con la suya porque su verdad, aunque sea equivocada, trasciende más allá de la realidad.

Las encuestas dan a Joe Biden como favorito. (Getty Images)
Las encuestas dan a Joe Biden como favorito. (Getty Images)

En julio, Trump dejó claro en una entrevista a Fox News una de sus máximas. “No soy un buen perdedor, no me gusta perder y no lo hago a menudo”. Así es precisamente como su sobrina, la psicóloga Mary Trump, describió a su tío tanto en la biografía publicada este año, Too Much and Never Enough: How My Family Created the World's Most Dangerous Man (en español: "Demasiado y nunca suficiente: cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo"), como en una reciente entrevista en CNN.

“No se tomará bien una derrota. Perder no es aceptable en mi familia. Mi abuelo creó su negocio y crió a sus hijos como si se tratara de un juego de suma cero. Eso significa que solamente una persona podía ganar y el resto tenía que perder. Para vencer, Donald fue instruido a hacer todo lo que hiciera falta, ya fuera mentir, engañar o robar”, afirmó Mary Trump.

Durante la campaña electoral de las elecciones de 2016, el actual presidente dejó abiertas las puertas a un potencial rechazo de los resultados electorales en caso que fueran favorables a su oponente, la demócrata Hilary Clinton. En el último debate, y ante la pregunta de si aceptaría el desenlace, su respuesta fue categórica: “Tendré que verlo cuando llegue el momento. Te diré cuando se sepan los resultados, mientras tanto, te mantendré en suspense”, esgrimió.

Fuerzas de seguridad protegen a Donald Trump durante una de sus últimas apariciones. (Getty Images)
Fuerzas de seguridad protegen a Donald Trump durante una de sus últimas apariciones. (Getty Images)

Trump aceptó el devenir de las elecciones porque ganó el voto electoral, aunque perdió el popular por casi tres millones de votos de diferencia. A pesar de ello, el presidente electo reclamó de manera errónea que también había ganado el recuento popular y catalogó de fraudulentos los votos que recibió en contra. Así, sin pelos en la lengua, Trump inició su cruzada contra el sistema democrático estadounidense, “corrupto y fraudulento” siempre que no le favoreciera.

“Prometo a mis votantes y seguidores, y a toda la gente de EE.UU. que aceptaré los resultados de estas elecciones presidenciales… si gano”, afirmó en octubre de 2016.

¿Acaso su discurso ha cambiado en la actualidad? De ninguna manera. Trump ha sido incapaz de asegurar en diversas entrevistas recientes no sólo si será capaz de admitir los resultados en caso de que no le den la victoria, sino de si estará por labor de garantizar una transición pacífica al próximo Gobierno.

“Hay que esperar a ver qué sucede. Como sabes llevo tiempo quejándome de las boletas porque son un desastre. No habrá una transición, sino una continuación”, afirmó hace un mes, titubeante y sin negar categóricamente probables episodios violentos de una fracción de la polarizada sociedad estadounidense. Según algunos reportes, durante las semanas previas a los comicios, Trump ha asegurado a su equipo que está preparado para declarar su victoria al final de la noche electoral en caso de que compruebe que va por delante de Biden. En esa circunstancia, no tendría en cuenta el recuento del voto por correo, cuyo conteo se suele retrasar.

Trump está poniendo el énfasis en esta modalidad de voto, opción clave durante la pandemia. Su argumento es que no quiere “esperar tres meses para que digan que las boletas están perdidas y que las elecciones no sirven de nada”. En otras palabras, Trump teme que la alta participación de los votantes demócratas que elijan enviar su voto por correo (se prevé que sea de un 55% al 60%), comparado con sólo un 22% al 25% previsto de los seguidores republicanos, vaya a ir en su contra y, según varios analistas, lleva tiempo urdiendo su estrategia para invalidar y dificultar está opción electoral. En junio, colocó a uno de los principales donantes de su campaña al frente del Servicio Postal de EE.UU., Louis DeJoy. Nada más llegar, redujo las horas de los empleados postales con un argumento: reducir gastos, y una consecuencia: el retraso de envíos y recibos de cartas. Para los demócratas esto no fue más que una excusa para boicotear el sistema desde dentro con el fin de dificultar este voto por correo invalidado por Trump.

“Algunos Estados, como Colorado, han estado contando sus votos por correo desde el día en que llegaron, pero no Michigan, Wisconsin y Pensilvania”, afirmó Lawrence Douglas en The Guardian, profesor de Derecho en la Universidad de Amherst, Massachusetts. “Estos Estados no permiten que los funcionarios electorales comiencen a contar los votos por correo hasta el día de las elecciones. Tomará días, incluso semanas, para que los principales estados indecisos terminen su conteo. La elección penderá de un hilo”.

People vote inside City Hall on the first day of in-person early voting for the November 3rd elections in Kenosha, Wisconsin, on October 20, 2020. - Early voting kicked off October 20, 2020 in Wisconsin, a state fought over by President Donald Trump and Democratic challenger Joe Biden as their contentious White House race enters its final 14-day stretch. (Photo by KAMIL KRZACZYNSKI / AFP) (Photo by KAMIL KRZACZYNSKI/AFP via Getty Images)

Hilo fino que soporta un sistema electoral frágil y arcaico donde el voto es indirecto, es decir, los votantes no eligen directamente al candidato presidencial, sino que escogen a los electores que representan a ambos partidos en cada Estado. Estos compromisarios conforman el colegio electoral y son ellos los que votan al presidente. No hay medias tintas en este punto, si un Estado recibe más votos republicanos que demócratas ( o viceversa), por pequeña que sea la diferencia, todos los compromisarios deben votar al candidato republicano. En total, hay 538 compromisarios repartidos entre los 50 Estados según la población. Para que uno de los candidatos sea elegido, el Congreso debe haber recibido al menos 270 votos de sus votos a favor.

Según se desprende de las palabras y la actitud de Trump, la disputa de los votos por correo está garantizada en caso de que no consiga una victoria clara el martes. Hay muchos Estados para los que el voto por correo sólo cuentan si llegan el día de las elecciones, en caso de que lo hagan al día siguiente, éste queda descalificado incluso si la culpa es del Servicio Postal saturado. Podría darse la circunstancia de que antes incluso de un recuento total, Trump agite a sus masas proclamándose vencedor sin serlo. Las consecuencias de esta postura podrían ser graves en el caso en que días o semanas después Biden saliera como legítimo ganador tras el conteo del voto por correo.

“Ahora las cosas toman un giro siniestro”, sostiene Lawrence, que sigue dibujando un escenario posible. “Michigan, Wisconsin y Pensilvania comparten el mismo perfil político: los tres Estados están controlados por legislaturas republicanas fieles a Trump. Ellos emprenden la lucha para declarar a Trump victorioso en su Estado, citando irregularidades y demoras desmesuradas en el recuento de los votos por correo, los republicanos estatales otorgan a Trump los votos del colegio electoral de sus Estados. Sin embargo, los tres Estados cruciales también tienen gobernadores demócratas. Indignados por las acciones de los legisladores republicanos, los gobernadores de Michigan, Wisconsin y Pensilvania anuncian que reconocerán a Biden como el ganador, y envían el certificado emitido por sus electores al Congreso”, apunta.

Manifestantes contra Donald Trump queman banderas. (Getty Images)
Manifestantes contra Donald Trump queman banderas. (Getty Images)

En este marco, el Congreso recibiría dos resultados contradictorios. Lawrence va más allá. Según su teoría, la Casa de Representantes podría dar por válido el resultado de los gobernadores, mientras que el Senado, de mayoría republicana, daría por válido el de los legisladores, es decir el que beneficiaría a Trump. Mientras tanto, la Corte Suprema, comandada por la recién nominada por Trump, Amy Coney Barrett tras el fallecimiento de Ruth Bader Ginsburg, sigue deliberando sobre si los votos por correo de esos Estados clave son legítimos o no. El retraso en elegir a un presidente sería inevitable.

“Ambas Cámaras siguen estancadas sin que ninguna de las partes esté dispuesta a ceder. Mientras, las protestas asolan el país, Trump decreta la Ley de Insurrección, desplegando al Ejército para proteger su “victoria". La nación se encuentra en una verdadera crisis de sucesión de la que no hay una salida clara y pacífica”, agrega Lawrence en su hipotético escenario.

Habría una salida política al rosario de despropósitos con la demócrata, Nancy Pelosi, como presidenta interina por su condición de portavoz de la Casa de Representantes, sin embargo, las fisuras sociales podrían ser devastadoras en caso de que la lucha en las urnas se convierta en una batalla en las calles entre dos facciones que se encuentran a años luz. Si estas elecciones dependen del voto por correo, “prepárense para el caos”, sentencia Lawrence.

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