Es doloroso ir sin mi coach a París, pero tengo mucha hambre de gloria y este vienes voy a comer
Yoel Romero viajó a París con cierto dolor y solo la victoria servirá de cura. Problemas burocráticos con el pasaporte cubano, impidieron que su maestro Pedro Lay estuviera a su lado en un momento muy importante para su carrera: su segunda presentación en Bellator.
Después de un debut que le vio ceder ante Phil Davis, Romero va a un enfrentamiento que le vio cambiar al rival del inicio, el veterano Melvin Manhoef, quien es un striker puro, por un luchador nato, Alex Polizzi, recordado por su triunfo sobre el también cubano Gustavo Trujillo.
Antes de partir, Romero abrió las puertas de su gimnasio a El Nuevo Herald para presenciar varias sesiones de sparrings, donde el elemento principal fue esa lucha que tanta gloria le diera en el pasado, pero que apenas utilizó durante sus tiempos brillantes en la UFC.
¿Cómo encaras la pelea de París sin tu coach en la esquina?
“Es doloroso, no te voy a decir que no. Pedro ha estado en estos últimos años conmigo, pero son cosas que pasan. Tenemos que lidiar con eso. A veces nos tocan cosas aún más dolorosas, como competir con la pérdida de familiares. Debemos desde chicos aprender a imponernos en estos momentos. Lo más lindo sería regresar con una victoria a los Estados Unidos’‘.
Me dijo que harían muchos contactos vía internet.
“Vamos a estar conectados todo el tiempo gracias a Dios y a la tecnología. Vamos a hacer camino al andar y confiados en haber hecho un campamento muy completo para llegar en la mejor manera posible a París, porque sabemos lo importante de este compromiso’‘.
Te vimos hacer de todo en tu entrenamiento, pero sobre todo mucha lucha.
“Las cosas no pasan por gusto. Íbamos a enfrentar a un peleador que era un striker y su parte más floja era la lucha. Nuestra idea era llevarlo al piso y desgastarlo mentalmente. Pero ese rival se salió y me ponen a otro que su fuerte es la lucha. Este lo más flojo que tiene son las manos. Gracias a Dios nos estábamos preparando para luchar’‘.
Hiciste muchos rounds de sparrings y en todos sobresalías.
“Es muy importante que el atleta se autoanalice. Hay ojos de afuera: los entrenadores, la familia, los amigos. Te pueden halagar, pero debes saber el día en que debes parar. El entrenamiento diario te dice cómo están tus facultades. Soy sanamente competitivo. Hago sparrings duros, pero sin hacer daños. Me siento bien. Dios me ha bendecido, pero esa bendición no sería nada sin trabajo, sin responsabilidad. A eso me he dedicado todo mi vida’‘.
Lay decía que tú y él habían formado un candado cerrado.
“Si no tienes un entrenador que te diga, que te oriente y te muestre la ruta hacia el camino correcto, hacia el norte. Tratemos de caminar por aquí sin desgastarnos tanto. Otros factores que ayudan a mantenerlo a uno son la familia y, como no, el hambre y el deseo’‘.
¿Cuánta hambre y cuánto deseo le quedan a Yoel Romero?
“Mucha. Mucha, mucha, mucha...Hay cosas que pasan en la vida y hacen detonar ciertas cosas. A veces dices, tengo hambre, pero puede que baje un poco. Entonces, viene uno de esos detonantes que hace que esa hambre suba. Y yo no aguanto más. Yo quiero comer el viernes’‘.
¿Qué vendría después de París?
“El otro día estaba viendo una pelea de boxeo del pasado, el cual admiro mucho. Era la pelea de Salvador Sánchez contra Wilfredo Gómez. El narrador dijo que uno debía de hablar en la acción. Gómez habló mucho, pero Sánchez lo hizo con acciones. Yo espero decirle algo a Bellator el viernes próximo’‘.