Los discursos de Trump, cada vez más iracundos y confusos, reavivan el tema de la edad
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El expresidente Donald Trump relató de manera vívida cómo el público en su crucial debate con la vicepresidenta Kamala Harris estaba de su parte. Excepto que no había público. El debate se celebró en una sala vacía. Nadie “se volvió loco”, como dijo Trump, porque no había nadie.
Cualquiera puede recordar mal, por supuesto. Pero el debate se había celebrado apenas una semana antes y fue un momento bastante memorable. Y no ha sido la única vez que Trump ha parecido confuso, olvidadizo, incoherente o desconectado de la realidad. De hecho, últimamente ocurre tan a menudo que ya ni siquiera llama mucho la atención.
Divaga, se repite, va de pensamiento en pensamiento, algunos de ellos difíciles de entender, otros inacabados, otros fantasiosos. Expresa afirmaciones extravagantes que parecen inventadas de la nada. Divaga por extrañas tangentes sobre el golf, los tiburones o su “hermoso” cuerpo. Disfruta de “un gran día en Luisiana” después de haber pasado el día en Georgia. Expresa su temor de que Corea del Norte “está intentando matarme”, cuando presumiblemente se refiere a Irán. El mes pasado, Trump seguía hablando como si estuviera compitiendo con el presidente Biden, cinco semanas después de que éste se retirara de la contienda electoral.
Con la retirada de Biden, Trump, a sus 78 años, se ha convertido en el candidato a la presidencia de mayor edad de la historia y si gana y termina otro mandato, sería el presidente de mayor edad de la historia, a los 82 años. Un repaso a los mítines, entrevistas, declaraciones y publicaciones en redes sociales de Trump revela signos de cambio desde que subió por primera vez al escenario político en 2015. Siempre ha sido discursivo y a menudo se ha desmarcado de la verdad, pero con el paso del tiempo sus discursos se han vuelto más oscuros, hostíles, largos, furiosos, menos centrados, más soeces y cada vez más obsesionados con el pasado.
Según un análisis informático de The New York Times, los discursos de Trump duran ahora una media de 82 minutos, frente a los 45 minutos de 2016. Proporcionalmente, utiliza un 13 por ciento más de términos categóricos, como “siempre” y “nunca”, que hace ocho años, lo que algunos expertos consideran un signo de envejecimiento.
Del mismo modo, ahora utiliza un 32 por ciento más de palabras negativas que positivas, frente al 21 por ciento en 2016, lo que puede ser otro indicador de cambio cognitivo. Y usa palabrotas un 69 por ciento más a menudo que cuando se postuló por primera vez, una tendencia que podría reflejar lo que los expertos llaman desinhibición. (Un estudio de Stat, un medio de noticias sobre atención sanitaria, arrojó resultados similares).
Trump recurre con frecuencia al pasado como marco de referencia, a menudo a los años ochenta y noventa, cuando estaba en su apogeo en los tabloides. Cita a personajes de ficción de aquella época, como Hannibal Lecter de “El silencio de los inclementes” (quería decir El silencio de los inocentes), pregunta “dónde está Johnny Carson, que vuelva Johnny” (quien murió en 2005) y rumia lo atractivo que era Cary Grant (“el hombre más guapo”). Pregunta a sus seguidores si recuerdan el aterrizaje en Nueva York de Charles Lindbergh, quien en realidad aterrizó en París y mucho antes de que naciera Trump.
Parece confundido acerca de la tecnología moderna, sugiriendo que “la mayoría de la gente no tiene ni idea de qué demonios es una aplicación de teléfono” en un país donde el 96 por ciento de la gente posee un teléfono inteligente. Si a veces parece atrapado en la década de 1990, hay momentos en los que suspira por la década de 1890, manteniendo esa década como el período idílico de la historia de Estados Unidos y a William McKinley como su presidente modelo debido a su apoyo a los aranceles.
Y se adentra en callejones retóricos sin salida. “Así que construimos una cosa llamada el Canal de Panamá”, dijo al presentador conservador Tucker Carlson el año pasado. “Perdimos a 35.000 personas a causa del mosquito, sabes, la malaria. Perdimos a 35.000 personas construyendo… perdimos a 35.000 personas por culpa del mosquito. Atroz. Tuvieron que construir cubiertos por mosquiteros. Fue una de las verdaderas grandes maravillas del mundo. Como él dijo: ‘Una de las nueve maravillas del mundo’. No, no, fue una de las siete. Sucedió hace poco. Sabes, él dice, ‘Nueve maravillas del mundo’. Podría hacer nueve maravillas. Habría sido mejor que se quedara con las nueve y dijera: ‘Sí, creo que son nueve’”.
Aunque algunos elementos le resultan familiares, quienes le conocen desde hace años dicen notar un cambio. “No está compitiendo al nivel al que lo hacía hace ocho años, de eso no hay duda”, dijo Anthony Scaramucci, un antiguo aliado de Trump que ha apoyado a Harris. “Ha perdido un paso. Ha perdido la capacidad de juntar frases poderosas”.
“Te puede gustar Trump o puedes odiarlo, pero ha sido un comunicador muy eficaz”, continuó Scaramucci. Pero ahora, añadió, “el buffet de galimatías de la campaña de Trump se ofrece con descuento. Puedes comer todo lo que quieras, pero con descuento”.
Sarah Matthews, quien fue vicesecretaria de prensa de Trump hasta que dejó de trabajar con él por el ataque del 6 de enero de 2021, dijo que el expresidente había perdido su bola rápida.
“No creo que nadie diga que Trump es el orador más pulido, pero sus discursos más recientes parecen ser más incoherentes, y está divagando aún más y ha tenido algunos momentos de confusión bastante notables”, dijo. “Cuando se enfrentaba a Biden, quizá no se notaba tanto”.
Trump descarta cualquier preocupación e insiste en que ha superado las pruebas cognitivas. “Estoy dos horas sin teleprompter, y si digo una palabra ligeramente mal, dicen: ‘Tiene problemas cognitivos’”, se quejó en un mitin reciente. Llama a su estilo serpenteante “el entretejido” y afirma que es una estrategia de comunicación intencional y “brillante”.
Steven Cheung, director de comunicación de la campaña, calificó a Trump como “el candidato más fuerte y capaz” y descartó las sugerencias de que la edad lo haya mermado. “El presidente Trump tiene más energía y más resistencia que nadie en política, y es el líder más inteligente que ha visto este país”, dijo en un comunicado.
El expresidente no se ha visto tan perjudicado políticamente por su edad como Biden, en parte porque el actual mandatario parece físicamente frágil, mientras que Trump sigue derrochando energía. Pero su campaña se ha negado a hacer públicos sus historiales médicos, limitándose a aludir a una carta de una página publicada en julio por su antiguo médico de la Casa Blanca, en la que informaba que Trump se encontraba “bien” tras haber sido alcanzado por una bala en un intento de asesinato.
Hasta qué punto su discurso incoherente —lo que algunos expertos denominan tangencialidad— puede atribuirse a la edad es objeto de debate. Trump siempre ha tenido un estilo de hablar característico que entretenía y cautivaba a sus seguidores, incluso cuando los críticos lo tachaban de estar alejado de la realidad. De hecho, durante años se han planteado cuestiones sobre la aptitud mental de Trump.
John F. Kelly, su segundo jefe de gabinete en la Casa Blanca, estaba tan convencido de que Trump estaba desequilibrado psicológicamente que compró un libro titulado El peligroso caso de Donald Trump, escrito por 27 profesionales de la salud mental, para intentar comprender mejor a su jefe. En realidad, Kelly llegó a referirse a la Casa Blanca de Trump como “Crazytown”.
Algunos de los secretarios del gabinete de Trump tuvieron un debate continuo sobre si el presidente estaba “loco-loco”, como dijo uno de ellos en una entrevista después de dejar el cargo, o solo era alguien que promovía “ideas locas.” Hubo múltiples conversaciones sobre si debía invocarse la cláusula de incapacidad de la Vigésima Quinta Enmienda para destituirle, aunque la idea nunca llegó lejos. Su propia sobrina distanciada, Mary L. Trump, psicóloga clínica, escribió un libro en el que identificaba trastornos que ella creía que él padece. Trump se indignó ante tales habladurías, insistiendo en que era “un genio muy estable”.
“A menudo había discusiones sobre si podía comprender o entender la política y se sabía que realmente no tenía una comprensión de ese tipo de cosas”, dijo Matthews de su tiempo en la Casa Blanca. “Nadie quería decirlo abiertamente en ese ambiente: ¿está bien de la cabeza? Pero definitivamente tuve mis momentos en los que personalmente lo cuestioné”.
En 2022, un estudio realizado por un par de académicos de la Universidad de Montana concluyó que la complejidad del discurso de Trump era significativamente inferior a la de la media de los presidentes de la historia de Estados Unidos. (El análisis del Times concluyó que Trump habla a un nivel de cuarto grado, inferior al de rivales como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien habla a un nivel de octavo grado, que es más o menos la media de los presidentes modernos.
El nivel de complejidad de Trump se ha mantenido relativamente estable y no ha disminuido en los últimos años, según el análisis. Pero la preocupación por su edad ha aumentado ahora que intenta volver al cargo, preocupación que no se vio aliviada por su infundada afirmación en el debate sobre que los inmigrantes “se comían a las mascotas” en una pequeña ciudad.
Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses creen que es demasiado viejo para ser presidente, y sus críticos han intentado centrar la atención en ello. El mes pasado, un grupo de expertos en salud mental, seguridad nacional y política celebró una conferencia en el National Press Club de Washington sobre la aptitud de Trump. El Proyecto Lincoln, un grupo anti-Trump de ex republicanos, se burla regularmente de él con anuncios como uno que llamó su debate con Harris “una prueba cognitiva” fallida.
Trump ha parecido cansado en ocasiones y ha mantenido un calendario de campaña mucho menos activo en esta ocasión, celebrando solo 61 mítines en lo que va de 2024, en comparación con los 283 de todo 2016, según el análisis del Times, aunque últimamente ha acelerado el ritmo. Pareció cabecear durante su juicio por suplantación de identidad en Nueva York antes de ser declarado culpable de 34 delitos graves.
Los expertos dijeron que era difícil juzgar si los cambios en el estilo de hablar de Trump podrían indicar efectos típicos de la edad o alguna condición más significativa. “Eso puede cambiar con el envejecimiento normal”, dijo Bradford Dickerson, neurólogo de la Facultad de Medicina de Harvard. “Pero si ves un cambio en relación con la línea base de una persona en ese tipo de capacidad de hablar en el transcurso de solo unos pocos años, creo que levanta algunas advertencias reales”.
Una persona que ha detectado un cambio es Ramin Setoodeh, autor de un nuevo libro sobre los días de Trump como anfitrión de El aprendiz. Setoodeh, quien ha escrito sobre Hollywood durante años y conoció por primera vez a Trump durante sus días de televisión, se sorprendió de lo mucho que el expresidente había cambiado cuando llegó a Mar-a-Lago para la primera de seis entrevistas para el libro, “Aprendiz en el país de las maravillas”.
“El Donald Trump que entrevisté en las primeras temporadas de El Aprendiz tenía un mayor sentido del tiempo y del espacio, y sus narraciones eran mucho más claras”, dijo Setoodeh. “Y el Donald Trump que entrevisté para mi libro, irónicamente, podía recordar bien cosas que ocurrieron en los años de El Aprendiz, pero tenía dificultades con acontecimientos más recientes”.
Por ejemplo, Trump no podía recordar el día en 2015 cuando NBC llamó para cortar lazos con él después de que hizo comentarios despectivos sobre los inmigrantes mexicanos. “Fue muy claro en términos de su memoria de los programas”, dijo Setoodeh, a pesar de que sus versiones eran a menudo exageradas o inventadas. “Pero cuando pasamos a años más recientes, las cosas se volvieron más nebulosas”.
Tan nebulosas, de hecho, que se olvidó del propio Setoodeh. Después de entrevistar a Trump en mayo de 2021, Setoodeh volvió en agosto. “Cuando le dije: ‘¿Recuerda haberse sentado conmigo?’, dijo: ‘No, eso fue hace mucho tiempo’”, afirmó Setoodeh. “Fue como empezar de cero. Empezó a contarme exactamente las mismas historias. No se acordaba de lo que habíamos hablado. No se acordaba de mí”.
Otros que se han encontrado con él desde que dejó la Casa Blanca también han descrito momentos de olvido. El más notable, tal vez, fue su declaración en la demanda por difamación presentada por la escritora E. Jean Carroll, quien acusó a Trump de haberla violado en la década de 1990. Al mostrarle una foto de Carroll, Trump la confundió con su segunda esposa, Marla Maples. (Un jurado declaró posteriormente que Trump abusó sexualmente de Carroll y la difamó).
Roberta Kaplan, quien fue la abogada de Carroll, dijo que Trump perdió el control en ocasiones, durante el proceso, estallando cuando debería haber mantenido la calma. “Supongo que eso siempre formó parte de su personalidad”, dijo en una entrevista. “Pero puede estar empeorando”.
Otros que han pasado tiempo con Trump en privado, sin embargo, insisten en que no notan ninguna diferencia.
“Nunca sentí que la capacidad cognitiva o la edad fueran un problema”, dijo James Trusty, un abogado que representó a Trump en su caso criminal de documentos clasificados hasta que renunció el año pasado después de la fricción reportada con otro abogado cercano a Trump.
“Como cualquier ejecutivo de alto poder, iba a haber momentos en los que no le gustaba escuchar lo que le tenía que decir o cuando teníamos desacuerdos enérgicos sobre la estrategia”, agregó Trusty. “Pero nunca sentí que hubiera una desconexión intelectual”.
Sam Nunberg, un exasesor político de Trump, dijo que todavía hablaba con personas que lo ven casi a diario, y no había oído hablar de ninguna preocupación expresada sobre la edad del expresidente. “En realidad no veo ninguna diferencia importante”, dijo. “Simplemente no la veo”.
“No es lineal”, añadió. Pero “él nunca fue lineal”. En el debate con Harris, dijo Nunberg, Trump “parecía cansado” y “tuvo una noche mala”. Y, añadió, “por supuesto que no se prepara”. Pero “eso no es como una noche mala de Biden”.
En cualquier caso, las grabaciones de Trump a lo largo de los años muestran una evolución bastante clara. El joven promotor obsesionado con los medios y estrella de la telerrealidad que hablaba con cierto grado de sofisticación y matiz acabó dando paso al ampuloso candidato presidencial de vocabulario reducido en 2016 y, finalmente, al expresidente envejecido que busca un regreso en 2024.
Considera lo siguiente: en 2002, Trump fue entrevistado para un documental de Errol Morris sobre Ciudadano Kane, la emblemática película de Orson Welles sobre un magnate de los medios de comunicación. Trump hizo un sesudo análisis de la película con un grado de introspección difícil de imaginar hoy en día. “En la vida real, creo que la riqueza te aísla de los demás”, dijo. “Es un mecanismo de protección. Tienes la guardia mucho más alta de lo que la tendrías si no tuvieras riqueza”.
En 2011, mientras contemplaba la posibilidad de presentarse a la presidencia, Trump pronunció un discurso en la Conferencia Política de Acción Conservadora en el que sonaron notas más partidistas. Aunque muchos de los temas serían familiares para los votantes de hoy, se ciñó más a su guion y terminó sus reflexiones más a menudo. Sus discursos en 2015 y 2016 eran más agresivos, pero todavía más claros y comprensibles que ahora, y equilibrados con destellos de humor.
Ahora sus mítines están impulsados más por la ira que otra cosa. Sus tergiversaciones y afirmaciones falsas han alcanzado nuevos niveles. Sus adversarios son “lunáticos”, “trastornados”, “comunistas” y “fascistas”. Nunca ha sido especialmente comedido, pero ahora suelta palabrotas y otras blasfemias con mucha más libertad. El otro día sugirió que, para disuadir a los delincuentes, la policía les infligiera “un día realmente violento”.
No se atiene a una sola línea de pensamiento durante mucho tiempo. Por ejemplo, el mes pasado en Mosinee, Wisconsin, durante 10 minutos pasó de un tema a otro: el historial de Harris, las virtudes del sistema de méritos, el apoyo de Robert F. Kennedy Jr, los CDC y la OMS; la pandemia del COVID-19; la inmigración; de vuelta a la OMS; China; la edad de Biden; de nuevo Harris; de nuevo Biden; los problemas crónicos de salud y las enfermedades infantiles; de vuelta a Kennedy; la “familia del crimen Biden”; el discurso del presidente sobre el Estado de la Unión; Franklin D. Roosevelt; la Vigésima Quinta Enmienda. Roosevelt; la Vigésima Quinta Enmienda; la “clase política parasitaria”; el día de las elecciones; de nuevo la inmigración; la senadora Tammy Baldwin; de nuevo la inmigración; la producción de energía; de nuevo la inmigración; y de nuevo Baldwin.
Parte de lo que dice es inexplicable, salvo para quien le escuche con regularidad y entienda su taquigrafía. Y lanza afirmaciones sin ninguna consideración aparente por si son ciertas o no. Últimamente ha afirmado que las multitudes reunidas por Harris no eran reales, sino creación de la inteligencia artificial, sin importarle los periodistas y las cámaras presentes para grabarlas.
Pronuncia mal nombres y lugares con cierta regularidad: “Charlottestown” en lugar de “Charlottesville”, “Minnianapolis” en lugar de “Minneapolis”, el sitio web “Snoops” en lugar de “Snopes”, “Leon” Musk en lugar de “Elon”.
En Rome, Georgia, se explayó sobre Biden en bañador en una playa. “Mira, a los 81… ¿Te acuerdas de Cary Grant? Qué bueno era Cary Grant, ¿verdad? No creo que Cary Grant… Él era bueno. No sé qué pasó con las estrellas de cine de hoy. Solíamos tener a Cary Grant y Clark Gable y toda esa gente. Hoy tenemos… no diré nombres porque no necesito enemigos. No necesito enemigos. Tengo suficientes enemigos. Pero Cary Grant era como, Michael Jackson me dijo una vez, ‘El hombre más guapo, Trump, del mundo’. ¿Quién? ‘Cary Grant’. Bueno, ya no tenemos eso. Pero Cary Grant a los 81 u 82 años —casi 100, este tipo, tiene 81, casi 100— Cary Grant tampoco se vería muy bien en traje de baño, y era bastante guapo, ¿verdad?”
Hablando en otra ocasión de lo fuertes que son los inmigrantes ilegales, divagó en un soliloquio sobre si los actores podrían representarlos en una película: “No pueden interpretar el papel. Traen a un gran actor y tú lo miras y dices: ‘Mira, no tiene músculo’. No tiene músculos. Necesitamos un poco de músculo’. Entonces traen a otro. Pero tiene una cara débil. Parece débil’”. Aun así, tiene en bastante alta estima su propio físico. “Podría haber estado tomando el sol en la playa”, dijo en otro momento. “Nunca se ha visto un cuerpo tan hermoso. Mucho mejor que el de Joe, el dormilón”.
Se considera el maestro de casi todos los temas. Dijo que las bandas venezolanas estaban armadas “con MK-47”, evidentemente refiriéndose a AK-47, y luego añadió: “Conozco muy bien esa pistola” porque “me he convertido en un experto en armas.” Afirma haber sido nombrado “hombre del año” en Míchigan, aunque no existe tal premio.
Se distrae con facilidad. Se detuvo en medio de otro extenso monólogo al notar el zumbido de un insecto. “Hay una mosca”, dijo. “Oh. Me pregunto de dónde ha salido la mosca. ¿Lo ven? Hace dos años, no habría tenido una mosca aquí arriba. Uno va cambiando rápidamente. Pero no podemos soportarlo más”.
Pero como algunas personas que se acercan al final de su octava década, no está abierto a correcciones. “Trump nunca se equivoca”, dijo recientemente en Wisconsin. “Nunca, nunca me equivoco”.
Peter Baker es el corresponsal principal de la Casa Blanca y ha cubierto las gestiones de los últimos cuatro presidentes para el Times y The Washington Post. También es autor de seis libros, el más reciente de ellos se titula The Man Who Ran Washington: The Life and Times of James A. Baker III. Más de Peter Baker
Chevaz Clarke es editora de imágenes en directo en The New York Times y trabaja en estrecha colaboración con el equipo de la sección Live en la cobertura visual y se centra en la narración en video. Más de Chevaz Clarke
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