El discurso que Joe Biden ha estado preparando durante toda su vida

La hermana de Joe Biden, Valerie Biden Owens, una asesora confiable en su trayectoria política, hace campaña para las elecciones primarias demócratas en Beaufort, Carolina del Sur, el 8 de octubre de 2019. (Sean Rayford/The New York Times)
La hermana de Joe Biden, Valerie Biden Owens, una asesora confiable en su trayectoria política, hace campaña para las elecciones primarias demócratas en Beaufort, Carolina del Sur, el 8 de octubre de 2019. (Sean Rayford/The New York Times)
Joe Biden habla en un evento para las elecciones primarias de la campaña presidencial en Tougaloo College, en Jackson, Misisipi, el 8 de marzo de 2020. (Courtland Wells/The New York Times)
Joe Biden habla en un evento para las elecciones primarias de la campaña presidencial en Tougaloo College, en Jackson, Misisipi, el 8 de marzo de 2020. (Courtland Wells/The New York Times)

WILMINGTON, Delaware — Durante sus casi cincuenta años en la vida pública, Joe Biden ha pronunciado muchos discursos: buenos, malos, de inicio de campaña y de admisión de su derrota, discursos sin los créditos debidos a las fuentes originales, discursos tan característicos de Biden que nadie podría acusarlo de mejorar nada.

“Nadie puede dudar de que en verdad pienso lo que digo”, suele decir Biden, de 77 años, al público. “El problema es que a veces digo todo lo que pienso”.

Lo que quiere decir el jueves, cuando acepte la candidatura demócrata a la presidencia en el discurso más importante —y probablemente el más surreal— de su carrera, ha sido algo que se ha estado gestando durante muchas décadas, desde que llegó a la escena nacional a los 29 años como senador electo y suscitó los primeros rumores de su presidencia poco tiempo después.

Así que, según sus amigos, ya se esperaban algunos aspectos de su proceso de preparación: consultas con un grupo de familiares y sus asesores más antiguos, que incluyen a su hermana Valerie Biden Owens, a su esposa, Jill Biden, y a su estratega principal, Mike Donilon; y modificar varias veces sus borradores, lo que refleja su añeja costumbre de hacer correcciones hasta el final, por lo general a mano. Biden y su equipo también han conversado con amigos cercanos y con otras personas que admira sobre los giros discursivos y temáticos. Jon Meacham, el historiador en temas relacionados con los presidentes, ha participado en ese proceso. (El título de un libro reciente de Meacham, “The Soul of America” [el alma de Estados Unidos] ha sido retomado por Biden a lo largo de su campaña).

No obstante, en esta semana, otros aspectos de esta tarea eran menos conocidos. A saber: la planeación para formular comentarios casi sin público —algo inquietante para un político que durante mucho tiempo se ha nutrido de la energía de las multitudes— y dejar que sus principales partidarios descorchen botellas de confeti miniatura (provistas por el equipo de Biden para festejar en solitario), en medio de una pandemia que ha cobrado la vida de más de 170.000 estadounidenses.

Las personas cercanas a Biden dicen que su discurso fue diseñado para que sea acorde con este momento: más solemne que jubiloso, más moderado que vanaglorioso, en su intento más ambicioso hasta ahora para ofrecerle al pueblo estadounidense la imagen de un liderazgo firme y de unidad nacional frente a las crisis extraordinarias.

“Los tiempos exigen un tipo de discurso diferente”, señaló el exgobernador demócrata de Virginia, Terry McAuliffe, un aliado cercano de Biden. “Este es un discurso diferente, es un momento diferente, como quizás ningún otro desde los tiempos de Roosevelt cuando nos enfrentábamos a una guerra mundial y enfrentábamos una depresión económica. Se trata de un discurso muy importante”.

Cuando le preguntaron a McAuliffe cuánto tiempo había estado Biden preparando su presentación del jueves, respondió: “Toda su vida”.

En el caso de Biden esa afirmación no es, del todo, una exageración. Antes de cumplir 30 años, y desde un legendario hotel en Wilmington, Biden lanzó su candidatura al Senado —que tenía muy pocas probabilidades de tener éxito— con un discurso en el que censuraba la desunión y pregonaba el optimismo acerca de las capacidades del pueblo estadounidense. Aproximadamente cinco décadas después, se espera que el jueves aborde temas parecidos en sus comentarios desde el centro de conferencias aquí mismo, a menos de 3 kilómetros del hotel donde inició su carrera política.

“Esperaría que siguiera el mismo proceso que ha usado durante años”, dijo el senador demócrata de Delaware, Chris Coons, un aliado cercano de Biden quien comentó que el domingo tuvieron una conversación. “Les preguntas a los asesores externos. Los mensajes, las encuestas y los asesores políticos te dan cierta estructura. Luego te apartas y lo planteas. Después lo compartes con la gente que te conoce (literalmente habla con su hermana): tu hermana, tu esposa, tus asesores políticos más cercanos. Te dan algo de retroalimentación. Posteriormente, vas y lo piensas un poco más. Y luego pronuncias tu discurso”.

Aunque todas las figuras políticas prominentes se convierten en oradores públicos avezados a fuerza de repetición, para Biden este es un acto casi definitorio. Al superar su tartamudez desde su juventud, Biden se forjó una reputación a nivel nacional construida en gran medida gracias al poder, la preponderancia y la precariedad más que ocasional de sus palabras.

Matt Teper, un escritor importante de los discursos de Biden durante su vicepresidencia, insinuó que es tanta la atención que le presta a los detalles, que puede rayar en la obsesión. “Tenemos un jefe comprometido”, afirmó. “También tenemos a alguien que, cuando se trata de la redacción, se preocupa por cosas que en ocasiones decimos: ‘Bueno, yo me encargo de las comas’. Pero, en general, su implicación hace que las cosas salgan mejor”.

Teper vaticinó que las últimas ediciones del jueves se harían incluso “una o dos horas antes”… o tal vez de manera improvisada. “Biden cambiará cosas conforme las pronuncie”, señaló Teper, “para mejorarlas”.

Desde luego, las palabras de Biden no siempre han sido cuidadosas. Su primera candidatura a la presidencia, para la campaña demócrata de 1988, terminó en una granizada de acusaciones de plagio. La siguiente, 20 años después, reafirmó la impresión de insensatez verbal casi de inmediato cuando Biden dio una entrevista en la que señaló a Obama, su compañero en la contienda, como “el primer afroestadounidense popular que es articulado, brillante, limpio y guapo”.

Cuando Biden se convirtió en el vicepresidente de Obama, en ocasiones su imprudencia decepcionaba a los asesores de la Casa Blanca y cimentaba la reputación de Biden como una especie de tío cuentacuentos, propenso a la exageración o a las blasfemias frente a un micrófono. Durante la campaña, con frecuencia se salía del guion y daba rodeos y traspiés verbales, y a veces hacía relatos imprecisos que tenía que rectificar.

Sin embargo, no es coincidencia que muchas familias le hayan confiado a Biden la tarea más sagrada de los discursos: repartir elogios. Su conocimiento de la aflicción y la resiliencia se forjó a través de su propia suerte sombría, cuando tuvo que enterrar a su primera esposa e hija —quienes murieron en un accidente automovilístico luego de su primera elección al Senado— y a su hijo Beau, quien falleció de cáncer en el cerebro en 2015.

Las habilidades que ha desarrollado como apolologista —una capacidad para transmitir empatía y un espíritu de optimismo a las personas que se enfrentan a una pérdida inconmensurable— quizás forman parte de la preparación sustancial para el discurso de candidatura que pronunciará ante un país afligido que enfrenta un futuro incierto.

“Va a demostrarle al pueblo que va a establecer contacto con personas de carne y hueso”, señaló la representante demócrata de Michigan, Debbie Dingell. “Que entiende que están asustadas”.

Biden llegó a la semana de la convención cuando acababa de elegir a una contendiente para la vicepresidencia. Mientras elegía a la senadora de California, Kamala Harris, tuvo conversaciones profundas con una lista de candidatos que representaban a una diversa gama de estados y de experiencias políticas personales, y muchos demócratas dijeron que esperaban que ese proceso también hubiera transmitido sus ideas sobre cómo iba a dirigirse a la nación.

“Estoy segura de que así será”, afirmó la representante demócrata de Delaware, Lisa Blunt Rochester, copresidenta del comité encargado de buscar candidatos a la vicepresidencia de Biden. “Creo que sus historias personales son representativas de Estados Unidos. Creo que todo eso alimentará los comentarios que haga. Pero, a fin de cuentas, creo que en realidad va a concentrarse en la resiliencia de nuestro país y en la futura dirección que tomaremos”.

This article originally appeared in The New York Times.

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